Volver, volver

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Alguien ya paso unas cuantas horas de su vida (bastantes) tratando de demostrar de forma matemática que el tiempo es relativo aunque eso es algo que algunos, entre los que me incluyo, intuimos sin más referencia que la propia y subjetiva percepción. En realidad no sólo el tiempo sino todo es relativo. La tendencia actual de nuestra sociedad es la de medir con parámetros fríos y constantes absolutamente todo, incluso los conceptos que tantos quebraderos de cabeza han dado a los filósofos durante siglos como el amor, la belleza o la tristeza lo que es una tarea absurda. Querer medir el cariño o el éxito en euros es tan atroz como inútil porque además todo es relativo. Otra cosa es que las grandes masas se lo crean y vivan con ello como si fuese una verdad absoluta simplemente porque lo dice la tele aunque no sea verdad. Aunque pensándolo bien, la verdad también es relativa.

El caso es que mis tres semanas de vacaciones me han parecido por un lado 3 meses y por el otro 3 días. Se me han pasado volando pero si empiezo a recordar las cosas que he hecho en ese tiempo me queda la sensación de que son muchas para solo 3 semanas. En fin, estaba pensando en todo esto cuando al ponerme a resucitar este blog he caído en que durante todo ese tiempo, mucho o poco, relativo o no, mi cerebro ha estado de alguna forma descansando de mis tradicionales empachos de música y me he dedicado sin quererlo a dejarme llevar durante días sin tratar de buscar nada nuevo y a dejarme llevar simplemente con lo que estaba en el aire, lo que me ofrecen otras personas, lo que aparece sin querer, sin ton ni son, al libre albedrío, sin criterio, sin pretensiones,… la gran mayoría de cosas que llegan de esa manera no merece la pena reparar demasiado en ellas pero siempre existen excepciones.

La primera viene en forma de un grupo americano (de Detroit, creo) llamado PAS/CAL que hace un par de años descubrí navegando por internet pero del que había escuchado muy poco, apenas un par de canciones de alguno de los dos o tres EP’s que tenían hasta entonces publicados y que escuché en Buenos Aires. Poco antes de irme de vacaciones, uno de mis escasos pero efectivos dealers musicales me pasó recomendado (prefiero no saber como lo había conseguido) el flamante primer larga duración de PAS/CAL que tiene el extraño título de “I was raised on Mathew, Mark, Luke & Laura”. Un buen disco tremendamente difícil de escuchar.

Los americanos practican una suerte de psycho-pop construido sobre unas bases de diseño que me recuerdan mucho a Kevin Barnes, cerebro pensante en el concepto Of Montreal, otro de esos geniecillos que se esconden incomprendidos en el continente americano. PAS/CAL hace un pop saltarín, bien vestido y refinado que decoran con multitud de capas y matices unas canciones bien construidas pero que no acaban de terminar nunca. Ese es el principal handicap, a mí entender, de este disco. Son varios los cortes que pasan de los 5 minutos y en todas las canciones, dure lo que duren, la sobredosis de instrumentación, los cambios de intensidad, ritmo y ambiente se multiplican prácticamente hasta la extenuación. Cada una de esas canciones por separado son en si mismas todo un ejercicio de filigrana artesanal difícil de asimilar en una sola escucha. No es que sea música difícil porque no lo es, es puro Pop, pero el barroquismo que hay en todos y cada uno de los segundos que dura el disco puede llegar a no entenderse y por lo tanto a cansar. Evidentemente tiene un merito increíble hacer un disco así y aunque no creo que suene nunca en ninguna radio, me parece un álbum interesantísimo que deberían al menos escuchar los amantes de esta suerte musical.

Llevaba ya un tiempo leyendo en algunos tabloides musicales alternativos que viven en el ciberespacio sobre un tipo llamado Eli “paperboy” Reed y su banda The True Loves. Hablaban de él en términos muy elogiosos como una rara avis en el panorama musical y otro de esos tipos con un talento especial y sobresaliente para esto de la música. Conseguí hacerme con el último disco, “Roll with you” (el primero es un disco de versiones) y sin salir de mi asombro, asombro que ahora explicaré, tengo que estar de acuerdo en un alto porcentaje con lo que había leído.

El disco es un buen ejercicio de Soul y R&B tan purista y respetuoso con sus padres como bien ejecutado. El tal Edi tiene una voz prodigiosa que se adapta al género como un bañador de esos que consiguen records del mundo en las olimpiadas y la instrumentación está colocada en el lugar perfecto, tal y como nos enseñaron los maestros de la música negra. El disco es bueno, suena bien y me gusta bastante pero me deja completamente flipado que se considere cool en esos medios de nariz afilada y permanente actitud elitista. De verdad que no alcanzo a comprender cuando un tipo pasa de ser un casposo imitador, que hace lo que despectivamente se denomina revival, a genio de la música ni la razón que existe para tan incomprensible metamorfosis. Es algo parecido a lo de Amy Whinehouse y los que piensan que esta chica está inventando el soul blanco 30 años después pero quizás no tan exagerado y de otro cariz menos novelesco. Supongo que tendrá que ver como casi siempre con quienes dirigen el Gran Hermano musical. Si te gusta el Soul clásico, el R&B y en general la música negra el disco te gustará (o no, porque hay también mucho iluminado pseudopurista que rechaza por principio todo lo grabado después de 1969) pero si eres reacio a todo esto, aunque lo digan las lumbreras del indie, yo desistiría.

