Top 50 (2009)

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Como no podía ser menos aquí está mi lista del año pero para ser coherente debo decir que personalmente no hago mucho caso en términos absolutos a estas listas porque creo que tienen una carga de subjetividad demasiado grande como para ser tomadas en serio. Ahora bien, precisamente por lo mismo y si tienes cierta afinidad con el tipo (o tipos que las publican) siempre pueden servir para descubrir cosas emocionantes. Por todo ello y por si a alguien le interesa ahí va:


1 Madness – The Liberty of Norton Folgate
2 Wilco – Wilco (the Allbum)
3 Sondre Lerche – Heartbeat Radio
4 Fitness Forever – Personal Trainer
5 The Pain of being pure at heart – The Pain of being Pure at Heart
6 The Duckworth Lewis Method – The Duckworth Lewis Method
7 Antony & the Jhonsons – The Crying Light
8 Wild Honey – Epic Handshakes and Bear Hug
9 Ben Kweller – Changing Horses
10 Attic Lights – Friday Night Lights
11 Jason Mraz – We sing, we dance, we steak things
12 Clem Snide – Hungry Bird
13 Dent May – The good feeling…
14 Phoenix – Wolfgan Amadeus Phoenix
15 The Felice Brothers – Yonder is the clock
16 Animal Collective – Merriwater Post Pavl
17 Cornershop – Judy Sucks a Lemond for breakfast
18 Kings of convenience – Declaration of Dependence
19 The Rumble Strips – Welcome to walk alone
20 Bill Callaham – Sometimes I wish we were an Eagle
21 The Leisure society – The Sleeper
22 Brendan Benson – My Old Familiar Friend
23 God help the girl – God Help the Girl
24 Cymbals eat guitars – Why there are montains
25 The Sunday Drivers – The End of Maiden Trip
26 The Clientele – Bonfires on the Health
27 Mamá – La major Canción
28 The Elastic Band – Boogle Beach Days
29 Graham Coxon – The Spinning Top
30 The Dirty Projectors – Bitte Orca
31 The Decemberist – The Hazards od Love
32 King of Prusia – Save The Scene
33 The Autum Leaves – Long Lost Friend
34 Richard Hawley – Truelove’s Gutter
35 Andrew Bird – Noble Beast
36 Girls - Girls
37 Camera obscura – My Maudleen Career
38 Grizzley Bear - veckatimest
39 Mark Olson & GaryLouris – ready for the flood
40 Campbell Stoke sunshine rec – Make your ears smile
41 The tomorrows – Jupiter Optimum Maximum
42 Beirut – March of Zapotec/Holland
43 Prefab Sprout – Let’s change the world with music
44 Eugene Mc Guiness – Eugene Mc Guiness
45 Sufjan Stevens - BQE
46 The boy least likely to – The Law of the Play ground
47 Franz Ferdinand - Tonight
48 The Flaming Lips - Embryonic
49 Bonnie Prince Billie – Beware
50 Wavves – Wavves

Christmas Time

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Y bueno, ya están otra vez aquí las navidades, esa época del año que todos sabemos que va a llegar, e incluso cuando va a llegar, pero que igualmente nos pilla de sopetón sin los deberes hechos y sin saber que esperar. La Navidad es el mejor ejemplo de cómo algo de naturaleza sencilla, buena y fraternal puede transformarse en un monstruo frío y egoísta, en una pesadilla consumista que obliga a doblegarse frente a puentes por los que nunca pasarías, una complicadísima historia a la que se hace imposible sobrevivir indemne o simplemente la mentira más grande jamás contada. Aun así todo en esta vida es relativo y en mi modesta opinión me parece estúpido quejarse y dejarse llevar por el entorno renunciando a construirse cada uno su propia Navidad de la forma que mejor le encaje y le haga feliz pero allá cada uno con sus miserias. A mí me gusta la Navidad (aunque me pone triste muchas veces) y precisamente lo único que me repugna de ella es cuando no tengo otro remedio para evitar los estereotipos y los compromisos que no he creado yo. Eso sí, son pocos y como me toquen mucho las narices también me los cargo.

