Música para jóvenes

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Con esto de que cuando una generación conquista o inventa algo termina por imponerlo sin matices ni fisuras a las generaciones subsiguientes (tema que últimamente me obsesiona sobremanera) resulta que también se ha quedad el “San Benito” de que la música Pop es cosa de jóvenes. Sin entrar a valorar el concepto de joven o “cosa de jóvenes”, que evidentemente tendría muchas lecturas, me basta esparcir un par de datos para demostrar lo estúpido de tan asentada frase. La música Pop, o lo que hoy entendemos como música pop, cuajó en la tan gloriosa como dañina década de los 60 y es allí exclusivamente donde tenía sentido la ligazón, igual que lo tenía el asociar la música de los melenudos con la chavalería. Hoy no es así pero los periódicos serios, la administración, los políticos y en general toda esa estirpe de antiguallas sigue asociando el concepto de música pop a la juventud. Las críticas de discos de música pop van en el suplemento juvenil pero no en el cultural, los ciclos de música (seria) patrocinados por el ayuntamiento o el uso de espacios públicos acondicionados son exclusivamente para la música clásica que como todos sabemos está tremendamente arraigada entre la población mientras que los “conjuntos” de Rock se dejan para que la chavalería disfrute en las verbenas de barrio mientras todos asumimos que conocer al dedillo la historia del Rock & Roll es de frikis con síndrome de Peter Pan mientras que conocer los líos de faldas de Stravinski es cosa de cultos. En fin, el que es imbécil lo es independientemente de que lo merezca o no así que poco puedo hacer más que denunciar la mentira que es todo lo anterior. Ahí van tres de los disco que he escuchado esta semana, todos ellos fabricados por tipos que pasan los cuarenta tacos y todos ellos de una sensibilidad y complejidad que los estúpidos que mal dirigen este mundo no entenderán en su vida y por lo tanto asumirán como de rabioso Pop de quita y pon.

El primero de ellos, el genial Roger J. Manning Jr., ya se aseguró un lugar privilegiado en mi ipod con su anterior disco el maravilloso “The Land of pure Imagination” del que ya hablé hace unos meses. Desde que escuché hasta la extenuación su anterior trabajo he estado periódicamente indagando a la espera de una nueva entrega de las locuras musicales del americano. El año pasado me llegó la noticia de que existía un nuevo disco del ex Jellyfish con la sorprendente desgracia de que sólo estaba editado para el mercado japonés. Un buen amigo, lector de esta bitácora, me dijo hace unos meses que lo había escuchado (o que conocía a alguien que lo había escuchado) y que lamentablemente el nivel era muy inferior al anterior. Aun así, el efecto que produjo en mí su otro trabajo era tan grande que decidí arriesgarme a comprobarlo por mí mismo y seguir con la busca. Hace un par de semanas me enteré que el disco había sido publicado ya en Estados Unidos también y pocos día después un conocido me dijo que ya lo tenía y que si quería escucharlo. No quiero ni pensar como lo habrá conseguido pero no he podido resistir la tentación de comprobar si efectivamente era un fiasco o no. Nada más lejos de la realidad. El disco me encanta, no sé si tanto como el anterior pero lo suficiente para declarar públicamente que me encanta. La diferencia fundamental es que este “Catnip Dynamite” es un disco infinitamente más difícil que el anterior que es lo que probablemente eche para atrás a los impacientes consumidores masivos de música. A mí sin embargo me gusta más cada vez que lo escucho. A pesar de las exageraciones de producción, el histrionismo cercano a Queen y sobre todo el excesivo minutaje (creo que no hay una canción que baje de los 5 minutos), el disco es un tratado de música Pop completo, complejo y muy pero que muy bonito. Un genio el señor Manning.

