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Bonito es

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El concepto de arte ha sido y es una de las discusiones reiteradas a lo largo de los siglos por lo que el hecho en si de tanta controversia y tan poco consenso es una prueba irrefutable de que no parece haber ninguna definición que realmente se adapte al concepto sin dejar huecos o gente descontenta. En los últimos años se escucha mucho eso de que el arte debe ser una creación humana que despierte, provoque o motive algún tipo de reacción emocional en el espectador. A mi no me termina de convencer pero supongo que es útil para meter dentro de este ambiguo saco las excentricidades de algún que otro caradura con carisma e inteligencia, al que no le cuesta mucho deslumbrar a la cohorte de impresionables “eruditos” que suele merodear por cualquier foro relacionado con el arte. Yo respeto a todo el mundo y que cada uno piense lo que quiera pero me niego a admitir que “Strawberry Fields” o “Casablanca”, que me dan ganas de vivir, están en la misma categoría que las malolientes heces enlatadas de un niño de papa reconvertido en artista que lo único que me da es, en el mejor de los casos, asco (no es invención mía, hace pocos años se vendió como obra de arte un “truño” en lata). Siendo puristas ganas de vivir y asco son igualmente respuestas emocionales y por eso las dos cosas se consideran arte.

En el caso de la música soy incluso más talibán en los parámetros. La música, del estilo que sea, tocada con un ukelele o con la filarmónica de Berín, tiene que emocionarme para que la considere obra de arte. No vale con que me den ganas de vomitar o de dormirme, que también son respuestas emocionales. Es más, es imprescindible, al manos en mi caso, que el resultado tenga que ser fundamentalmente algo bonito.

Y bonitos, muy bonitos, son los discos que he escuchado hasta la extenuación esta semana. El primero, nada más que por aquello de los galones, es el nuevo trabajo que nos regala ese genio de mirada perdida, cerebro agujereado y talento infinito que responde al nombre de Brian Wilson. Viendo el estado anímico y físico del bueno de Brian desde hace muchos años, me tomo cada nuevo disco que aparece con la etiqueta de su nombre como algo totalmente inesperado y sólo por ello un regalo. Los discos modernos de Brian Wilson son como ideas que estaban condenadas a no ver la luz nunca jamás y que por circunstancias de bondad y amor a su talento por parte de gente que lo admira han acabado siendo realidad. Este “That Lucky Old Sun” es un buen disco sobre todo para rendidos admiradores como el que les escribe. No sé lo que será parte de Brian y lo que será parte de sus talentosos y entregados colaboradores (entre los que destacan la pareja pensante de ese secreto tan bien guardado conocido como The Wondermints). No lo sé pero me da igual. El disco es una delicia con pasajes preciosos que recuerdan al Brian más sencillo, el de los primeros tiempos, ese que fue y nunca volverá a ser. Las pequeñas motas de “caspa”, que haberlas las hay, se quitan simplemente soplando.

El disco es un homenaje deliciosamente cursi a su querida California pero sobre todo a la ciudad donde Brian ha vivido sus mejores y peores momentos: Los Angeles, L.A. Estructurado como disco conceptual, lo cual a mi me parece un gran acierto, el disco avanza sin pausas entre canciones y pasajes recitados en donde echa un cable el mítico escritor del mítico Smile (Van Dyke Parks). Pop, puro pop de la mejor escuela con momentos realmente buenos como: “Good kind of love”, “Live let live”, “Can’t wait too long” o la preciosa “Midnight’s another day”. En fin, Brian Wilson con bastante dignidad. ¿Qué más se puede decir?

Y muy bonito es también el último disco de Señor Mostaza, “Somos poco prácticos”. Por esas cosas absurdas de la vida y sobre todo por lo prejuiciosos que somos los músicos españoles para con los músicos españoles, descubrí al grupo por recomendación de un amigo argentino (imperdonable). No lo conocía porque ni tan siquiera había escuchado el nombre nunca antes pero cuando me lo dijo supuse que se trataría de alguno de esos grupos de “espectacular” éxito micro indie cuya sofisticada música nunca acabo de entender por más que la escucho. No pude ser más idiota pensando así porque con ello aparte de hacerme a mi mismo un tipo incoherente lo cual es algo que detesto hizo que tardara más tiempo en llegar a un magnífico grupo.