Normalmente hago una lista en papel con las doce cosas que le pido al año nuevo y las memorizo para luego repetirlas en mi cabeza cuando estoy tomando las uvas pero todavía no sé lo que voy a poner este año. El 2009 que acaba ha sido complicado en muchas cosas pero sobre todo me ha hecho cambiar la perspectiva sobre muchas otras que hasta hace bien poco eran parte de los cimientos sobre los que construía. Es todo muy raro pero a la vez es bastante sencillo. Está bien darse cuenta ahora que más tarde. Lo que sí que me he propuesto es terminar el dichoso disco antes de terminar el año y en ello estoy. Lo que no esté grabado el día 31 de diciembre a las 23:59 ya no se grabará nunca más. El primer (y no sé si único) disco de Lukah boo será algo diferente a lo que Lukah boo tenía en mente pero a veces ahí está la gracia del asunto. Al final todo se aclara y se despeja y de todo se sale e incluso se sale con dignidad. Rusell Crawford, Roger Sincero, Oscar Loser, los Superratones, Santi Campos,… se han sumado a esta locura a última hora lo que me pone verdaderamente contento y esperanzado sobre lo que pueda deparar el año que viene al bueno de Lukah boo.

Pero ahora lo que me apetece es escuchar canciones navideñas como corresponde y a ello me pongo. No hace calor, ni vivimos tiempos de candor y fraternal calidez pero a pesar de ello (o quizás precisamente por ello) lo que estoy escuchando desde ayer en el ipod es el disco navideño de Los Beach Boys, unas de las referencias que siempre me acompañan y me acompañaran lo cual es algo que lejos de avergonzarme me hace sentirme orgulloso. Entre medias de esa maratón de editar y grabar discos que supuso la primera época del clan Wilson y amigos, los chicos de la playa decidieron hacer algo que estaba muy de moda entonces y que consistía en sacar su disco de temática navideña. Lo hicieron y es excelente. Dentro de ese delicioso “Christmass Album” aparece un generoso puñado de canciones con el inconfundible sello de los Beach Boys (ya saben: melodías perfectas, producciones extrañas, guitarras reverberadas, bajos doblados con guitarra, armonías imposibles y el pop precioso por encima de todas las cosas) pero con la temática navideña como hilo conductor a través de piezas originales para la ocasión e incrustando clásicos deliciosamente revisados como “Santa Claus is comin’ to town”. A pesar de que el surf y el ambiente navideño pueden parecer que se encuentran en las antípodas el disco es coherente, compacto, creíble y bonito. El que escribe lo considera una joyita.

Otro disco que suena bastante en mi casa por estas fechas esa rara avis perdida entre la extensa discografía del genio de James Brown y que graciosamente se titula “Funky Christmass” que sin ser un disco imprescindible del rey del funky-soul tiene muchísima gracia ver el talento y estilo del “Señor Dinamita” puesto a disposición de la tradición navideña. Más calmado de lo que pudiera parecer (aunque tiene temas como “hey America” que lo retratan) es capaz de juntar todos los sonidos que el señor Brown lleva en su chistera para ofrecer otro peculiar ramillete de cortes de temática navideña con algo más de “alma” de lo que corresponde al género.

Pero eso de sacar discos navideños también se hace por estos lares y para demostrarlo que mejor muestra que el EP que los Happy Losers sacamos el año pasado (un poco tarde, lo reconozco) homenajeando a los discos temáticos de los sesenta. La idea fue tan simple como golosa. Apenas quince días antes de noche buena surgió la idea de que cada uno escribiese una canción de temática navideña (Óscar tenía que seleccionar una versión), grabarla en casa de Pepe en un par de tardes y regalarla a nuestros amigos más cercanos. Esa era la idea original pero como toda idea original gustó y lo que iba a ser una grabación casera para consumo propio acabó siendo una grabación “casera”, pero seria, para ser publicada con lo que eso implica en cuanto a trabajo. Al final nos pilló el toro y Pepe tuvo que dejar sus labores compositivas para tomar las riendas del apartado técnico de la grabación (que al menos tuvo como contrapartida el que in-extremis me saliese ese “Christmass Carol” para completar el EP del que me siento tan orgulloso), las sesiones se intensificaron y definitivamente el calendario se apretó pero como siempre los Happy Losers salieron indemnes del aprieto. Espero que ustedes lo disfruten…

¡Feliz Navidad y prospero año nuevo!