Otro de los discos es uno de esos que cuando ves colgado en la estantería de una tienda no puedes resistirte a comprar sin saber tan siquiera que existía. The Jayhawks es uno de mis grupos favoritos y probablemente la banda que me hiciese definitivamente desprenderme de mis prejuicios para con la música tradicional americana. De entre su muy interesante discografía se puede sacar un puñado de canciones más que gloriosas que rozan siempre las cotas más altas. Tras la publicación de su fabuloso “Hollywood town Hall” uno de sus dos líderes, Mark Olson, decidió abandonar la disciplina de grupo embarcándose en una bastante más modesta y clásica carrera en solitario. El otro líder, Gary Louris, decidió seguir con la aventura unos cuantos discos más (para mi muy buenos también a pesar de los detractores) hasta que también decidió abandonar la etiqueta y publicar en solitario. Siempre se ha especulado sobre los motivos de la ruptura de tan fructífera relación y casi siempre también las mismas especulaciones hablaban de una relación no demasiado amistosa entre los protagonistas. Por eso mi sorpresa fue mayúscula cuando en Escridiscos vi una portada con dos tipos y el título “Ready for the flood” firmado por Mark Olson & Gary Louris. El disco no es un disco de los Jayhwaks, ni estaría entre mis discos favoritos de los Jayhawks si lo fuese (me parece buena idea dejar el legado donde está), pero tiene más gracia (para mí) que por ejemplo el último trabajo de Gary Louris. Un ejercicio eminentemente acústico que entre guitarras acústicas y una instrumentación Country pero casi minimalista abusan sin cansar de los juegos de voces que tanta gloria les dieron. Un disco reposado, muy agradable, íntimo y sensible que suena natural, modesto, maduro y sencillo. He leído por ahí que esa era la intención de la pareja así que enhorabuena.

La última entrega se trata de “49 Arlington Gardens” el último disco de Nick Garrie, un jovenzuelo de 60 “tacos”, por lo visto oscurísima leyenda de la escena psicodélica inglesa y del que yo particularmente no sabía nada. Me dejaron el disco vendiéndomelo como una maravilla que me encantaría pero debo reconocer que no ha sido tanto. El arranque es prometedor con una preciosa canción llamada “She hides behind the sun” pero a partir de ahí el disco entra en una especie de altibajo constante con una producción tirando a horterilla, demasiado acaramelada (muy significativo que yo precisamente diga eso) y mezclando canciones en francés que sinceramente no me pegan. Le he dado varias escuchas pero no he logrado pasar de ahí. Es como si fuese un disco formado con piezas inconexas puestas una detrás de otra de forma artificial para construir un disco que no es tal. Absténganse amantes de la psicodelia porque no tiene nada que ver. Es un almibarado pop acústico muy bonito en ocasiones y poco creíble otras.

Cool

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Esta misma semana reflexionaba en otro sitio y por otras razones de la generación que nos ha precedido. Es normal eso de que tan mal hablen los padres de la generación de los hijos como que ocurra en sentido contrario, no es ninguna novedad, pero de lo que no estoy tan seguro es de que muchas generaciones tengan tanta y tan prolongada influencia como la que nos ha precedido a nosotros. Esa que dejó atrás las crisis de la posguerra mundial (y en nuestro caso una amarga dictadura) para llevarnos a todos de la mano hacía en todopoderoso mundo occidental contemporáneo es la que tomó el poder cuando correspondía pero no lo soltó cuando tocaba. En lo político las lecturas son tantas, tan variadas y tocan tantos campos que creo que no viene a cuento hablar de ello, y menos aquí, pero me temo que también en lo musical ha marcado y siguen marcando las reglas.