Con referencias al mejor pop de toda la vida (a mi entender) y un lógico acercamiento a los grupos pop que tienen al piano como principal arma arrojadiza (indefectiblemente aparece el nombre de mi admirado Ben Folds en la referencias que he leído del grupo) Señor Mostaza es una gran banda muy disfrutable. Una de esos grupos con personalidad propia y al margen de modas cool que son atípicos en la escena patria lo que les hace incluso más apetecible. El disco está compuesto por diez canciones construidas con talento y solvencia a través de una instrumentación en apariencia sencilla pero que como casi todas las cosas que parecen sencillas no lo es. Todo ello rematado con unas melodías que no me importaría fuesen mías con las que cuentan historias concretas y precisas subiéndose de una manera muy particular sobre unas letras cargadas de importantes dosis de cinismo e ironía. Me gusta. Me gusta mucho. Me parecería un crimen que “Ser vulnerable” no fuese mundialmente conocida (porque si lo fuese seguro sería un hit) o que esa preciosa píldora de pop llamada “Minitragedia de Arconada” se quedase escondida dentro de un disco escondido. El mundo es cruel y el mundo de la música lo es más todavía así que no me extrañaría nada. Yo lo único que puedo hacer es denunciarlo gritándolo lo más alto que pueda y disfrutarlo en la intimidad.

Así que con estos precedentes no me ha apetecido escuchar más que cosas bonitas esta semana y por eso no podía cerrar esta humilde crónica de otra forma que no fuese con un disco bueno y muy bonito. Que mejor opción que “Meaningless” el que creo es el único disco en solitario de ese misterioso genio de la música conocido como Jon Brion. Aquellos que gusten de leer los libretos de los discos o los créditos de las películas conocerán ya al personaje puesto que ha sido productor o colaborador de gente como: Elliot Smith, Wallflowers, The eels, Aimee Mann,.. y es el autor de bandas sonoras tan bonitas como las de: “The eternal sunshine of the spotless mind” (magnífica película, por cierto) o “I Heart huckabees” (aquí traducida como “extrañas coincidencias”). Un tipo reputado que conoce perfectamente los entresijos de lo que debe ser una canción pop y que se mantiene en un oscuro segundo plano dentro del panorama oficial.

El disco no lo tengo físicamente. Me lo pasaron en MP3 hace tiempo y lo he escuchado mil veces pero el día que lo vea a tiro pasara a mi estantería. Lo tengo claro. Creo que merece la pena. De hecho haciendo el blog he descubierto que el propio Jon lo vende a través de su web así que ya sé lo que tengo que hacer. Tiene el estilo melódico de los discos de Elliot Smith pero menos retorcido y con un olor bastante menos opresivo. Buenas canciones y una producción magnífica de esas que a pesar de lo rebuscado de casi todo tienes que pararte a reflexionar para darte cuenta de lo que ha hecho. Es tan ingeniosa que pasaría como una producción normal para cualquiera. Bien tocado y bien cantado vas pasando por cortes de personalidad propia y exquisito gusto hasta acabar en “Voices”, al parecer una versión de Cheap Trick (desconozco el original). Un disco para tener, sin duda.

Sonando ahora en mi ipod (otro que no se cansa de hacer canciones bonitas):

Black dressEd Harcourt
"Strangers" (Heavenly/2004)

Niño adulto

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El erizo no sé si será un animal muy inteligente o no pero tiene una característica muy humana que es la de cerrarse en si mismo cuando se siente amenazado. Al menos es una característica muy común, y muy humana, en humanos como yo.

En momentos así, como de amenaza constante, tiendo a quedarme dentro de mí y las expediciones a lo desconocido suelen circunscribirse a los límites de lo conocido. Este modus operandi es lógicamente extrapolable también a lo musical y por eso esta corta semana no tenía muchas ganas de descubrir fastuosos y fascinantes mundos que requiriesen un elevado tiempo de digestión, y sobre todo de exposición, así que mi banda sonora ha estado constituida por cosas que de alguna u otra forma tuviesen que ver con una de las habitaciones musicales que más me gustan y donde suelo encontrar todo aquello que me hace falta desde diversión hasta melancolía, desde belleza a lástima. La habitación se llama Brian Wilson.

Lo paradójico del asunto es que dos de los discos que más han sonado son propuestas de este mismo año 2008, las dos bebiendo de las fuentes que de alguna manera fundó el amigo Brian, pero interpretándolas de dos maneras muy diferentes entre si lo que las hace radicalmente distintas… o no.

La primera llega desde Inglaterra (del mismo lugar donde nació Morrisey cerca de Manchester) y la firma un tipo que responde al nombre de Jim Noir. Hace tiempo, con su disco anterior, me quedé con ese nombre desgraciadamente no por escuchar nada de su música sino por algo que leí de él en una publicación musical que me llamó la atención, además de conocer la noticia de que una canción suya era pinchada constantemente en la televisión inglesa para dar paso a la información del último mundial. Sin haber escuchado nada apunté el nombre del disco para comprármelo pero, lo que son los prejuicios, desistí de hacerlo cuando vi que estaba clasificado en el apartado de Electrónica en beneficio de otras opciones.