Last orders

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Entre esta semana y la semana que viene se acaba el año. Es así. La fecha oficial está claro que es el 31 de diciembre que es cuando a las 12 de la noche todos los que no tienen un odio irracional por las tradiciones (y los que lo tienen pero en esta ocasión les da igual) se juntarán con alguien para tomar 12 uvas y beber champán. El cierre de ciclo sin embargo, el fin de la comedia, la vida como nos la encontramos los lunes por la mañana se acaba entre esta semana y la que viene. Es así. A mí no me termina de convencer porque soy de esas personas a las que les gusta que las cosas ocurran cuando tienen que ocurrir y no antes o después pero puedo llegar a asimilarlo. Lo que soy incapaz de asimilar es que ese clásico navideño que como el turrón, los villancicos horteras, las luces de diseño barato, el mensaje del Rey que dicen que emiten el día de nochebuena, los regalos estúpidos, el imbécil acartonado que genera por la tele y en horario infantil alguna duda respecto a la existencia de los Reyes Magos o las películas de Papa Noel en la sobremesa aparece tradicionalmente en estas fechas, son las listas de “lo mejor del año” se publiquen cuando todavía no ha comenzado diciembre. Hasta ahí podíamos llegar.

Nunca me ha gustado (ni me gusta) eso de clasificar o valorar con números o estrellas las canciones o los discos (o los libros o las películas o los cuadros o a las chicas). Me parece además estúpido porque no tiene ningún rigor científico. Será que soy una víctima de la educación bajo la elección de ciencias puras pero las cosas que se miden se deben medir bajo parámetros o unidades de medida inamovibles, objetivas e invariables. 2 metros son dos metros aquí, en Burundi y en Saturno. Que yo otorgue cinco estrellas a un disco puede ser cero estrellas para mi vecino heavy o 3 estrellas para un crítico de música preocupado por el color de sus anteojos y el tacto de su coreana. En más con otro disco la relación no será probablemente la misma y ni siquiera será lineal. Moraleja: las notas puestas a obras de arte son estúpidas porque en esta vida hay cosas que no se pueden medir y esta es una de esas. Dicho esto creo sin embargo que uno mismo si que puede ser capaz de decir lo que le gusta o lo que no y si algo te gusta más que otra cosa aunque incluso una clasificación de este tipo es muy relativa y depende hasta del momento en el que sea haga. Yo haré mi lista el día 31 (como manda mi propia tradición) y no antes por pura coherencia pero soy el primero en reconocer que el valor que puede tener esa lista es meramente anecdótico y que sólo le servirá a la gente que tenga gustos muy similares a los míos que cada vez es más difícil que ocurra porque cada vez hay más cosas metidas a ponderar.

Por todo esto tomo con bastante escepticismo las listas de “lo mejor de” que aparecen en torno a esto de la música independiente. Por esto y porque además soy consciente de que muchas veces es muy importante (mucho) lo que puede aparecer en la lista de uno para ser considerado más o menos cool con lo que a la falta de objetividad inherente a cualquier cosa de estas se le suma otro factor que encima no tiene que ver nada con la música en sí. El post de hoy está dedicado a esos discos que me había dejado en el tintero, que seguramente aparecerán en las listas más cool del gremio y que me temo que también aparecerán en la mía.

Uno de estos discos que se me ha quedado fuera (y no sé la razón porque me gusta bastante) es esa colección de sensaciones que tan bien pegan con estos días de grisáceo panorama y cruel frío que estamos disfrutando y que se llama “Sometimes I wish we were an Eagle” que están publicadas bajo la firma de Bill Callahan. Reconozco que aunque tengo gran respeto y disfruto de algunas cosas nunca he sido un gran admirador de Smog (la banda, o mejor dicho el alias, de Bill Callahan durante años). Puede que fuese el momento o mi estado personal pero intente muchas veces acercarme a la propuesta de la banda (incluso en directo) y nunca conseguí que me llegara demasiado. No sé si me podía la lentitud, la solemnidad, el exceso de celo o mis prejuicios pero no terminaba de mojarme. Echaba de menos algo que me tocase dentro y me enganchase de verdad. Por eso era un poco reacio a hincarle el diente a este “Sometimes I Wish…” pero dentro de que no es un disco muy alejado de lo que hacían Smog y la línea que llevaba entonces encuentro aquí otras cosas que si me enganchan. La melodía, el deje Leonard Cohen, los arreglos orquestales,… no sé exactamente pero este disco me gusta. Me parece muy bonito y me ha acompañado muchas tardes de frío o de oscuridad interior.