La música popular, o como le quieran llamar, nació en los controvertidos años 60 como tantas cosas. Cambió la forma de entender el mundo de la música en general, abrió las puertas a que una veta económica de negocio de dimensiones impensables entonces... pero ahí se ha quedado. Quiero decir que los mandamientos que se crearon en esos años son los mismos que seguimos usando ahora para casi todo lo cual es algo que en cierto modo me da urticaria y me hace pensar sobre la razón de que nadie nunca cuestione nada. Probablemente sea porque siguen mandando los mismos que mandaban entonces. No quiero tampoco extenderme mucho en el tema pero en esos años, supongo que debido a las características sociológicas de la época, los artistas cool eran los que iban mal peinados, eran chicos malos, se drogaban, eran bohemios, hacían ruido, tocaban alto. eran modernos y tenían una enfermiza dependencia de la moda. Hoy sigue pasando lo mismo. Hoy los gurús de la prensa musical (británica, americana o sus sucedáneos patrios) utilizan parámetros aparentemente vanguardistas para decidir lo que es cool y lo que es hortera, lo que está de moda y lo que no, lo que es muy moderno y lo que es revival pero resulta que lo único que hacen es repetir los mismos esquemas que utilizaban sus abuelos lo cual es muy triste y si estos tipos encantados de haberse conocido fuesen consciente de ello lo sería todavía más.

Por eso muchas veces es imposible saber lo que es cool o moderno atendiendo simplemente a criterios objetivos. Si le propongo a un ultra-indie, de los que gasta más dinero en complementos y asesoramiento que en música, el disco de un tipo con gafas feas, voz de crooner, instrumentista de ukelele y cuya música es una mezcla de folclore americano de los años 40 o 50, doo-doo-ah y beat luminoso, orquestado con una base rítmica sencilla e instrumentos acústicos seguramente estén pensando en un disco de revival de alguien que no pasará a la historia de la música por su encanto así que pasarán de ello. Pero si por otro lado le propongo el disco de un friki-cool americano, que hace pop “indie” de tinte naive y que sobre todo es amigo y colaborador de los modernísimos Animal Collective que han tenido la deferencia de publicar su disco en su sello, el amigo ultra-indie de catecismo se pondrá jubiloso de contento y abrirá la puerta de la retentiva para los sonidos clásicos, puerta que por otro lado normalmente está cerrada. Es así y lleva pasando 40 años. Centrándonos en lo importante, el disco en cuestión es “The Good Feeling Music of Dent May & His Magnificent Ukelele”, el trabajo de debut del estadounidense Dent Mae y realmente es todo lo que he dicho anteriormente. Si te gusta estar a la moda es algo que te interesa porque supongo que será algo en lo que se fije el personal de vanguardia. Si lo que te interesa es la música también te interesa y mucho porque se trata de un trabajo tremendamente agradable e ingenioso, de sonido clásico pero personal y de personalidad fundamentada en algo tan original como la guitarra hawaiana: el Ukelele. Todo ello soportado por un buen puñado de canciones interesantes y bonitas que hacen del conjunto un gran disco.

Mucho más cool para mi pero mucho menos cool para el universo es el fascinante mundo de un desconocido colectivo musical llamado The Bamboos nacido y afincado en Australia que recrea sonidos groovy nadando entre el soul, el funk y el pop a través de medios e instrumentos modernos. El logotipo que aparece en la contra portada de su último disco (un ipod cuyo circulo de volumen y selector de pistas es un tocadiscos) define perfectamente su concepto fundacional. Tienen varios discos anteriores (que intentaré adquirir en cuanto pueda) pero el que he estado disfrutando esta semana es el que me compré hace unas semanas que no es otro que su última entrega, “Side Stepper”, un ejercicio brillantísimo de Funk-Soul con mucho medio tiempo bailable y varios cortes instrumentales magníficos que supongo haría las delicias del propio Eddie Bo. Me imagino que los talibanes del género renegaran de ellos por no haber nacido antes de 1960 pero que quieres que te diga, volvemos a lo que comentábamos al principio. La intolerancia sectaria tampoco es nueva en esto de la música.

Así que puestos a tocar las narices he decidido terminar la semana con algo completamente un-cool lo cual es complicado porque muchas veces buscando el límite se cierra el círculo y lo que podría ser el horror acaba siendo lo más. No creo que sea el caso pero francamente me da igual así que me he dado una buena ración de Gilbert O’Sullivan, un tipo irlandés muy conocido en su momento que encarna como nadie ese concepto de cantante horterilla y casposo en sus pintas pero que, ay amigo, es poseedor un saco de canciones que son la envidia de mucha gente como este que escribe. Alguien me pondrá definitivamente la cruz por ello pero desde aquí declaro, sin dobles lecturas, mi rendida admiración por las composiciones y el sentido melódico de este tipo. Tiene un puñado de hits redondos impresionantes que sinceramente creo que están al alcance de muy pocos talentos. Basta pegarle una vuelta a un recopilatorio cualquiera como el último hasta la fecha “The Berry Vest of...” para comprobarlo.

