¡Feliz Navidad!

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Pues ya está aquí, ahora sí que sí. Ya estamos en eso que genéricamente denominamos “las navidades”. Sé que a mucha gente es una época del año que le repugna soberanamente, y no puede decir que no tengan poderosas razones para ello, pero reconozco que a mí es algo que siempre me ha gustado. Hasta hace pocos años de hecho era mi época favorita del año y disfrutaba como un enano repitiendo las mismas rutinas de siempre, las cenas de familia donde siempre pasa lo mismo, las infumables películas de sobremesa donde la gente es buena y sale papa Noel, las luces de la ciudad, la San Silvestre del barrio donde tantos años he vivido, los SMS a gente que hace años que no ves… de hecho servidor tiene sus propias rutinas navideñas que repito año tras año como encender una vela cuando me levanto el día 31 de Diciembre y dejarla todo el día encendida, ordenar todos mis discos ese mismo día, escribir a mano una lista de deseos para el próximo año, memorizarla para repetirla mientras me como las uvas, acabar con el libro que esté leyendo antes del 31 y no empezar otro hasta después, hacer mis listas de lo mejor del año… y otras muchas que me da vergüenza decir. Hace dos o tres años que sin embargo me agobia llegar a estas fechas, por razones siempre ajenas a mí y a mi forma de entender la vida, pero he decidido intentar que este año no me afecten así que voy a hacer un gran esfuerzo para ello.

Una de las ideas “navideñas” que tuve el año pasado fue la de recopilar discos de motivo navideño para que estuviesen sonando en las cenas familiares. Bueno, en las cenas familiares donde tenía sentido que estuviesen sonando. No estoy hablando de villancicos cutres, ni de recopilatorios del Carrefour para “estás fechas tan señaladas”. Era una costumbre muy extendida el que artistas consagrados editasen un disco navideño y ahí están los discos clásicos de Elvis Presley, Frank Sinatra o el maravillo disco navideño de los Beach Boys para comprobarlo. Cuelgo aquí algunos otros y con ello me despido hasta el año que viene en el que espero volver a mantener vivo esto blog.

Una magnífica opción para culquier velada es este disco que se sacó de la manga a principios de los años 60 el productor del momento, el hombre asociado a un sonido, el creador de estrellas, el tipo que sentenció que la música Pop moriría en el momento en el que el Stereo fuese una realidad… Phil Spector. Tras el “original” nombre de “A Christmas Gift for you from Phil Spector” se recopilan algunos personales míticos tocados por la mano del amigo Phil (The Ronnetes, The Crystals o Darlene Love) que se dedican a repasar un significativo puñado de clásicos navideños con el sonido que hizo famoso al señor del “muro de sonido”. Interesante y agradecido.Un artefacto añejo, ampuloso y grandilocuente. Phil Spector cantando villancicos que es algo que en principio no suena nada mal. El disco es tan bonito y está tan bien hecho que es uno de esos discos que elevan bastante la categoría y el prestigio del concepto “disco navideño”.

Otro disco bastante resultón por lo alegre que es, lo bien que está tocado y porque está francamente es el “Boogie Woogie Christmas” firmado por The Brian Setzer Orchestra. Brian Setzer es el líder carismático de los míticos Stray Cats, grupo de rock’a’billy o punck’a’billy o psycho-billy o rock and roll o como se le quiera llamar que revivió el género y lo dotó de buena salud hace ya un par de décadas. Por esas cosas entre los Mods y los Rockers y teniendo en cuenta que éste que habla siempre ha estado más cerca de los primeros que de los segundos, el fenómeno Stray Cats es algo que se me pasó en su momento desgraciadamente. Cuando Brian Setzer dejó definitivamente la dinámica de grupo lo hizo para iniciar una carrera en solitario que sin desprenderse de lo que musicalmente siempre había hecho se adentraba algo más en los terrenos del Swing y las Big bands. En ese marco se encuadra este otro disco navideño en el que rodeado de su banda de metales el amigo Brian se dedica a desgranar clásicos navideños con un delicioso toque Swing (¡hasta se atreve con la “suite del Cascanueces”!). Una estupenda opción para arrancar la velada, especialmente con la degarradora revisión del “Jingle Bells” que se marcan.