El caso es que la pertinaz curiosidad ha hecho que su segundo trabajo, titulado “Jim Noir”, apareciese por mi casa y …. ¡en que hora! ¡Me encanta! Es un disco denso, lleno de bases programadas, samplers cool, sonidos vintage, voces atmosféricas, coros repetitivos, melodías imposibles, ambientes marcianos, psicodélica bien entendida, fragmentos aparentemente inconexos… una preciosa ensalada de sonidos que es de las cosas que más me han gustado últimamente. Es evidente que el autor de todo esto ha bebido del amigo Brian (y otros genios de la melodía) pero también que ha llevado sus enseñanzas a terrenos más modernos que supongo harán las delicias de los que les gusta hablar de música más que escucharla. A diferencia de otras novedades que inundan los suplementos de los viernes es un disco en el que la tecnología, la lírica, el sonido o la técnica están al servicio de las canciones y no al contrario. Con esa premisa por bandera la verdad es que a mi me vale cualquier etiqueta. ¿Es un disco de Electrónica?... pues francamente no lo sé pero si es así ¡bendita Electrónica! Yo tenía asociada esa etiqueta a productos algo más difíciles, más bailables y bastante menos bonitos pero probablemente esté equivocado. Tendré que adentrarme un poco más por esos desconocidos mundos. Abstenerse en cualquier caso puristas que piensen que nada grabado después de 1969 merece la pena.

Otra propuesta de raíces claramente “BrianWilsoneras” es la de los estadounidenses The Explorers Club y su flamante primer álbum “Freedom Wind”. En este caso las referencias son más que evidentes. De hecho más que hablar de referencias habría que hablar directamente de “reproducción”. Tanto, que cualquiera que no sea muy ducho en la discografía de los Beach Boys creerá estar escuchando uno de sus muchos discos desconocidos para el gran público.

Mucha gente desprecia a los grupos que claramente suenan a otra cosa conocida. No es mi caso siempre que sobre todo se tenga el talento suficiente para escribir buenas canciones y en este disco se encuentran. En el preciso momento que escuché la primera canción del disco, Forever, sabía que el disco me gustaría y así ha sido.

Descubrir no descubren nada, mimetizan muchos de los sonidos y la estructura que Brian Wilson inventó en una época remota y realmente reproducen casi al milímetro el sonido de los Beach Boys de esa fabulosa época que comenzó poco antes del Pet Sounds y se fue difuminando a medida que el cerebro de Brian Wilson se iba apagando. Es un disco para fanáticos de todo esto así que no te gustará si no te gustan los Beach Boys. Así de sencillo. Abstenerse por tanto las cabecitas cool en constante busca del último hype porque no lo es.

Y por terminar como empecé he repescado un disco del propio Brian Wilson que nunca se llegó a publicar. Dentro del oscuro y retorcido periodo por el que pasó el señor Wilson, que comenzó al terminar la grabación de Pet Sounds y realmente nunca han terminado de concluir, se sucedieron miles de cosas absurdas, fascinantes, aberrantes y muy tristes. No voy a hablar de ellas aquí porque es muy extenso y hay mucha literatura al respecto que lo cuenta mejor que yo (recomiendo por ejemplo: “Bendita Locura” de J. A. González). Digamos que la situación personal de Brian le hizo desligarse del mundo tangible, de la vida y por supuesto también del grupo, entrando en grandes periodos de abstinencia creativa salpicados por pequeñas excepciones casi siempre deliciosas. Una de ellas fue el fabuloso “Love You” uno de los mejores discos de la peor época de los Beach Boys y otro fue la grabación de lo que se conoce como “Adult Child”, álbum que, desconozco la razón, nunca se ha llegado a publicar.

Pero por esas cosas que hacemos los fanáticos de la música yo tengo el disco (existen ediciones pirata circulando por ahí). Es una inocente y preciosa colección de canciones alejadas de cualquier tipo de pretenciosidad y cargadas de infantil ingenuidad (le dedica por ejemplo una canción a su tienda vegetariana favorita: H.E.L.P). Está grabado entre 1976 y 1977 pero no lo parece porque los 12 cortes respiran y huelen a algo atemporal pero añejo entre sonido broadway y actitud crooner. Su escucha me parece muy recomendable para todo amante de la música en general pero especialmente para aquel que como yo sea admirador de este tipo incompresible e incomprendido al que sólo le funciona un oído y que se llama Brian Wilson.

Sonando ahora mismo en mi ipod (viniendo además a cuento):
Far as you are – The heavy blinkers
(Better Weather – Brobdingnagian/ 2002)