Punk

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Durante esta lluviosa semana me he leído un libro interesantísimo que recomiendo a los enfermos de la música como yo. Se trata de “No Irish, no Blacks, no Dogs” o lo que es lo mismo una especie de autobiografía de John Lydon, el mítico Johnny Rotten cantante de los Sex Pistols. Para mí ha sido toda una revelación sobre un personaje del que no conocía más que sus escaparate público donde no salía precisamente bien parado. Me ha servido para aprender que el tal Rotten es un tipo bastante más inteligente de lo que yo me había imaginado, que el movimiento tenía unos cimientos bastante diferentes a los que yo creía y que muy probablemente murió en el mismo momento el que todo el mundo pensó que estaba naciendo. Siempre había tratado el concepto Sex Pistols como un producto prefabricado de la normalmente pujante prensa británica y algunos listos que se lucraban también con el fenómeno pero después de leer el libro he tomado algo más de conciencia sobre lo que se cocía por entonces en la sociedad londinense, de donde venía todo ese rompedor movimiento que cuando yo era pequeño tanto me sorprendía y sobre todo lo que era y es el Punk, que por cierto tiene poco que ver con lo que la mayoría de gente cree entender por Punk, con lo que ha ganado en credibilidad para mí.

Así que lo primero que hice al acabar el libro fue hacerme con su único LP publicado como tal, el mítico “Never mind the Bollocks”, para volverlo a escuchar desde esta nueva perspectiva. Debo decir que me encaja y que me encaja mucho mejor que antes. El paso del tiempo y la degradación de los conceptos hace que cuando ahora escucho hablar de Punk inmediatamente el resorte que salta en mi cerebro es el del estilo musical conocido como Punk o Punk-Rock que efectivamente coincide con lo que hacían los Sex Pistols en 1976 pero también otros grupos lejos del norte de Londres como los Ramones hacían algo parecido (y antes) así que la creación de ese sonido no es tan evidente que pueda atribuirse a los ingleses pero otra cosa es el concepto como forma de pensamiento que en sí es muy británico y probablemente si nazca de la cabecita del señor Lydon. El disco es un ejercicio más que digno de Punk-Rock (por mucho que les tacharan a los Pistols de no saber tocar, que es algo que no queda tan evidente en el disco), bastante menos feroz de lo que se cuenta y con canciones más o menos impecables en lo musical pero interesantísimas siempre en lo lírico, especialmente haciendo el ejercicio de abstracción de colocarse en la época. Cuando confluyen las dos cosas se consiguen auténticos hits atemporales como “Anarchy in the UK” o “God sabe the Queen”. Desde un punto de vista nostálgico pero intentando ser realista me parece un disco imprescindible para entender lo que ha sido y es la cultura Pop antes y después de 1977. No sólo por la cantidad de grupos que en lo musical se han visto influidos sino también por una influencia algo más soterrada en todos esos aspectos que toca la música más o menos de refilón: creación, discográficas, producción, giras, el mundo de los artistas, el concepto de poesía en una canción, etc… prometo que yo era uno de los que no pensaba así antes de leer el libro.

Y es que otra de las cosas que me han quedado claras es que los Sex Pistols hoy nunca hubiesen tocado música Punk-Rock. El propio Lydon lo dice en el libro insinuando que lo más cercano que existe ahora sería el Hip-hop. Yo quizás no llego a tanto pero probablemente sea más Punk intentar construir canciones Pop de estructura desorganizada evitando los elementos clásicos (guitarra, bajo, batería) que imitar perfectamente a los Ramones haciéndolo incluso mejor que ellos. Así que con esto en la cabeza decidí dar una segunda oportunidad al grupo del momento: Animal Collective.