Dentro del mundo del indie no es tan normal encontrar este tipo de discos navideños pero haberlos los hay aunque como es de esperar, viniendo de donde viene, el espíritu se sitúa algo más alejado de la alegría de los álbumes digamos más ortodoxos. Un buen ejemplo es esa bonita caja navideña que editó hace un par de años ese tipo misterioso y talentoso llamado Sufjan Stevens con el nombre de “Hark! Songs for Christmass” y que reúne nada menos que 42 canciones de temática navideña al siempre con el peculiar estilo del tal Sufjan. Personalmente me declaro un rendido admirador de este artista y en especial de su colección de discos dedicados a los Estados Unidos (Michigan e Illinoise hasta la fecha). Raro, denso, lento, profundo, espiritual,… son los parámetros que rigen la música de Sufjan Stevens y también son los parámetros que mueven este trabajo aunque la tradicional orquestación de sus producciones de estudio queda parcialmente aparcada en esta ocasión y casi todas las canciones están vestidas con lo mínimo imprescindible. Si no eres muy fan del tipo puede llegar a hacerse muy pesado así que aviso de ante mano. A mi reconozco que me gusta.

Y un poco por cerrar el círculo (60’s-pop, R’n’R, Indie,…) un disco de uno de los géneros que más discos navideños ha producido y que no es otro que la música Jazz. Hay muchos discos de este tipo e incluso varios recopilatorios muy buenos y dignos pero hoy me voy a quedar con una de las más grandes divas del Jazz y el Swing como es Ella Fitzgerald y su magnífico “Ella wishes you a swinging Christmas” donde ya en el clarificador título aparece lo que te vas a encontrar. Todas esas canciones que aparecen en las películas americanas cada vez que los protagonistas se están enamorando en Nueva York nevado durante la época navideña. A eso es a lo que me recuerda este disco cada vez que lo escucho (siempre en Navidad). Bonito, cálido y elegante, así es esta pequeña joyita de la discografía de la Ella.

En fin, lo dicho. Feliz Navidad a todos que el año que viene sea el mejor.

Últimas copas

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Los finales de año suelen tener un efecto raro en mí. A veces me da por la euforia sin sentido y por el irracional optimismo de pensar que lo que va a venir va a ser muy bueno pero otras me da por justo todo lo contrario. Me temo que estoy más cerca de la segunda opción que de la primera y me frustra todavía más el pensar que no tengo ninguna razón para ello porque haciendo una cuenta objetiva de las cosas que me rodean soy, sin ningún género de duda, un tipo afortunado. Pero esta semana mi estado anímico se ha solidarizado con el tiempo atmosférico, ese que planta un melancólico y frío gris en todos los átomos del paisaje. Un esfuerzo que no ha valido para nada, un cansancio mal empleado, un nuevo pequeño disgusto de alguien a quien quieres, un sentirse ninguneado, una injusticia, un peso repentinamente atroz que te sientes incapaz de soportar… esas pequeñas tragedias.

Y así estoy, en las últimas semanas del año, esas en las que en lo musical suelo intentar descubrir ese disco maravilloso del 2008 que se me ha pasado sin que me diera cuenta pero sin tener ganas de hacerlo y refugiándome en canciones lentas que inspiran paisajes melancólicos por encima de otras opciones más inspiradoras y terapéuticas. Aquí va una pequeña muestra de lo menos obvio…

Un disco que he escuchado esta semana es precisamente uno publicado este mismo año y que probablemente sea el disco de género que más me ha gustado. Se trata de una banda americana llamada The Felice Brothers y su último álbum del mismo nombre. Una banda nacida en el precioso valle del Hudson en el estado de Nueva York (¡he estado allí!) y que estilísticamente siembra sus raíces en el Folk americano tradicional o el rock-folk clásico y ciertamente destilan clasicismo por todos los poros lo que no es ningún problema para que el resultado me resulte tremendamente agradable, no sé si precisamente por el momento tan ideal en el que escuché el disco por primera vez (esas cosas marcan) o porque realmente es un gran disco, aunque estoy casi convencido de que se acerca más a esto último. A pesar de que la voz principal es prácticamente igual que la del Bob Dylan original (me dijeron el otro día que en una reseña del disco decían que era como Bob Dylan cantando después de algunas lecciones de canto) y de todo lo dicho anteriormente el disco suena honesto y verdadero con pasajes muy bonitos. En especial me gustan los cortes en los que se vuelven más “circenses” y hacen uso de instrumentos de viento pero el grueso del álbum es americana de corte acústico y lírica desgarrada. El único problema que le veo al disco es un excesivo metraje que a mi particularmente me parece exagerado y que impide el que pueda disfrutar del disco en una sentada. Creo que es una buena recomendación para la gente que el gusta este tipo de música pero no la mejor opción para adentrarte si eres alguien con cierta alergia a los sonidos en torno al Country americano.

