Verano

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El verano nunca volverá a ser lo mismo. Evidentemente hablo desde mi particular y egoísta punto de vista, ese desde donde el verano nunca volverá a significar lo que significaba hace años cuando uno era un púber apesadumbrado por cosas que no conocía pero tenía la sensación de que el mundo era como uno pensaba que era y no como uno lo veía.

Creo que todo el mundo tiene asociados determinados olores a situaciones o momentos de la vida especiales. Yo al menos entiendo perfectamente cuando alguien dice que huele a primavera o a colegio o a castigo. Para mi el verano huele a varias cosas perfectamente reconocibles y esta semana han existido momentos en los que he olido a verano, lo cual es tremendamente frustrante cuando salvo la ropa que llevas nada en tu día a día ha cambiado en absoluto. En tiempos ese olor venía asociado a un periodo estival donde no solo cambiaba la cama en la que dormías sino que también lo hacían los amigos, las novias, las actividades recreativas…. En mi caso hasta la personalidad. En invierno era un tipo taciturno y marginado por sus compañeros de clase mientras que en verano era un tipo divertido y simpático con un cierto prestigio dentro de la pandilla. Todo eso se ha ido a la mierda. Ahora el verano no existe. Llaman así a unos meses calurosos donde no hay liga de fútbol ni conciertos en salas pequeñas y donde las piscinas están abiertas pero eso no tiene nada que ver con lo que en realidad es el verano.

Así que por casualidad o por coherencia (o porque la casualidad al final acaba potenciando la coherencia) el disco que más he escuchado esta semana es un disco de verano. De finales de verano más concretamente. Podrá parecer extraño o rebuscado pero para mi el principio y el final del verano son como la noche y el día. This is Ivy League es un grupo formado por dos amigos de la infancia que al cabo de los años volvieron a encontrarse por casualidad y decidieron volver a escribir canciones como las que hacían antaño. Aparentemente es de esos grupos americanos que nacen en escenas cool de las ciudades grandes de la costa y que se enmarcan en el indie más selecto y exclusivo pero estilísticamente nadan en ese pacífico y bonito estanque que queda entre Simon & Gartfunkel, Kings of Convenience y Belle & Sebastian. Es cierto que dentro de esa categoría entran muchas cosas y la oferta es amplia y no precisamente homogénea pero este disco en cuestión, denominado igual que el grupo “this is Ivy League”, creo que merece la pena. Buenas canciones, buenas armonías vocales, sentido naive de los arreglos (pero con mucha intención), sofisticación comedida, estudiada sencillez, peculiar sonido vintage… un bonito y degustable disco de soft-pop para disfrutar en esos días de finales de verano cuando bajan ligeramente las temperaturas y por primera vez en muchos días se nubla el sol.

Pero como no tenía ganas de venirme abajo (más aun) decidí compaginar ofertas de soft-pop con algo que hiciese las veces de reconstituyente anímico así que opte por el mejor estilo musical que existe para este menester: el Soul. Como ha quedado patente para todo aquel incauto que pasa su mirada por este bendito blog, llevo ya un tiempo degustando y descubriendo las perlas musicales del mundo latin de finales de los 60 en los barrios de New York, arraigados en esa “picante” esquina de Harlem que se llama “El barrio”. Esta semana le ha tocado a Ricardo Ray y su “Let’s get down to the real Word”.

Para todos aquellos a los que les sale salpullido cada vez que ven la palabra latin cerca de un estilo musical (yo era uno de ellos hasta hace poco) o que sean reacios a intentar descubrir lo que este reducido pero interesante mundo puede dar, pero que aun siendo recelosos quieren intentar escuchar de que se trata, este disco podría ser una buena primera piedra de toque. No es el mejor ni el más representativo (ni mucho menos) pero si de los más fácilmente digeribles puesto que se trata de una colección de clásicos del soul-pop pasados por un ligero tamiz latin del amigo Richy y su orquesta. Es curioso escuchar como empieza su revisión del “Soul man” (cantada en inglés) con una parrafada en español que dice “cuida’o que ahí voy… el hombre del soul”. A destacar también su particular versión del “California sun”. Un divertido disco para escuchar sin complejos y que sin complejos te entren ganas de bailar.

Y bueno como uno al final es lo que es y que por mucho que se quieran forzar las cosas, las cosas son como son, al final he acabado refugiado en música de esa que podríamos definir, para entendernos, como de suicidas. En estos tiempos donde tanto se habla del disco de Bon Iver (y que personalmente sigo sin conseguir que me entre) a mi me gustaría destacar otro trabajo que esta pasando bastante más desapercibido pero que destila sensibilidad y buen gusto por todos los costados. Se trata de “The year of the Leopard” de un tal James Yorkston. Es uno de esos discos que necesitas de algo más de tiempo de lo normal para entenderlo y que se hace difícil de escuchar en situaciones que no acompañen demasiado, por aquello de los tonos menores, los ritmos lentos y la producción minimalista, pero creo que es un trabajo destacable al que sin duda se le puede sacar jugo.

Es increíble la facilidad que tienen los ciudadanos del norte de las islas (este en concreto es escocés) para crear este tipo de música y hacerla creíble. Supongo que irónicamente tendrá que ver con sus veranos tan poco veraniegos.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

I wanna be Adored – The Stone Roses
(The Stone Roses – Silverstone/1989)

Rutina

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Dicen que los bebes necesitan seguir siempre la misma rutina para sentirse a gusto y felices. Es tan traumático el cambio de estar viviendo sin ningún tipo de exigencia ni preocupación dentro del vientre materno y tener que pasar a este bendito mundo con luz, horarios, voces, tener que comer determinada comida por determinado sitio, gente que quiere que hagas lo que tú no quieres hacer…en fin, que necesitan agarrarse a una rutina para sobrevivir. También dicen que a medida que te vas haciendo mayor (o muy mayor) los seres humanos sufren punto de regresión en el que tiendes a comportarte igual que un bebe. Por eso siempre se ha dicho que los ancianos son como bebes en muchos aspectos.

