Stand-by

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Cada vez escucho más a mi alrededor ese manido tópico que hace mención a lo rápido que se pasan los años aplicado a cualquiera de sus versiones temporales (meses, días, horas,...). Lo triste del asunto es que por muy tópico que sea yo también tengo desgraciadamente la misma sensación. Esa sensación de que el tiempo vuela y de que cuando antes un año era prácticamente una vida, o al menos un tiempo considerablemente grande como para no poder hacer planes más allá, ahora es otra unidad familiar con la que te manejas, asumible y abordable, como los días, los euros o los discos. Aunque muchas veces reniegue de ello en el fondo soy un tipo de ciencias y entiendo la razón científica de todo esto que no es más que el patrón de referencia con el que medimos. Cuando tenemos cuatro años uno de ellos es el 25% de nuestra vida lo cual es un porcentaje muy significativo. Con 30 años un año es simplemente un 3,3% de nuestra vida y a la edad de 60 un año no es más que el 1,6%. Es decir que un año a la edad de 4 de alguna manera es el equivalente a 15 años cuando eres un sexagenario. Tiene sentido, pero no deja de ser muy triste. El caso es que la semana se me ha pasado volando, como si no hubiese existido, y me parece que fue ayer cuando estaba pesaroso ante la contundencia de un nuevo lunes en ciernes paseando sin vergüenza los fantasmas de mi cabeza. Ese estado de languidez y melancolía me ha acompañado prácticamente toda la semana a lo que desde luego no ha favorecido ni el tiempo que caía en Madrid ni el disco que con diferencia más he escuchado este tiempo.

Siempre he mirado con cierto recelo las escenas artísticas de género y especialmente de un género basado con algo que no tiene que ver nada con lo artístico que se está vendiendo. No entiendo el sentido de que se promocione cosas como literatura de mujeres o cine lésbico o música gay. Cuando hace años apareció la figura de Rufus Wainwright en los medios de comunicación me molestaba mucho que permanentemente se hiciese referencia a su condición de gay y a una presunta reivindicación del colectivo cuando la música del señor Wainwright es fundamentalmente buena y bonita y si no fuese gay lo seguiría siendo exactamente igual. No entiendo porque siempre que se hablaba del artista había que introducir ese debate o matizar el punto de su tendencia sexual. Para mí es como para hablar de la música de Paul McArtney hubiese que hacerlo desde la perspectiva de que es zurdo o para explicar la literatura de Nick Hornby tuviésemos que incluir en la ecuación la variable de que es calvo. Me parece una estupidez que además provoca el efecto contrario de lo que pretende. Aun así, si el caso de Rufus es significativo el de Antony & the Jhonstons es ya exagerado. Bien es cierto que en este caso el protagonista puede parecer que incita a tener que archivarlo en determinados parámetros apareciendo como aparece con ese aspecto andrógino o directamente disfrazado de mujer pero sinceramente pienso que la música, al menos, debería estar al margen.

El primer disco de Antony & the Jhonstons me llegó envuelto en toda esa aureola, en la cima de la comedida fama que tuvo y perfumado por historias del personaje que me hicieron hacerme una idea de la música antes de que escucharla que no creo que me hiciese mucho bien. De hecho ese primer disco no me terminó nunca de llegar. Me parecía exagerado y con un punto de histrionismo artificial que no terminé nunca de creerme. Sin embargo con este segundo, el recientemente publicado “The crying light”, me ha ocurrido todo lo contrario. He llegado a el casi sin querer, sin esperar nada especial a cambio pero me ha sorprendido y mucho. Reconozco que no he podido dejar de escucharlo toda la semana muy probablemente influido por mi estado de ánimo y por el entorno en el que lo escuchaba. Es un disco de una melancolía extrema que si además se potencia sintiendo la oscuridad de la noche, el frío en la cara o la soledad en un tren nocturno de vuelta a casa el efecto puede llegar a tener es demoledor. Me parece un disco menos pretencioso pero paradójicamente mucho más sofisticado. Unas melodías intensas, precisas y muy bonitas arropadas por una instrumentación aparentemente minimalista pero perfectamente acoplada. De hecho una de las cosas que más me ha gustado ha sido la producción que me parece magnífica. Unas canciones construidas con pocas piezas pero donde cada pieza esta exactamente en el lugar que le corresponde, con el color que le corresponde y ocupando todo el espacio de forma que no sientas la necesidad de necesitar otra cosa en su lugar. Un buen trabajo de este misterioso personaje.