Me es difícil hablar de los BMX Bandits entre otras cosas porque son uno de mis grupos referencia. Para muchos prácticamente un grupo de juguete y no muy a tener en cuenta y puede que no sean el mejor grupo sobre la tierra pero para mi, por eso de que asocias canciones con momentos felices, son de esas formaciones musicales que más y mejores momentos me ha dejado en la soledad de mi habitación. Sus primeros discos están almacenados en una parte privilegiada de mi cerebro y allí estarán para siempre. La banda se formó y giraba en torno a los talentos de dos músicos de Glasgow famosos en el mundo indie pero auténticos desconocidos para el mundo en general como son Douglas T y Francis Mc Donald y para mi esos son y serán siempre los BMX Bandits aunque ahora las cosas sean diferentes. En mi opinión la banda culminó con “Gettin’ Dirty” en 1994 publicado por Creation y a partir de ahí lo que se publica con ese nombre es otra cosa distinta. Mejor o peor pero distinta. El siguiente disco que salió con el mismo nombre de la banda fue el irregular (aunque todavía con momentos gloriosos) “Theme Park” y partir de ahí pasaron casi 7 años hasta el siguiente disco, “Down at the hop”, que personalmente creo que no debería haber salido como disco de BMX Bandits nunca ya que supone un claro punto negro para el nombre (al menos en mi modesta opinión). Esta última referencia había hecho que no me interesase mucho por escuchar el último trabajo públicado bajo etiqueta BMX, “Be sting”, pero me estaba equivocando. Con “Be Sting” se recupera la dignidad y se eleva de nuevo al pop hacia las cotas donde siempre debería estar el nombre de los “bicivoladores” (infame título con el que se estreno en España la película “BMX Bandits”). Vale, que canta una voz femenina que antes no estaba y vale que todo recuerda (¿demasiado?) al cerebro de mis admirados The Pearfishers (miembro estable de la banda ahora) pero da igual. ¿Qué más da mientras sea Pop?

Y para terminar algo que lleva mucho tiempo en mi discografía pero que recuperé el jueves viendo “cuéntame”. En el momento en el que al pobre “antoñito” le estaba dando un infarto los programadores de esa buena serie, rara avis entre la producción nacional, decidieron dar muestra de su buen gusto (puesto en duda seriaamente con la nueva versión de la cabezera de la serie) adornando la escena con la música de Astor Piazzola. A la mañana siguiente “Libertango” estaba sonando en mi ipod. Piazzola es un referente en la música argentina y particularmente en el Tango, género al que llevó hasta límites inéditos hasta entonces. Para mi escuchar a Piazzola es escuchar a Buenos Aires y aunque sé que suena a frase de almanaque prometo que lo digo de corazón. “Adios nonino” por cierto, es una de las melodías más bonitas que he escuchado en mi vida (aunque la versión que aparece en “Libertango” no es precisamente mi favorita) y es de esas canciones que la primera vez que las oyes piensas que siempre han estado en tu cabeza.

Segundas oportunidades

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Eso de “dar una segunda oportunidad” es algo que últimamente se estila poco (si es que alguna vez se ha estilado) porque seamos sinceros, las segundas oportunidades nunca son verdaderas segundas oportunidades. Decimos que damos otra oportunidad pero en realidad sigue doliendo aquello que ocurriese en la primera ocasión, con lo que en el mejor de los casos los ojos estarán muy abiertos y la receptiva a flor de piel, si es que no has decidido ya de antemano condenar al autor por los motivos originales y haga lo que haga después.

La verdad es que tampoco me parece mal. Siempre he odiado esa coletilla cristiana del saber perdonar tan cacareada en los dogmas religiosos básicamente porque me parecía una sutil ranura por la que se colaban los listos. Yo podía haber sido fiel a mi novia durante 20 años mientras la novia de mi amigo era incapaz de soportar en peso de la pronunciada osamenta que crecía en lo alto de su cabeza cada fin de semana pero eso sí, mi amigo pedía un sentido perdón cada vez que volvía de ampliar sus horizontes y los dos, el y yo, volvíamos a estar en la casilla de salida. ¿De qué me sirve ser bueno si a los que no lo son les basta con pedir perdón para estar a mi altura? ¿Quién me compensa a mí ahora por todo lo bueno de ser malo que no he podido disfrutar? Me siento estafado. Por eso precisamente no soy famoso de ser un tipo muy tolerante con los que obran mal ni soy muy amigo de las segundas oportunidades aunque el tiempo y el juicio que poco a poco entra en mi ser (¿o era que sale?) está cambiando mi perspectiva. No sé si esto es bueno o malo pero al menos en este caso gracias a las segundas oportunidades he podido disfrutar de tres buenos discos que de otra forma nunca hubiese disfrutado.