Me ocurre bastante durante los últimos años pero en este el efecto ha sido demoledor. Me refiero a la cantidad grupos “alternativos” que pasan por mis orejas, que me venden como la última maravilla del mundo, la gran esperanza blanca del mundo de la música pero que para mi resultan ser simplemente un nuevo tostón. No tiene ningún sentido que de aquí un listado de a qué grupos me estoy refiriendo (al fin y al cabo no trabajo en una revista especializada) así que pondré aquí un ejemplo de uno de los pocos que salvo de la quema. Se trata de “Bitte Orca” el último trabajo de Dirty Projectors, banda americana de largo recorrido en el indie del otro continente de la que yo no tenía conocimiento hasta ahora. Entre todos los cliches del lo-fi, la experimentación, las búsquedas tímidas en folklores desconocidos, las pruebas con los gadgets eléctronicos, el eclecticismo o los ritmos sincopados y poco estándar aparecen canciones con talento y melodía que probablemente sea lo que les distinga de sus correligionarios tostón. El disco, con todo su vanguardismo, empezó pareciéndome irónicamente “más de lo mismo” pero con el paso del tiempo acabó haciéndose un hueco en mi cabeza, hueco que las repetidas escuchas ha terminado por asentar (obviando eso si un par de vueltas de tuerca con las que no puedo). Me temo que es el típico disco que enamorará a los críticos musicales más en la onda pero en este caso puede que tengan razón.

Y para terminar un nuevo ejercicio de frikismo de uno de los artistas contemporáneos que más admiro, el inefable Sufjan Stevens. Hace unos años le encargaron a este misterioso artista un proyecto, que sin duda encaja a la perfección con el personaje, que consistía en hacer un película muda (sólo con música) que homenajeara la nada turística autopista neoyorquina que unes los barrios de Brooklyn y Queens (conocida como Brooklyn-Queens Express o BQE) y eso es lo que el bueno de Sufjan ha hecho, estrenando la cinta con una performance en la que había un montón de gente bailando el hula-hop y posteriormente publicando un álbum, "BQE", con la banda sonora, el DVD de la película y un cómic estereoscópico (que no sé lo que es ni como se ve) y que el que suscribe se compró en cuanto tuvo oportunidad de hacerlo. Hablando exclusivamente de la música el resultado está más cerca de la música clásica o la música de cámara contemporánea que al Pop y sus circunstancias pero al fin y al cabo la música de Sufjan Stevens siempre ha tenido esos elementos flotando entre sus canciones. Lo que pasa es que aquí no flotan, aquí son las canciones y eso estoy seguro que es lo que echara a un montón de gente para atrás antes y/o después de escuchar el disco. No es mi caso. A mí me gusta. Me gusta mucho. Pero hay que recordar yo soy yo.

Amigos

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Hay muchas razones por las que ahora mismo estoy a punto de terminar un disco que me ha supuesto una sorprendente catarsis al respecto de un buen número de pensamientos que tenía en la cabeza. Sería muy difícil destacar una de ellas por encima de otras pero si tuviese que hablar de culpables la cosa se relaja bastante e intuyó que será mucho más fácil de hacer ya que por suerte o por desgracia no son tantos a los que puedo culpar de que un día me liase la manta a la cabeza para hacer algo que nunca tuve demasiado claro que tuviese que hacer. Mis amigos de los Happy Losers fueron sin duda los primeros en animarme a hacerlo lo cual es algo muy de agradecer por mi parte pero es que ellos son así. Teno y Jose Luis de Pop Producciones son otros que siempre han creído en mi y su absoluta facilidad para ver sencillas las cosas que a mi me parecen complicadas fue también reveladora y fundamental para un momento dado dedicir dejar de seguir dándole vueltas a algo que no tenía salida. A veces es importante tener la confianza y la amistad de gente que siempre mira para adelante. Pablo Carrero, de Rock indiana, es otra de esas pocas personas en las que confío, y no sólo al respecto de su criterio musical y que también me animó ciegamente al tirarme a las piscina igual que lo hizo mi admirado y querido Julio Ruiz, un tipo que sigue dando cada día lecciones de profesionalidad, al que haría el favor que me pidiese y al que le pasaría cualquier maqueta que yo grabase tuviese un programa en el que ponerla o no. No creo que sea casualidad el que sea del Atleti. También agradecí mucho los ánimos de Alex Cooper y Nacho (el excelente batería de Cooper también) o de Juan Ferrari o Javier de Torres o de Lisandro y sus Superratones o de Olivia de Happyland o de algunos otros cuyas palabras también supusieron para mí mucho más de lo que ellos se imaginan. Pero si hay dos personas que verdaderamente son culpables de que el disco sea prácticamente una realidad son Michael Carpenter y Seba Rubín.

