Japón

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He vuelto al mundo ipod. Mi compañero de batalla murió con honor y ha sido sustituido por otro más delgadito, más guapo, más listo y con más capacidad. Como la vida misma. Aun así yo soy fiel a mis iconos y mi primer ipod será siempre mi primer ipod. Para un tipo como yo con algo de alergia a esta nueva ola de amor por los gadgets que parece obsesionar a mi generación, ha resultado además un poco pesada esta inmersión en el mundo de los GB’s y las prestaciones absurdas de los cacharritos. Tanto viaje cibernético a ese mundo me ha hecho recordar eso si los días que pasé en el paradigma de todos esto, ese país fascinante que se llama Japón y de paso también de su música.

Hace un par de años tuve la suerte de pegarme un viaje por ese sitio tan extraño y enigmático del lejano oriente. La genuina mezcla de tradición oriental milenaria, la invasión cultural americana post segunda guerra mundial y un desarrollo económico brutal de capitalismo efervescente hacen que Japón sea un país alucinante para el que lo ve desde fuera (no tanto para el que está dentro) plagado de contradicciones, ironías y actitudes incomprensibles para los ojos occidentales. El hervidero cultural japonés es espectacular en todas sus artes y la música es una de ellas. El J-Pop (o pop japonés) es un mercado que disfruta de muy buena salud. La música lo inunda todo en todas partes y las tiendas de discos están presentes y visibles en prácticamente cualquier parte, al menos en las grandes ciudades: Tokyo, Osaka, Yokohama, Hiroshima,.. Cualquier estilo musical tiene cabida y convive con respeto con cualquier otro por diferente que sea. En Japón hay grupos Heavies, Techno, punk, dark, tradicional y hasta cuadros flamencos. Pero lo verdaderamente interesante para mí era lo genuinamente autóctono.

El movimiento indie en Japón (principalmente en Tokyo) goza de muy buena salud y la cantidad de revistas, salas y tiendas que hay en sitios como Shibuya o Shin-jo-ku no desmerece si lo comparamos con la primera división del género como Londres. Yo tenía la idea cuando llegué allí de que lo que hacían en Japón era principalmente copiar con cierta gracia autóctona lo que se hacía en la Europa indie pero aunque mi sospecha tenía algo de realidad lo cierto es que la escena japonesa tiene una potente personalidad propia que continuamente crea estilos nuevos a cada cual más friki. Un problema que tuve sin embargo es lo difícil que resultaba comunicarme para entender aquello. En Japón se habla muy poco inglés o cualquier otro idioma y el japonés no es precisamente sencillo ni tan siquiera de leer. Eso me hizo no entender in situ cosas que tuve que descubrir y asimilar tiempo después como el curioso fenómeno Pico Pico-Pop.

En muchos sitios donde entraba (no sólo en las inmensas salas de video juegos) escuchaba una música histriónica y paranoica que mezclaba cualquier sampler de cualquier cosa obtenida de la música popular de los últimos 50 años (swing, jazz, bossa, soul, pop, rock, jazz,…) con ritmos pregrabados, electrónica y sonidos marcianos como los que todos asociamos a los video juegos. Todo ello metido en una cocktelera y ejecutado a una velocidad supersónica ofrecía un tipo de música que no puede dejar indiferente a nadie. Podía (y puede) resultar agotadora y desesperante pero a mí me dejo paralizado. Sin saberlo estaba escuchando Pico-Pop. Pico-pico es la onomatopeya que los japoneses usan para decir bip-bip, es decir el sonido de 8-bits que hacían las primeras computadoras. Música de marcianitos que diríamos aquí. Existe de hecho una variante del Pico-Pop que se denomina 8bits-Pop o Bit-Pop formada por grupos que hacen música exclusivamente con esos 8 bits. Algo tremendamente friki que a mí reconozco me supera pero puedo dar fe de que existe y de que hay grupos que con esos parámetros hacen por ejemplo algo parecido al Jazz (léase YMCK).