Llevo un par de años escuchando y leyendo muchas (demasiadas) referencias a Brian Wilson entre las lumbreras indie utilizadas para hablar de artefactos sonoros de difícil calificación. Si fuese algo que estuviese bien cimentado o que fuese realmente verdad no tendrían ningún problema con ello y de hecho estaría encantado porque significaría que el mundo ha aparcado momentáneamente esa locura estúpida, instaurada hace años entre los creadores de moda musical, que dicen que la melodía y la música pop son cosas del pasado (prefiero no comentar la impresionante estupidez de tal afirmación), pero desgraciadamente no es verdad. Estoy harto de comprarme discos cuyo corazón creativo parece estar basado en las locuras del señor Wilson y que en realidad solamente se trata del enésimo bodrio pseudointelectual que dormiría tanto Brian Wilson como a este que escribe. Evitaré dar nombres porque últimamente estoy harto de enfrascarme en peleas cibernéticas pero hay más de uno. Cuando escuché hablar por primera vez de Fleet Foxes se me pasó todo esto por la cabeza (también hablaban de referencias a los Beach Boys y otras cosas que no tenía nada que ver) así que pensé que era la misma historia otra vez y aparque el disco. Me equivoque. Sin que me parezca la “maravilla irrepetible” que le parece a mucha gente por ahí, sí que me parece un buen disco bien hecho, bien escrito y con momentos muy altos. Se me hace algo pesado en el último tramo pero probablemente porque es uno de esos discos para escuchar concentrado lo cual es harto difícil hoy en día. Las referencias a Brian Wilson puede que existan (o no) pero se difuminan en el fondo y no me parecen precisamente patentes permanentemente, que por otro lado es como tiene que ser. Es pop campestre, calmado con un aroma a espiritualidad hippie y sentimiento bastante cuidado que podría parecer forzado pero no lo es puesto que suena honesto que es lo que generalmente me falta en este tipo de discos. Un buen disco de debut, sin duda.

Al igual que me parece muy interesante ese combo llamado The week that Was que ha editado el ecléctico disco que tiene el mismo nombre del grupo. Me consta que la banda cuenta con miembros de Field Music entre sus cerebros lo cual es una garantía aunque el resultado visible no tenga mucho que ver con la referencia. El disco es bastante difícil de escuchar en el sentido de clasicismo puesto que las estructuras son poco ortodoxas, los estribillos desaparecen, los ritmos dejan pequeña la definición de originales y casi todo está envuelto en un halo de rareza de esa que tanto gusta a los críticos que les encanta escribir de música pero no tanto escucharla. Sin embargo el disco suena natural y nada forzado lo cual es tremendamente difícil de conseguir con ese planteamiento y esto es algo que lo digo tanto como músico como consumidor de música. Una especie de Pop progresivo que no me gusto al principio pero a fuerza de despertar mi curiosidad ha terminado colándose entre los discos más pinchados en mi ipod.

Igual que lo ha hecho esa humilde joyita llamada “Getting to the point it beside it” que ha publicado el grupo denominado I love Math. Reconozco que lo primero que me llamó la atención fue precisamente el nombre de la banda que no puede ser más friki (¡me gusta!) aunque por entonces pensé que era otro “grupito indie”, sin más, y tampoco sabía que se trataba de una especie de supergrupo indie con miembros de Old 97’s o Apples in Stereo y lo dejé aparcado. Tampoco es que el tema de sus miembros sea muy significativo porque yo no encuentro el Country modernizado de los Old 97’s ni las locuras Pop de los Apples in Stero sino que más bien el resultado es un bonito álbum de soft-pop ingenioso y delicado a partes iguales que podría haber firmado unos Belle & Sebastian americanos o uno de entre tantos grupos de lo-fi que habitan en la América profunda pero esta decidido por fin a escribir un disco de pop a secas. Un interesante descubrimiento sin duda que también dejé injustamente en la esquina del ipod durante mucho tiempo.