Mucha gente me ha dicho muchas veces a lo largo de estos años que yo debía ser una especie de anglófilo empedernido. Es cierto que tenía y tengo especial predilección por muchas de las cosas que vienen desde la pérfida Albión (la música desde luego es una de ellas) pero no es menos cierto que a medida que han pasado los años y he conocido a ese conglomerado de países que tienen a bien llamarnos continentales a los que vivimos “fuera” de las islas, otras muchas cosas que vienen del mismo sitio han acabado repugnándome. Como en botica hay de todo. Esta semana por circunstancias completamente ajenas a la obra me ha tocado vivirla en gran parte en tierras británicas y más concretamente en lo que ellos llama el “Black Country”, ese nudo de ríos y carreteras que se cruzan en las midlands en el entorno de la ciudad de Birmingham. La zona recibe ese nombre tan enigmático debido a la cantidad de industrias que como champiñones pueblan la zona, muchas de ellas relacionadas con las minas de carbón, que teñían de un vetusto negro las fachadas de tan de por si grisaceo paraje. Hoy la zona tiene mejor aspecto sin duda pero no es precisamente de las zonas más turísticas del país. Los ingleses tendrán un montón de cosas malas que jamás discutiré pero en lo referente a su relación con la música pop y el rock & roll les tengo mucha envidia. Pónganse ustedes en situación, 9 de la mañana, un pueblo en mitad de ningún sitio de las midlands y un taller de calderería en el que están montando un equipo industrial. Un puñado de trabajadores enfundados en mono azul con una edad entre los 30 y los 50 años se afanan con la soldadura, el apriete de tuercas y el cableado mientras tienen puesta la radio y algunos de ellos corean en bajito lo que escuchan... Franz Ferdinand, Jet, Cornershop, Kaiser Chiefs, Stone Roses, U2, The Killers, Arcade Fire.... Extrapolen al equivalente en nuestro país y piensen en lo que estaría pasando en las mismas circunstancias...
Pero mi banda sonora en tierras británicas venia instalada en el fondo de mi ipod en lo que ha terminado ser una de las mayores y más gratas sorpresas de lo que va de año. Conste que lo tenían muy mal pero a lo mejor ha sido por eso. Soy un fiel defensor de esa teoría que dice que los grupos tienen una duración concreta y una fecha de caducidad concreta. Los grupos nacen, crecen y mueren. En general no creo que en la reencarnaciones ni en las reunificaciones ni en nada de eso. Lo grupos se rompen por una razón concreta que no se puede reparar ni olvidar fácilmente y creo una de las características que denotan precisamente la inteligencia de un grupo es saber elegir el momento en que deben retirarse. La reunificación de los Beatles hubiese sido el error más rentable de la historia al igual que lo han sido otras muchas reunificaciones. Hace unas semanas un amigo mío me dijo que Madness había sacado un disco nuevo cosa que yo no sabía. Pensé que estaba hablando de un recopilatorio o algún artefacto similar pero resultaba ser que no. Los ingleses al parecer habían publicado un nuevo disco con música original que tenía en enigmático nombre de: “The Libery of Norton Folgate”. Madness es uno de mis grupos favoritos así que a pesar de todos los pesares y con miedo de ensuciar un precioso pasado decidí comprarme el disco en cuesto y el disco con lo que me tuve que tragar todas mis palabras y pensamientos. Es una maravilla. No sé si es el mejor disco de su carrera (sinceramente creo que no) pero está a un nivel muy pero que muy alto. Lo más sorprendente es que es un una trabajo tremendamente coherente con la carrera de Madness y que podría haber aparecido en cualquier momento a finales de los años 80 entre sus últimos discos de entonces. Tremendamente profesional, muy interesante en lo lírico y atractivo en la presentación, lo mejor de todo sin lugar a dudas es el magnífico puñado de canciones que contiene. Pasando por todos los guiños que han alimentado la leyenda de la banda inglesa, con esos geniales vientos que dan personalidad y el excelente trabajo de piano que para mí es el alma del sonido Madness, se suceden una tras otra a cada cual mejor canciones y más canciones de un pop actual y añejo al mismo tiempo que a este que les escribe le ha dejado rendido a la evidencia. Ni siquiera su maratoniana duración o que el último corte dure más de diez minutos hace que reniegue de un sólo minuto de este disco. Un disco que debería estar no sólo en las vitrinas de los amantes reconocidos de esta banda.
Pero no todo es inglés en el mundo de la música así que en el mismo zurrón musical que paseaba por las húmedas tierras británicas llevaba también un disco que tengo desde hace unos meses y que de vez en cuando acabo poniéndome. The Go-Betweens es una banda australiana que tuvo su momento de gloria también a finales de los lejanos años 80 y que entonces constituía una verdadera banda de culto para mucha gente. Durante mi zambullida compulsiva en la prensa musical allá por los años 90 era muy fácil encontrar comentarios o referencias hacia un grupo como los Go-Betweens de los que no conocía ni había escuchado nada así que es un nombre que se me quedó grabado. Con una vida tan prolongada, los australianos han tenido periodos de unión y desunión, carreras en solitario y vidas en la sombra pero los talentos de Robert Foster y Grant McLennan (corazón y alma de los Go-Betweens) han seguido manteniendo viva la llama de la marca. Yo los descubrí bastante tarde y como consecuencia de telonear a mis queridos Teenage Fanclub en Madrid momento en el que me dieron ganas de hacerme con el entonces reciente “Oceans Apart” de reciente adquisición. Pop exquisito con regusto a pasado que falto de complejos acaba resultando clásico al mismo tiempo que vivo.