Y para acabar algo con un toque todavía más bizarro que me ha llegado gracias a mi enfermiza curiosidad pero también sin querer. Se trata de Dengue Fever y su último disco “Venus on Earth”. Hablamos de un grupo afincado en Los Angeles, California, pero que suena, a oídos poco acostumbrados como los míos a ese tipo de música, a la banda sonora de una película de Bollywood. En realidad no tiene nada que ver con la india sino con Camboya y la historia de la formación de grupo hace que todo sea todavía más friki. El teclista del grupo es una californiano que fue de viaje de placer a Camboya y por esas cosas que tienen los viajes exóticos contrajo la fiebre del Dengue lo que, aparte de inspirar el futuro nombre del grupo, provocó que tuviese que ser ingresado y permanecer un tiempo en recuperación en el propio país. En ese tiempo el hombre tenía que matar el tiempo así que aprovechó para hacerse con un surtido de casetes baratos de Pop camboyano de los años 60 y 70 que está claro le fascinó tanto que al volver a L.A. transmitió esa pasión a un músico amigo e intentaron repetir ese tipo de música formando un grupo que reprodujese ese sonido. En principio hacían versiones pero se fueron mimetizando de tal forma y a tanto llegó la obsesión que empezaron a componer material propio con los mismos parámetros y acabaron recorriendo todos los locales de la pequeña comunidad camboyana de L.A. buscando una cantante que pudiese cantar en su idioma y por lo tanto se adaptase mejor al concepto. La elegida, aparte de pertenecer por lo visto a una familia de cantantes muy conocidas en su país, resulto ser también inmigrante ilegal en Estados Unidos con lo que dio con sus huesos en la cárcel poco tiempo después de montar el grupo y de hacer sus primeras grabaciones. En fin, la historia es de lo más cinematográfico y está muy bien contada en numerosos sitios de internet para aquel que quiera profundizar. El disco tiene no obstante bastante gracia y es un buen oxigenante entre tanto pop anglosajón. Es una especie de pop psicodélico vintage, medio garagero o loungue por momentos pero con el muy presente y exótico toque oriental.

Sonando ahora mismo en mi ipod una de mis canciones favoritas de todos los tiempos:
Philosophy – Ben Folds Five
(Ben folds Five – 1995/Passenger)




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Punto y aparte

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Por fin el mundo se para también para mí. En las próximas tres semanas estaré preocupado de descubrir la parte del universo que no conozco. Tendré por fin tiempo para perder el tiempo, para leer horas y horas, para quedarme por la noche sin la angustia de tener que madrugar al día siguiente, para salir a correr por el monte y podré dedicar mañanas enteras a pensar exclusivamente sobre el lugar ideal en el que echarme una siesta que luego al final nunca me echaré. Efectivamente, mañana me voy de vacaciones. Para mí, como ya expliqué en el anterior post, el verano supone una especie de periodo de balance en el que olvidar un poco lo malo del año pasado, destacar lo bueno, hacer borrón y cuenta nueva y acabar cosas que estuviesen empezadas. Una especie de punto y aparte. Por eso esta semana he abierto y degustado dos discos que tenía comprados y sin abrir en algún lugar del caos que hoy por hoy es mi casa y que al pertenecer a esté etapa prefería no encontrar vírgenes a la vuelta.

El primero de ellos es el último trabajo de ese tardío pero prolífico artistas conocido como Ron Sexmith, “Exit Strategy of the Soul”. El canadiense es de esos músicos que sin ser un artista realmente oscuro, puesto que sin ser un superventas si tiene un aforo más o menos suculento y suficiente como para vivir del talento propio, reúne en su entorno una cantidad de elogios prácticamente abrumadora. No conozco a nadie que conozca su trabajo y no lo considere un artista sobresaliente. Decir su nombre es sinónimo de calidad musical y un cierto toque de exquisitez que, reconozcámoslo, nos gusta a los moradores del lado menos evidente de la música.

Cuenta la leyenda que el amigo Ron fue un músico de reconocimiento tardío. Fuera de sus escarceos musicales como adolescente y alguna cinta auto editada, no publicó un disco propiamente dicho hasta la edad de 30 años cuando por entonces vivía de su sueldo como cartero. Todo ello desde luego no ha sido óbice para que a día de hoy sea propietario de una envidiable destreza en el manejo más artístico de la seis cuerdas, una más que particular y excelente voz además de una discografía amplia y poderosa. Con este último trabajo (y si no me fallan mis estadísticas) son ya 10 los discos (de larga duración) que ha editado nuestro homenajeado lo que no está desde luego nada mal.