A Michael Carpenter (cantante, multistrumentista, autor y productor australiano) lo conocí porque fue el productor de los últimos discos de los Happy Losers y por lo tanto el culpable de que nuestro sonido tornara del amateurismo a la profesionalidad pero lo que empezó siendo una relación puramente profesional (no lo conocía para nada la primera vez que lo vi en el local de ensayo) acabó tornándose en una relación afectuosa primero y de amistad después que a pesar de la distancia (que al residir en Sydney no puede ser mayor) hemos conservado hasta el día de hoy gracias fundamentalmente a este magnifico invento que es internet. Michael fue el que me hizo quitarme las telas de araña de mis ojos y las nubes negras sobre mi cabeza, especialmente en cuanto a los aspectos técnicos que rodean la grabación de un disco. Siempre ha creído en mí y siempre ha simplificado cualquier infierno que a mí se me presentase. Ha sido en el disco batería, bajista, técnico, productor y algo así como mi ángel de la guarda. Nunca jamás sabrá lo eternamente agradecido que le estoy.

Pero además de todo eso Michael es un gran artista con una larga trayectoria y discografía y este año ha editado su última entrega: "Redemption #39". Lógicamente se me hace muy difícil poner distancia con los trabajos de amigos míos a los que conozco por encima de otros artistas y que probablemente por ello entiendo mejor lo que quieren decir. Este álbum en cierto modo supone la culminación de todos los intentos de muchas cosas que aparecían en sus trabajos anteriores, algunos de ellos realmente excelentes y que seguramente estarán en las repisas de todos los amantes del Power-Pop. Aquí de nuevo aparecen todas las ricas referencias que lo han hecho artista y que tocan todos los ángulos del pop, el rock melódico y el sonido Americana con la piedra de los Beatles que lo cataliza todo (¿quienes si no?) pero de alguna manera se cierra el círculo y esta vez aparecen ciertos rasgos de madurez que lejos de marchitar el producto lo hace enriquecer. Es como esas canas que para algunas personas parecen signos de decadencia pero para otras aumenta su atractiva. Ligado con lo anterior aparece una evolución gratamente sorprendente en lo lírico donde se dejan definitivamente atrás los clichés del pop para adentrarse en terrenos más ásperos y profundos. Si te gusta el buen pop de melodías y guitarras intenta escuchar el trabajo de Michael.

El otro nombre fundamental en mi carrera por darle vida a mi alter ego de Lukah Boo aparece en el otro lado del mundo, en Argentina, y se llama Sebastián Rubín. A Seba lo conocí hace ya unos cuantos años cuando los Happy Losers andaban de gira junto a Sunday Drivers y un grupo argentino llamado Grand Prix (donde Seba hacía las labores de líder) por las tierras españolas en esa maravillosa idea llamada Autum Almanac. lo que en principio parecía ser un tipo espídico, disperso y con una insuperable incontinencia verbal que en algunos momentos podía resltar cansina y mal interpretarse como arrogante, acabó siendo un tipo divertido, sensible, cariñoso, abierto y sobre todo amigo de sus amigos. Su inagotable actividad pero sobre todo envidiable positivismo, dinamismo y capacidad de acción hizo que prácticamente me fuese imposible permanecer parado ante su mirada. Sólo por no tener que discutir con él e inventarme excusas para no moverme tuve que ponerle manos a la obra lo cual es algo que también le agradeceré siempre en el alma. No sólo las facilidades que me ha dado para hacer sencillo lo que a mi me parecía imposible sino su aliento constante y esa capacidad para creer en mí más que yo mismo hacen que el disco ya me haya dado más que cualquier cosa que pueda venir.