Y para terminar algo que le fastidia mucho a los ingleses que son los franceses. Sumergido sin remedio en esta sucesión de días eminentemente estivales me apetecía escuchar también algo fresco, alegre y delicado y que mejor que elegir alguna de las cantantes francesas que pusieron de moda en los años sesenta el espíritu del mediterraneo, la minifalda y la dolce vita. En este caso es France Gall y su “Baby Pop”, disco en el que aparece esa joya titulada: “Attends ou va-t’en” que recuerda tanto y a tanta y tanta gente al genial Juan de Pablos.
Sonando ahora mismo en mi ipod: New Amsterdam - Elvis Costello (Get Happy!)
Pero mi banda sonora en tierras británicas venia instalada en el fondo de mi ipod en lo que ha terminado ser una de las mayores y más gratas sorpresas de lo que va de año. Conste que lo tenían muy mal pero a lo mejor ha sido por eso. Soy un fiel defensor de esa teoría que dice que los grupos tienen una duración concreta y una fecha de caducidad concreta. Los grupos nacen, crecen y mueren. En general no creo que en la reencarnaciones ni en las reunificaciones ni en nada de eso. Lo grupos se rompen por una razón concreta que no se puede reparar ni olvidar fácilmente y creo una de las características que denotan precisamente la inteligencia de un grupo es saber elegir el momento en que deben retirarse. La reunificación de los Beatles hubiese sido el error más rentable de la historia al igual que lo han sido otras muchas reunificaciones. Hace unas semanas un amigo mío me dijo que Madness había sacado un disco nuevo cosa que yo no sabía. Pensé que estaba hablando de un recopilatorio o algún artefacto similar pero resultaba ser que no. Los ingleses al parecer habían publicado un nuevo disco con música original que tenía en enigmático nombre de: “The Libery of Norton Folgate”. Madness es uno de mis grupos favoritos así que a pesar de todos los pesares y con miedo de ensuciar un precioso pasado decidí comprarme el disco en cuesto y el disco con lo que me tuve que tragar todas mis palabras y pensamientos. Es una maravilla. No sé si es el mejor disco de su carrera (sinceramente creo que no) pero está a un nivel muy pero que muy alto. Lo más sorprendente es que es un una trabajo tremendamente coherente con la carrera de Madness y que podría haber aparecido en cualquier momento a finales de los años 80 entre sus últimos discos de entonces. Tremendamente profesional, muy interesante en lo lírico y atractivo en la presentación, lo mejor de todo sin lugar a dudas es el magnífico puñado de canciones que contiene. Pasando por todos los guiños que han alimentado la leyenda de la banda inglesa, con esos geniales vientos que dan personalidad y el excelente trabajo de piano que para mí es el alma del sonido Madness, se suceden una tras otra a cada cual mejor canciones y más canciones de un pop actual y añejo al mismo tiempo que a este que les escribe le ha dejado rendido a la evidencia. Ni siquiera su maratoniana duración o que el último corte dure más de diez minutos hace que reniegue de un sólo minuto de este disco. Un disco que debería estar no sólo en las vitrinas de los amantes reconocidos de esta banda.
Pero no todo es inglés en el mundo de la música así que en el mismo zurrón musical que paseaba por las húmedas tierras británicas llevaba también un disco que tengo desde hace unos meses y que de vez en cuando acabo poniéndome. The Go-Betweens es una banda australiana que tuvo su momento de gloria también a finales de los lejanos años 80 y que entonces constituía una verdadera banda de culto para mucha gente. Durante mi zambullida compulsiva en la prensa musical allá por los años 90 era muy fácil encontrar comentarios o referencias hacia un grupo como los Go-Betweens de los que no conocía ni había escuchado nada así que es un nombre que se me quedó grabado. Con una vida tan prolongada, los australianos han tenido periodos de unión y desunión, carreras en solitario y vidas en la sombra pero los talentos de Robert Foster y Grant McLennan (corazón y alma de los Go-Betweens) han seguido manteniendo viva la llama de la marca. Yo los descubrí bastante tarde y como consecuencia de telonear a mis queridos Teenage Fanclub en Madrid momento en el que me dieron ganas de hacerme con el entonces reciente “Oceans Apart” de reciente adquisición. Pop exquisito con regusto a pasado que falto de complejos acaba resultando clásico al mismo tiempo que vivo.
Y para terminar algo que le fastidia mucho a los ingleses que son los franceses. Sumergido sin remedio en esta sucesión de días eminentemente estivales me apetecía escuchar también algo fresco, alegre y delicado y que mejor que elegir alguna de las cantantes francesas que pusieron de moda en los años sesenta el espíritu del mediterraneo, la minifalda y la dolce vita. En este caso es France Gall y su “Baby Pop”, disco en el que aparece esa joya titulada: “Attends ou va-t’en” que recuerda tanto y a tanta y tanta gente al genial Juan de Pablos.
Sonando ahora mismo en mi ipod: New Amsterdam - Elvis Costello (Get Happy!)