Hombres grises

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Mi gran afición a la lectura viene de cuando era un crio. No sé muy bien de donde me vino ni por qué me dio tan fuerte (supongo que mis padres y el colegio hippy al que iba tuvieron algo que ver) pero les estoy y estaré eternamente agradecido. Supongo también que hay que buscar ahí la razón por la cual utilizo tantas palabras para decir lo que otros humanos más modernos y más acordes al mundo actual resuelven con un contundente “está de puta madre” o “es una puta mierda”. Reconozco en cualquier caso que no me arrepiento de ser tan “generoso” en mi prosa explicando las cosas y aunque sé que es algo que tira a mucha gente para atrás y que me resta popularidad (¿popularidad?) lo cierto es que no me importa.

Gracias precisamente a mis inicios tan tempranos en la lectura he sido un ávido lector de literatura infantil y juvenil hasta el punto de que muchos de esos libros siguen siendo hoy mis referencias y esta semana me he acordado de una novela de Michael Ende llamada Momo donde los malos eran los hombres grises, unos tipos serios y aburridos que robaban el tiempo a la gente de bien. Me he acordado de este libro porque lamentablemente siento la presencia de estos hombres grises más patente que nunca hasta el punto que creo que me están ganando la partida. Tendré que retomar el libro y acordarme de cómo la protagonista lograba sobrevivir porque ni siquiera de eso me acuerdo.

Y es que a pesar de que pueda parecer lo contrario no tengo tiempo para escuchar música con la intensidad que a mí me gustaría y eso provoca el que me pierda discos que salen sin que me entere y que me gustarían mucho o que no sea capaz de disfrutar discos que sé que en otras circunstancias me gustarían. Lo malo de hacer extensas listas de tus discos favoritos del año (por cierto Astrobuzo, me pareció muy interesante las tuyas pero no pude decírtelo in-situ porque no tengo cuenta en esa red) es que meses después aparece sin querer uno de esos discos (o varios) que sin duda hubiese estado en un puesto privilegiado de haberlo sabido pero ya no puede estar. Eso es precisamente lo que me ha pasado con este “Invitation” de Inara George & Van Dyke Parks. Inara George es la cantante de una banda llamada Bird and The Bee de la que francamente no conozco nada. Lo que me llevo a escuchar este disco fue por tanto el otro nombre, el de Van Dyke Parks, mítico acompañante de Brian Wilson en el legendario Smile, así como de otros artefactos pop muy interesantes. El disco me encante aunque aviso de antemano que no es ese tipo de discos que gusta a todo el mundo. Es algo así como un disco de canciones pop cantadas por una voz femenina de tintes jazzísticos e incluso cabareteros pero acompañado de una orquesta clásica como único acompañamiento. No busquen guitarras o baterías porque no están. Precisamente por eso, por lo poco ortodoxo respecto a la estructura de los grupos de pop, puede resultar extraño y resultar pesado pero no lo es. Es más, estoy seguro de que lo disfrutaré todavía más si puedo dedicar todos los sentidos a la vez a su escucha. Infinitamente melódico y muy bien cantado pero donde los arreglos orquestales se llevan para mí la palma. Un gran trabajo del amigo Parks.

Nunca fui muy fanático de ese movimiento que surgió cuando nacía el nuevo siglo y que llamaron new wave de la new wave (o algo así) y que estaba compuesto por un puñado de bandas que se imitaban unas a otras y que a su vez imitaban (con mucho respeto y poca gracia) el sonido de bandas que ya en su momento se copiaban unas a otras. Puede que esté siendo demasiado crítico e injusto pero es que detesto este tipo de movimientos prefabricados. El caso es que apenas hice caso de lo que se cocía por ese mundo hasta que un amigo escocés me invitó a ver a Franz Ferdinand (teloneados por Kaiser Chiefs) en la sala Aqualung de Madrid. El concierto me encantó y estos chicos escoceses se ganaron mis respetos desde aquel día. De hecho me compré su primer disco y sin ser uno de mis discos favoritos creo que es bastante bueno. Me compré también el segundo pero ya no me hizo “tilín” que es lo que me ha pasado con este “Tonight”, el tercero de la saga. El caso es que es un disco bastante interesante si lo escuchas con atención con un sonido brutal y una producción bastante moderna e ingeniosa (aunque desde mi punto de vista abusa de los tecladitos ochenteros) pero el disco no termina de cuajar y en mi opinión se debe a que las canciones no están a la altura. Me parecen previsibles y monocordes. Tampoco me parece muy valiente esa temática de “¡cómo mola salir por la noche y qué cosas pasan!”. En fin, creo que han tenido momentos mejores.

Y lo que si que me ha gustado mucho es otro regalo de reyes que ha dado en el clavo. Se trata de “Riot” el tercer LP (¿Cuarto?) de uno de mis artistas favoritos de Latin-Soul, el señor Joe Bataan. Yo sé que cualquier cosa en la que aparece la palabra Latin despierta una cierto desasosiego en los amantes de la música independiente o el rock & Roll en general pero es un prejuicio que hay que superar. Este disco tiene un par de cortes que se acercan (o incluso se pasan) al mundo de la Salsa pero si los saltas (a mi por lo menos no me entran) el resto es pura delicia. Latin-Soul del bueno aunque curiosamente creado por un tipo cuyo origen es mezcla de raza negra y filipina. Boogaloo!!

1 comentarios:

Astrobuzo dijo...

A mí me ha pasado igual con lo nuevo de FF. Buen sonido pero canciones un tanto monótonas. Sin embargo, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo en decir que es cojonudo, cuando me parece el peor con diferencia de los tres que han sacado.

Todo lo contrario me sucede con Antony and the Johnsons y su "The crying light", del que ya hablaste por aquí y que me parece el mejor de sus tres trabajos.

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