Por esas cosas de la vida, también ha publicado nuevo disco este año, el magnífico “Desayuno de Campeones” (en claro homenaje a uno de sus grandes ídolos que además también introdujo en mi imaginario como es Vonnegut) firmado por el nombre de su banda Rubin y los Subtitulados. El disco sigue la estela de su excelente debut “Esperando el fin del mundo” con buenas dosis de pop de altura, melodías inteligentes y letras certeras pero un disco donde la arrolladora energía y la violenta producción de su predecesor dan paso al talento de las segundas vueltas, esos sabores y sensaciones que necesitan ser probados una segunda vez para poder ser degustados y disfrutados con total justicia y la producción prescinde del disfraz de la fuerza para dar paso a la belleza y la dinámica naturalidad. Todo un inmenso cocktail de influencias que solo describen la mínima parte de la inmensidad de referencias musicales que maneja la cabeza del señor Rubín, pero todas ellas pasada por la exclusiva licuadora del pop de catecismo atemporal y eterno. Otro nuevo acierto del porteño que navega en la misma dirección marcada hace muchos años, metiendo en el zurrón todo lo que se ha recorrido pero sin mirar nunca atrás más que para tomar aliento. Una sabia colección de hits para zabullirse y de grandes temas que conservar en la memoria que además tienen la anecdótica pero ni mucho menos casual o fríbola participación del genio de Liniers en la letra de “los encerraditos”. Recomiendo la vista del video de “El rey de la ansiedad” en su Facebook

Desde mi punto de vista

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Hace ya bastantes años, cuando uno era un inocente púber en busca de su propia realidad que andaba intentando meter los pies en este fascinante mundo de la música pop sin referencias paternales ni hermanales ni de amistad y con el criterio propio como único criterio, tenía la sensación de que las canciones eran buenas o malas en base a una especia de criterio universal que toda la humanidad entendía. Estaba convencido de que si una canción me parecía buenísima le parecería buenísima a todo el mundo a través de la misma regla lógica que activaba mi propio mecanismo interior. Según pasaban los años y antes los primeros casos en los que aquella regla universal no se cumplía llegué a la socorrida conclusión de que el problema era que mis enfrentados contertulios no escuchaban las cosas “bien escuchadas”, es decir como lo hacía yo. Cientos de virtuales bofetadas y grotescos desengaños después me han llevado a la contundente conclusión de que esto del gusto es una ciencia de esas que no lo es ya que en cualquier ciencia todo se puede medir, analizar y modelizar pero con el gusto, como tantas y tantas cosas que la sociedad se empeña en cuantificar, no se puede hacer lo mismo.

Hace años no tenía ningún problema en enseñar las cosas que me gustaban (y no estoy hablando sólo de música) a cualquiera que quisiera escucharme con la seguridad del que está convencido de lo que hace y con la convicción de que recibiría una reacción positiva y agradecida por parte contraria pero hoy no se me ocurriría por nada del mundo hacer algo parecido sin anteponer la coletilla “desde mi punto de vista”. Un punto de vista que me temo cada vez está más lejos de la mayoría a tenor de las reacciones que leo y escucho. Noto por ello como cada vez me cierro más en mi pequeño caparazón y que ya no trato de intentar entender como a la gente no le apasiona las cosas que a mí me apasionan. Me resulta difícil de entender que películas, libros y especialmente canciones que a mí me ponen la piel de gallina o que son capaces de alterar mi estado de ánimo resultan ser “putas mierdas”, “ñoñadas”, “más de lo mismo”, “intrascendente”, “pesado”, “coñazo”, “revival”, etc… para otros. No culpo a nadie de ello porque estoy convencido de que yo estoy en el lado contrario en otras tantas ocasiones pero no deja de resultarme asombroso. Debe ser mi formación de ciencias pero me dejan descolocado las cosas que no puedo entender y esta es una de ellas.