No soy capaz de recordar la razón pero la idea que yo tenía hasta la semana pasada de Animal Collective es la de que eran un auténtico tostón. Supongo que alguna vez habré escuchado algo de alguno de sus discos anteriores (creo que tienen más de 8 LPs anteriores) pero lo cierto es que tampoco recuerdo hacerlo. ¿Prejuicios? Puede ser pero lo que si recuerdo es escuchar con más pena que gloria el último disco de Panda Bear (trabajo en solitario de uno de los miembros de Animal Collective) y quedarme igual que al principio sin entender nada. Pero me armé de valor, le pedí a un amigo ultra-indie el último disco de los americanos, “Merryweather Post Pavillion” y no sin cierto recelo me puse a escucharlo… pues bien puedo prometer y prometo que me ha gustado. Ejem…, me ha gustado mucho. Efectivamente es un disco desestructurado, de esos que buscan ambientes creados por sonidos oníricos poco convencionales en cada corte, que hablan de cosas difíciles de entender y que en lo musical lo basan todo en las posibilidades de la música electrónica, loops enervantes, ritmos raros (en ocasiones incluso de tinte africano), voces conscientemente lejanas y grandes desarrollos. Si yo leo todo esto a priori me resultaría tan poco atractivo escucharlo que no lo haría pero lo cierto es que reconozco que encaja. Encaja perfectamente y el disco es una sucesión coherente de piezas que revitalizan el concepto de canción. Sé que decir esto queda muy elevado o arty pero no es mi intención. El disco es raro (no podía ser de otra forma) pero prometo que lo he disfrutado. Será el efecto Lydon aunque no creo porque seguramente el señor Rotten diría que es una puta mierda cocinada por y para snobs de clase alta. O no, vete tú a saber.

En uno de los muchos pasajes del libro en los que el señor Lydon intenta explicar lo que es el Punk dice algo así como que “no es muy Punk tocar canciones bonitas de amor… a no ser que eso sea lo que la gente NO QUIERE ESCUCHAR”. ¡Exacto! ¡Qué grande es Jhonny Rotten! Esa es la clave. Hay que tener en cuenta de donde venía el Punk y que 2009 no es 1977. En 2009 lo grupos de Rock tienen que ser malos, contestatarios, irreverentes, fanfarrones, drogarse y mofarse de la gente para ser populares y aceptados. Paradójicamente eso es lo estándar. Los grupitos de las películas de Walt Disney o los grandes superventas van vestidos de punkis y tocan con guitarras distorsionadas. Escupen y dicen tacos con la precisión milimétrica que marcan sus discográficas e incluso entre la música más seria hay que andarse con mucho ojo si uno no quiere ser tachado de “moñas”. ¿Qué mérito tiene hoy en día ser malo y roquero? Ninguno. Hoy lo que tiene mérito es tocar canciones bonitas de amor. Hay que tener un par de huevos o saber que vas a ser marginado por la masa que todo lo mueve para hacer algo así y en ese hueco (con el que me identifico) es donde encaja el último disco de la semana: “High Five” de los escoceses Primary 5. El grupo en realidad no es tal sino el vehículo que utiliza el señor Paul Quinn, ex batería de los Soup Dragons y ex batería de los Teenage Fanclub en sus mejores discos, para desarrollar sus canciones. Efectivamente se trata fundamentalmente de canciones bonitas con ese sonido tan típico y reconocible de los Teenage Fanclub y sus grupos satélite de Glasgow natal. El disco no está mal pero me pasa lo mismo que con los anteriores, que no pasa de ahí. No puedo decir que tenga una canción mala pero tampoco puede destacar una sobre las demás y eso es una sensación que me frustra. Es de esos discos que nada más ponerlos tengo la sensación de que me van a encantar… pero luego no es así. ¿Qué diría John Lydon de todo esto? Supongo que algo así como: Fuck you!