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Después de muchas semanas de bucear en el más absoluto de los grises, por dentro y por fuera, parece que los cielos tienen a bien abrirse por fin para enseñar trocitos de azul y dejar pasar algún rayo de sol que otro. El tiempo me come, los idiotas me acechan y los estúpidos siguen haciéndose fuerte pero he conseguido reírme, el atleti gana al barça he dormido bien alguna noche y parece que las cuatro primeras canciones del “esperado” disco de Lukah boo, a base de sudor y lágrimas, empiezan a toman forma. El panorama sigue apareciendo gris durante grandes dosis de tiempo pero existen esos pequeños corpúsculos de luz a los que esta semana me apetecía agarrarme. ¿Me estaré volviendo un optimista?... no lo sé. Yo siempre he creído que soy optimista a pesar de que mucha gente me achaca ser precisamente lo contrario. Llegados a ese punto yo me defiendo con eso de que los optimistas no existen sino que son pesimistas mal informados. Un recurso como cualquier otro. Lo cierto es que la forma más acertada de describir el panorama es recurriendo a eso que tan bien manejan los señores del tiempo de “nubes y claros”.

Ben Kweller es de esos tipos que aparecen en la literatura underground con el calificativo de genio. Californiano de San Francisco nacido en la década de los 80 es de esos tipos que sacan discos con una insultante facilidad y lo hace además tocando la mayoría de instrumentos y con altas dosis de calidad. El primer disco que tuve de él “Sha Sha” (creo que tiene uno antes) tiene algunas de las canciones más pinchadas en mi casa en los últimos años (especialmente “falling”) y aunque con el siguiente “On my way” los ruidos eran más que las nueces y las dudas pudieran surgir con el siguiente “Ben Kweller” se disiparon todas. Un disco muy bueno en el que todos y cada uno de los instrumentos, todas y cada una de las voces estaban interpretadas por el californiano. Ahora ha decidido dar un giro sorpresivo y sorprendente ofreciendo al mundo un bonito disco de Country. Aunque la influencia de la música americana es patente en toda su discografía aquí estamos hablando de un disco de género puro y duro. Dobro, Slide, temática Honky Tonk, Acústica,… todos los elementos aparecen, desde la portada al sonido del Bajo. Alérgicos al Country o al Folk americano abstenerse de abrir el nuevo trabajo del señor Kweller pero para los tipos menos escrupulosos amantes exclusivamente de la buena música decirles que el disco merece la pena. A mí por lo menos me ha gustado mucho. Aun sin apartarse del género que viste el concepto del álbum existe un pop subrepticio repartido entre los diez cortes del disco de mucha clase y elegancia. Canta mejor que nunca, suena igual de bien que siempre, tiene la duración perfecta y las canciones están a la altura de la función. ¿Qué más se puede pedir? Valoro además la valentía de hacer algo así y creo que sale perfectamente indemne. Enhorabuena.

Desgraciadamente no puedo decir lo mismo de la nueva propuesta de otro de esos niños prodigio de la América profunda, el amigo Zach Condom y su interesantísimo proyecto Beirut. Los dos anteriores trabajos “Gulag Orkestar” y “The flying cup club” me habían dejado gratamente impresionado. Un casi-adolescente americano que practicaba una elegante mezcla de rock independiente y folk balcánico con clase, gusto y talento. En esta nueva entrega la presentación y el concepto era excelente (un doble CD cada uno de ellos conceptual y todo envuelto en una preciosa presentación) por lo que invitaba a degustarlo con premura y pasión pero el resultado, sin ser malo, no alcanza las expectativas creadas. El primer CD, “March of the Zapotec” pretende ser un homenaje a los sonidos del folclore mejicano aunque a mí por momentos me recuerda más a una fiesta de Moros y Cristianos levantina que a otra cosa. El segundo CD “Holland” pretender ser una mezcla de todo lo anterior con la Electrónica. El resultado final es correcto pero decepcionante y a mi casi me termina gustando más la primera parte, la más clásica aunque sin grande dispendios ni melodías impactantes. En el experimento electrónico el resultado es bueno pero insulso y aunque queda perfectamente creíble no consigue emocionarme en ningún momento. No obstante el bagaje del amigo Zach es suficiente como para seguir creyendo en él.

Y para terminar un nuevo “claro”. Hace unas semanas me pasaron en ese infernal formato que es el MP3 el disco de unos auténticos desconocidos para mí. Se trataba de un grupo americano por lo visto formado a finales de los años 90 que como otros muchos me dijeron que me gustarían mucho. Como casi todo lo que me llega directamente en MP3 (sin libreto, sin referencias, sin portada, sin alma…) se quedó perdido en algún lugar de mi casa hasta que por casualidad cayó en mi ipod. Me alegro de que así fuese porque merece la pena. Practicando una especie de Indie-Pop de apariencia actual pero de referencias clásicas que nada entre el garage al pop pasando por zonas más oscuras lo mejor que tienen para ofrecer al mundo son sus canciones, a secas, algunas de las cuales son sencillamente muy buenas. A mí por ejemplo me encanta: “Summer sunshine Girl”. El disco como conjunto presenta altibajos de aristas importantes pero creo que merece la pena.

1 comentarios:

Astrobuzo dijo...

Me encanta el disco del señor Kweller, es mágico y eso que no soy muy de country! Efectivamente, todas las canciones tienen alma pop. "On her own" es una maravilla, una de las mejores canciones que he escuchado últimamente.

Y con el de Beirut me ha pasado casi lo mismo, aunque, por sorprendente, me ha gustado más el experimento electrónico bajo el nombre de Realpeople. Sin embargo, el otro... "Por momentos me recuerda más a una fiesta de Moros y Cristianos". Genial definición. Me parece que este hombre, después de tres discos, hace siempre la misma canción. Se esta volviendo un poco cansino.

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