Y una de las cosas que no puedo entender es que Sondre Lerche no sea una artista de esos que arrastra a las masas, que es conocido y venerado por todos. Para mí lo tiene todo para que fuese así. “Desde mi punto de vista” no tiene una sola canción que no me parezca buena y además es el autor de un buen puñado de soberbias composiciones que me dan mucha envidia y que espolvoreo por todos los recopilatorios que hago y donde siempre encajan perfectamente bien. Sondre Lerche es uno de tantos otros pero hoy toca hablar de él porque no puedo parar de escuchar su nuevo disco “Heartbeat Radio”. Tengo toda la discografía del noruego (me falta tan sólo una banda sonora que tiene por ahí y que se puede escuchar en Spotify) y es una carrera que me parece simplemente soberbia. El anterior trabajo quizás supuso un pequeño bajón, al menos para mí, en cuanto a su trayectoria en esa búsqueda desesperada por la canción perfecta pero en esta nueva entrega vuelve por sus fueros. Mucho más calmado, mucho más melódico, mucho más complejo,… un genial tratado de música pop orquestado sensible y elegante. Ese tipo deudor de los guiños al Jazz, el soul melódico y por supuesto al pop sesentero que factura un tipo de música que no despeina el flequillo de muchos estirados críticos disfrazados de modernillos pero que a mi es capaz de hacer que sienta más fuerte el frío, el calor, la alegría y la tristeza. En la línea de todo su trabajo, es verdad que no es muy innovador en ese sentido (¿quién dice que tenga que serlo?), desarrolla esta vez una producción más arriesgada (muy ligeramente) aportando incrustaciones de arreglos ochenteros y sintetizadores vanguardistas que se mezclan a la perfección con esos giros melódicos que firmaría el mismo Fats Waller. Pop en estado puro. Uno de mis discos favoritos del año.

Hablando de gustos, siempre he tenido la sensación de que Paddy McAloon, el líder indiscutible de Prefab Sprout, era un tipo con el que me encantaría tener una conversación sobre música porque es alguien con el que coincidiría en muchas cosas como sus composiciones, sus melodías, su ironía a la hora de escribir canciones pop… pero sin embargo al que nunca entenderé su criterio a la hora de producir esas mismas canciones. Tengo toda la discografía de la banda que a pesar de todos los pesares considero de una gran altura y calidad, lo cual debo confesar que es algo que me trajo muchos problemas y que tuve que mantener oculto en mis años de colegio rodeado de heavies malísimos como estaba, no ya por el bien mi masculinidad en entredicho entonces sino de mi propia salud física. He tocado mil veces a la guitarra canciones como “Cars & Girls” o “Nightingales” (que por cierto versioneaba el propio Sondre Lerche con suma maestría con sus Faces Down Quartet) y la mayoría de sus canciones son fabulosas tocadas con una simple guitarra acústica pero nunca he terminado de asimilar esa particular y característica producción (que con el tiempo he llegado a tolerar y reconocer). En su día pensé que el grupo era simplemente “victima” de su época, los conflictivos años 80 donde aparecieron con virulencia los sintetizadores y efectos de sonido pero es que en el disco que acaba de publicar este año, “Let’s change the world with music”, hace exactamente lo mismo. Es decir, el disco es otro gran disco de Prefab Sprout, a la altura de sus grandes discos y con los mismos ángeles y demonios, las mismas melodías elegantes, el mismo estilo en la interpretación, el mismo hilo conductor que une su particular concepto de pop… y la misma producción. Paddy McAloon, genio y figura.

Y hablando de gustos quería acabar con otro tipo que “desde mi punto de vista” debería ser mucho más conocido y admirado de lo que es y con el que me unen infinitas más cosas de las que me separan. Antes de conocer a Alejandro Díez (Alex Flechazo o Alex Cooper, lo que ustedes prefieran) ya era un rendido admirador de su talento y de su música. Por algún tipo de prejuicio estúpido sin embargo tenía la idea de que el gusto musical de Alex estaba centrado y anclado en el catecismo Mod, lo cual es lícito y está muy bien, pero que no es verdad y desde que tuve la gran suerte de conocerlo personalmente pude comprobar no sólo que es poseedor de una discografía brutal con un gusto prácticamente similar al mío (y por tanto magistral...je, je, je) sino que además es un tipo con la mente musical mucho más abierta de lo que mucha gente suele intuir. Esto es algo que ya se puede ver en cualquiera de sus conciertos o en cualquier entrega de la soberbia discografía de Cooper pero también en este último capítulo llamado “Aeropuerto”, una magnífica colección de singles y EP’s en forma de álbum que marca una nueva muesca en el tronco de los grandes discos del pop español. Clase, elegancia, inteligencia, criterio por la melodía, sensibilidad cool, unas letras cada vez más redondas, una banda de grandes músicos que suenan a grupo… en fin, que voy a decir yo ahora a estas alturas si además son mis amigos. ¡Larga vida a Cooper!