Gruff Rhys – Hotel Shampoo
(Turnstile/2011)
Siempre he sido un penoso intérprete pero siempre me ha gustado interpretar. Disfrazarme. Meterme debajo de la piel de un personaje imaginario (o no) con el que jugar (o no). En ocasiones el disfraz servía para inventarse una versión de uno mismo alejada de los pilares más rígidos de la existencia y así nadar en el océano de lo que podría ser. Fingir lo imposible. Abrazar lo infinito. En otras ocasiones, la mayoría en realidad, el disfraz servía precisamente para todo lo contrario. Atando la paralizante timidez entre las costuras sueltas del disfraz elegido, lo que salía al exterior era precisamente la verdadera esencia. El verdadero contenido. Tú veías un arlequín pero en realidad me estabas viendo a mí. Al de verdad.
Internet puede ser un montón de cosas, entre ellas un excelente lugar al que lanzarse disfrazado. Para jugar o para sufrir. Para vivir o para aprender. Agazapado detrás de un inconexo avatar podemos encontrar terroristas del buen gusto, talibanes del ciberespacio, ligones acomplejados, justicieros cobardes, misteriosos intelectuales, opinadores profesionales con o sin estilo y en general cualquier retorcida versión fabricada por la mente humana. Yo soy uno de esos justicieros enmascarados que pululan por internet o, para ser justos, debería decir que soy algunos de esos avatares que ríen, lloran, aprenden, se enfadan, abrazan, sueltan los codos o escuchan en la red de redes. Puedo prometer que ninguna de esos inocentes antifaces es mentira. Al contrario, la suma de ellos probablemente refleje la mejor representación que existe de mí mismo.
La semana pasada, por esas cosas que tiene la vida, todos esos personajes tuvieron que salir a la luz en muy poco espacio de tiempo. Tuvieron que mostrarse en el planeta tierra. Personalidades que se alimentaban y se alimentan básicamente de la red, tuvieron que calzarse unos zapatos y respirar oxígeno. En apenas unos días tres personalidades virtuales (que en apariencia no tienen nada que ver) y el padre de todos ellos (yo mismo) tuvieron que asistir a tres actos diferentes en los que hablar, escuchar y reír. ¿La excusa? Música, literatura, fútbol, series de televisión…no existe mejor excusa. Uno de ellos, el más popular probablemente, tenía que seleccionar una serie de canciones que relacionadas con el fútbol albergara en su interior una bonita historia que contar. Así apareció en mi ipod: The Man don’t give a fuck, uno de los singles de los eclécticos Super Furry Animals. Así, sin querer, por simple asociación de nombres se instaló de nuevo en las primeras posiciones de mi manoseado cancionero digital el nombre de Gruff Rhys, líder del combo gales, y en concreto su disco de este año, Hotel Shampoo. Por alguna razón el que dicen es el tercer disco en solitario de Gruff (primero exclusivamente en inglés ya que los otros al parecer son todavía más crípticos y aúnan canciones cantadas fundamentalmente en galés) fue la banda sonora de mi semana avatar.
Mucho más accesible que gran parte del legado de los Super Furry Animals pero sin perder ese concepto libre, experimental y desacomplejado que el británico tiene de la música, Hotel Shampoo es un interesante ejercicio de pop que matiza el concepto que de ese género tiene su autor. Navegando entre medios tiempos decorados con arreglos orgánicos e inorgánicos, mezclando samplers y sencillos arreglos orquestales, espolvoreando bastantes menos dosis de esa genuina psicodelia que han hecho famosos a los de Cardiff, el álbum se fundamenta en el respeto absoluto por la melodía, principal protagonista del mismo. Excesos contenidos y un uso contenido y hasta cierto punto artesanal de las técnicas de grabación que hacen que el conjunto tenga genuina personalidad. Creíble y disfrutable El disco se crece en su modestia y sin duda se deja querer. Para mí una de las mejores sorpresas del año.
Gruff Rhys – Sensations in the Dark