Así que después del efecto melancólico del amigo Antony lo que he intentado por todos los medios, por el bien de mi salud, ha sido intentar encontrar cosas que pudieran cambiar mi estado anímico pero no ha sido fácil y apenas lo he conseguido. Lo que si me he encontrado por el camino ha sido la grata sorpresa de descubrir un grupo que no conocía pero que me ha parecido muy interesante como para seguirle la pista. Se trata de King of Prussia y su álbum de debut (creo que de debut, aunque no estoy seguro) “Save the scene” aunque más que de un LP deberíamos hablar de un EP ya que tiene nada más que 7 canciones en estudio. El grupo viene de la inagotable cantera de Athens (Georgia) y aunque tiene un cierto olor al colectivo Elephant Six su música tiene un regusto más clásico y melódico. Es de esos grupos indies que recogen en su música muchas influencias de la música alternativa de los últimos 20 años pero aparentemente suena a música pop estándar de toda la vida. Como uno Apples in Stereo menos juguetones o unos Ladybug Transistor más contundentes y menos orquestados. Los siete cortes están bastante bien pero destaca por encima de todos ellos la canción que abre el disco “Spain in the Summertime” un autentico hit que me encanta.

Pero como tampoco así conseguí sacarme de ese estado en Stand-by tan peligroso en personas que no pueden dejar el cerebro quieto, decidí recurrir a algo que nunca falla: el Soul. No suelo comprar prensa musical desgraciadamente fundamentalmente porque con las publicaciones nacionales tuve un cierto cabreo hace tiempo que me llevo a renegar de ellas. No me gustaba ese talibanismo sectarista que promulgaban y no sé si influido por ello o no también note como el nivel de calidad se deterioraba por momentos. Esto ocurrió hace algunos años así que no sé cómo estará ahora. Lo que si que de vez en cuando es comprar alguna publicación inglesa como Mojo (o Uncut, pero menos) de las que las puedo leer sin tener que estar necesariamente de acuerdo con lo que dicen ni ofendido por pensar diferente de lo que leo. No me suelen gustar los CD que regalan con estas revistas y no recuerdo una sola vez en la que el disco en cuestión sonase más de una vez en mis oídos pero esta vez ha sido distinto. El número de Febrero está dedicado a la Motown y el CD recoge una serie de singles y más o menos raros publicados por los artistas bandera de Motown. Para ser un disco gratuito regalado por una revista creo que está francamente bien.

2 comentarios:

Astrobuzo dijo...

Apunto la recomendación de Antony and The Johnsons, aunque creo que este último disco es el tercero de su carrera en solitario. Hay un primero, titulado "Antony and the Johnsons" en el que él sale en la portada calvo con una especie de túnica transparente.

Sobre "The crying light", la única crítica que había leído de la prensa musical que tanto te gusta no lo ponía demasiado bien, así que me reconforta leer una opinión, la tuya, radicalmente distinta. Ciao.

lukah boo dijo...

Es cierto, tiene un disco anterior (Que ni tengo ni he escuchado). Gracias por el apunte.

¿Qué decía exactamente la crítica?

Puedo entender que alguien diga que no le gusta y además asumir que tiene tanta o más razón que yo. Otra cosa son las razones que den para ello y los términos que utilice. Una de las cosas que me tiran para atrás de la crítica patria es precisamente esa, cuando dicen que el disco es "vulgar" porque no sigue los parámetros de la moda o cuando un disco deja de ser bueno cuando el artista en cuestión deja de ser cool o las críticas de un disco de Electrónica hechas por un intransigente taliban del Soul...En fin, esas cosas.

Abrazos,

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