Entonces, gracias a la dificultad en la comunicación y el Kanji (la grafía con ideogramas), me resultó imposible tomar nombres o referencias de todo aquel enjambre de grupos pero hace unos meses asistí a un interesantísimo audioforum con Guille Milkyway (cerebro, alma y cuerpo de La Casa Azul) en la última edición de Cultura POP en Madrid que me puso las cosas claras. Guille, erudito conocedor de la escena japonesa, puso orden, nombre y caras a todo aquello que yo tenía en la cabeza. La lista sería interminable y probablemente aburrida para neófitos. Ya irán apareciendo por aquí pero de momento me quedo con Plus-Tech Squeeze Box y su segundo disco "Cartoom!" que creo resume muy bien esto de lo que estoy hablando. En un disco corto que parece una sola canción y entre ruidos, bits, baterías aceleradas y la sempiterna voz femenina que recuerda al Score de Candy-Candy puedes encontrar pop, bossanova, punk, funky y hasta una joya soul que podría pasar por un single de los mismísimos Jackson 5. Admito que puede resultar agotador y desquiciante pero no deja de ser alucinante.

Pero el referente a toda esta eclosión del electro-pop japonés hay que buscarlo algunos años antes, a principios de los 90, en el inquieto y vanguardista barrido de Shibuya en Tokyo y lo que los periodistas llamaron Shibuya-Kei. Con esa etiqueta se englobaba a una serie de grupos jóvenes que dentro de los parámetros y con los instrumentos que se utilizaban para la música techno y electrónica, buscaban sus referentes artísticos y creativos en fuentes más orgánicas y clásicas. Era como hacer música Pop de raíces clásicas (soul, jazz, bossanova,..) pero con samplers, cajas de ritmos, midi y el resto de iconografía techno. Aunque los grupos que se enmarcan en esa etiqueta es cierto que tocan diferentes estilos y en ocasiones podían estar muy alejados entre sí es cierto también que recogían más o menos esos parámetros. Aquellos grupos empezaron a ser pinchados y tenidos en cuenta en los clubes de la agitada Shibuya y de ahí el nombre de la etiqueta. De entre todos ellos para mí hay una referencia que destaca especialmente entre todas, probablemente porque fue el que más se escucho por aquí: Pizzicato Five. Esta semana he estado escuchando el que personalmente considero su mejor trabajo "Playboy Playgirl".
Pero no todo es modernidad y electrónica bajo el sol naciente. Japón tiene una rica tradición musical en cuanto a la música pop se refiere. La influencia de las tropas americanas tras la segunda guerra mundial en las islas niponas fue evidente y notoria e hicieron que ya en los años sesenta y setenta existiesen grupos japoneses que seguían las tendencias y modas que se gestaban al otro lado del mundo. Uno de esos grupos es Happy End que los más intrépidos conocerán puesto que la pequeña Coppola decidió meter una deliciosa canción suya, “Kaze Wo Atsumete" (algo así como “recolectando el viento”) en la maravillosa Lost in Traslation. Esa canción aparecía originalmente en el disco “Kazemachi Roman” que adquirí en una bonita tienda de Shibuya en Tokyo y que he repescado esta semana. La conocida canción es una tierna y casi minimalista tonadilla pop que podría venir perfectamente de cualquier grupo indie nipón dado a conocer por sellos especializados como Siesta o Elefant pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un disco de blues clásico, Rock & Roll y pop cantado en Japonés pero de clara inspiración americana que se publicó sorprendentemente en el año 1971. He leído por ahí que incluso está considerado como el mejor disco de la historia del rock japonés. Allí Happy End son un grupo muy conocido con una discografía corta pero importante que estaban en todas las tiendas. Lo difícil sin embargo fue encontrarlo en lugares donde todo está escrito en alfabeto japonés.

Sonando ahora mismo en mi ipod (y japoneses también, claro):

Climb, fall and climb - Flashback
"Seek for a color" – (Slynky/2005)

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