Lo único criticable de Ron Sexmith, siempre desde mi humilde punto de vista, es su rigidez de estilo y el poco riesgo artístico que asume en cada uno de sus trabajos, lo que hace que su obra aparezca como demasiado homogénea y en cierto modo predecible. Es muy difícil distinguir entre sus discos porque todos parecen muy parecidos en forma y contenido. Es muy difícil reconocer una canción asociada a un disco concreto ya que apenas se distinguen elementos diferenciables entre cada uno de sus álbumes en cuanto a estilo, temática, producción, sonido o aspectos de este tipo. Esto para mucha gente es algo imperdonable y para otra mucha no. Para gustos los colores, evidentemente. Particularmente me gustan más los artistas que asumen ciertos riesgos (saliendo airoso de la apuesta) y que tienden a aburrirse de repetirse en su fórmula pero este concepto es sumamente ambiguo y difícil de definir sin caer en el esnobismo o la demagogia. Además, el nivel compositivo de Ron Sexmith es tan alto y tan bueno, escribe tan buenas canciones y hace tan bien lo que sabe hacer que nunca me resisto a comprarme su último disco.

Lo que si me da es cierta pereza para escucharlo por primera vez y por eso probablemente he tardado más de la cuenta en abrir este. Como novedad destacable en esta nueva entrega encontramos que esta vez lo ha realizado con un productor diferente y parte del álbum se ha grabado en la isla de Cuba, lo cual no deja de ser algo meramente anecdótico teniendo en cuenta que suena exactamente igual que los anteriores. Vale que podemos distinguir tímidamente los genuinos arreglos de viento o alguna lejana percusión pero el corazón de todas y cada una de las canciones sigue siendo del particular y fácilmente reconocible sonido Ron Sexmith. Un envidiable y excelente sonido, por cierto. Sin embargo este disco me ha gustado algo más que su anterior “time being”, quizás porque me recuerda más a mi disco favorito de Ron Sexmith que es aquel titulado “destination unknown”. Me he dado cuenta escuchando esta nueva entrega que disfruto mejor el Ron Sexmith más acústico. Un disco precioso para escuchar en cualquier momento, prestando atención o no.

El Power-Pop es un estilo bastante difícil de definir y catalogar por la multitud de referencias que en teoría caen dentro de su grado de acción pero paradójicamente tremendamente hermético para los aficionados más radicales del genero. Personalmente he consumido mucho Power-Pop (dogmático y hereje) pero reconozco que he llegado a saturarme de ese estereotipo de grupo normalmente americano, de guitarras más o menos potentes, temática similar, arreglos similares, marcas de instrumentos similares, formaciones similares, timbres de vos similares, etc. Aconsejado por un buen amigo, talibán de esta religión Power-Pop, me compré a principio de año el último trabajo de un tal John P. Strohm, “Every day Life" pero después de escucharlo unas cuantas veces enseguida lo incluí en esa categoría de grupo que ni fu ni fa. Por poco me deshereda y me retira el saludo quien me incitó a comprarme el disco cuando se lo insinué pero me he propuesto ser sincero, al menos en este blog, así que reconozco que eso es lo que ocurrió. No es que el disco fuese malo, porque no lo es, pero a mi no me dice nada a destacar con respecto a otros discos del mismo tipo.

Cuando comenté este hecho con otros puristas del género me dijeron que ese disco concreto no era lo mejor de la carrera de John P. Strohm y que lo que tenía que hacer era hacerme con su “obra maestra”, un disco titulado “Vestavia”. Eso es lo que hice. Lo compré (es difícil de conseguir), lo dejé en el armario y esta semana lo he abierto y escuchado con detenimiento. Pues bien, me quedo igual. Otro disco tan bueno o malo como el anterior (en realidad me gusta más el otro) y sin francamente muchas diferencias en las cosas que hacen a las músicas pop diferentes. Insisto, no es un mal disco pero tampoco me dice nada emocionante. Probablemente es que para mi el Power-Pop necesita incluir al menos alguna canción redonda en los discos para que estos suban de categoría y yo no soy capaz de encontrar ninguna en ninguno de los dos que tengo.

Y bueno, para terminar esta sesión de posts de la temporada, he repescado esta semana un disco muy antiguo que descubrí un magnífico verano que pasé hace unos años por tierras californianas tocando y divirtiéndome con mis amigos de los Happy Losers. Se trata del magnífico “Birthday” de los Association. Durante una época, que coincidió con esos años, yo estaba muy obsesionado por los grupos de pop orquestal que bebían de las fuentes del pop psicodélico de mediados de los años 60. En la costa oeste estadounidense se denominó a todo ese efímero pero interesante movimiento como Sunshine-Pop. Uno de los mejores representantes de ese género (sino el mejor) son los Association, un grupo que si bien no disfruto de las mieles del éxito masivo si que tiene un nutrido puñado de canciones maravillosas y LP’s interesantes que todo amante del pop más melódico debería conocer. Este “Birthday” es un buen ejemplo.

¡Hasta Septiembre!

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Circling the CircumferenceThe Trash Can Sinatras
("Cake" - London/1990)