Creo que soy lo suficientemente joven como para ser considerado anciano pero también lo suficientemente joven como para no ser considerado un bebe pero el caso es que estoy viviendo una de esas fases de regresión y tengo la sensación de que necesito agarrarme a una rutina más o menos conocida e inofensiva para no sentirme alterado. Nunca ha sido así pero los últimos cambios que me han ocurrido por dentro y por fuera me hacen sentir más que nunca y con demasiada intensidad la agresividad y hostilidad que transmite este mundo. Lo siento además muy presente, como si fuese el pestilente aliento de cualquier mequetrefe respirando en mi nuca.

Esta semana ha sido de todo menos rutinaria. Por razones ligadas fundamentalmente a esa penosa labor que como prostituta de lujo profesional tengo que desarrollar para ganarme la vida (porque ya me gustaría poder hacerlo dignamente con esa otra parte de mi cerebro desde donde salen estas líneas), he tenido que estar fuera de contexto prácticamente a todas horas. Esa simple estupidez ha hecho que mi sistema nervioso esté alterando e inestable permanentemente lo que colabora a que todo a mí alrededor se complique de forma tan absurda para el resto del mundo como terrible para mí.

Por supuesto también ha afectado a la música y a como esta suele empapar normalmente todas las partes de mi cuerpo. Esta semana sin embargo no ha sido así. He intentado escuchar un montón de discos, nuevos y antiguos, alegres y tristes, probablemente buenos y malos pero ninguno de ellos se ha quedado dentro de verdad. He utilizado más tiempo que nunca y más ganas que nunca para hay ciertas partes internas dentro de mi que esta semana eran absolutamente impermeables. Eso no significa que los discos no lo valgan. Significa que la música también es un estado de ánimo.

Uno de los discos que mas he escuchado es “Talking through Tin Cans” el trabajo de debut de un grupo americano (liderado por un chico de origen chino y apellido Chu) The Morning Benders. Un muy interesante y divertido disco que recoge las mejores influencias de lo mejor del indie americano en su versión más pop. Sonido acústico acelerado, melodías exageradas, voces dobladas y buenas canciones. Ese tipo de pop entre medias de bandas como The Shins, Rogue Wave, The Spinto Band o Beulah. Algo más californiano si cabe y con algo más de querencia por los coros y armonías que tan buena y merecida fama han dado siempre a la costa oeste y en especial a al área de San Francisco. Un bonito disco para escuchar bebiendo agua antes de bajarte a la piscina.

Reconozco que escucho muy poca música cantada en castellano. Esa, y no otra, es la razón de que me cueste más escribir canciones en el idioma de Cervantes que en el de la Pérfida Albión. Cuando escucho algo en inglés paradójicamente me suena más natural simplemente porque estoy más acostumbrado. Algo de culpa debo de tener, sin duda, pero yo estoy convencido de que la razón hay que buscarla fundamentalmente en el daño que ha hecho (y sigue haciendo) la manida, engañosa e hipócrita “movida” y el monstruo-rodillo musical que se creo en España a principios de los 80 con tan inocente excusa. Algún día contaré mi opinión al respecto (que no es ningún secreto por otra parte) pero como es muy largo no lo haré aquí. Si alguien está mínimamente interesado, insinuaba algo al respecto en un post que escribí en la web de popmadrid hace tiempo y que puedes ver en este link.

Por todo lo anterior tiene todavía más mérito que cite aquí un disco cantado en castellano y que encima viene de geografías por las que no suelo deambular normalmente y con las que no tengo ninguna relación. The New Raemon es el nombre tras el que se esconde el proyecto personal de un tipo llamado Ramón Rodríguez que también es miembro de otros dos grupos de la escena barcelonesa como son: Madee y Ghouls’n’Ghosts. Dos grupos de sonido alternativo y letras en inglés que en principio poco tienen que ver con el concepto de New Raemon. Su primer disco bajo esta bandera “a propósito de Gartfunkel” es un precioso ejercicio de pop introspectivo y acústico con criterio y clase pero sobre todo con personalidad. En general el disco en si me parece muy interesante en el que (para mi) destaca la primera canción “La cafetera” que me parece magnífica. Las letras son parte de la música y esa, junto con la naturalidad no forzada, es probablemente su principal virtud. Una grata sorpresa digna sin duda de ser reseñada.

Y por último simplemente nombrar un disco con altibajos que empieza de forma magnífica pero que se me acaba convirtiendo en algo menos destacable y pesado a medida que se suceden las canciones. Se trata del quinto (creo) disco de la banda americana de alt-Country The Strugglers llamado “The latest Rights” (y editado por el sello Acuarela). Vozarrón masculino que saca la cabeza sobre un fondo de americana indie campestre y folkie (su mejor versión) que poco a poco acaba transformándose en sonidos menos country y más alternativos donde creo que el grupo se hace menos original y más predecible.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Don’t you Evah – Spoon
(ga ga ga ga ga – Merge/2007)

Pánico y prejuicios

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Me parece percibir en el ambiente durante los últimos años una cierta querencia y elogio hacía las posturas “centradas” y “moderadas”. Tengo la impresión de que la sociedad acepta como ideal de vida y perfección las posiciones presuntamente virtuosas que equidistan de todo. Independientemente de que es verdad que mi personalidad no conecta demasiado con esta mayoritaria religión, lo que de verdad me ocurre es que no creo que el centro virtuoso realmente exista. ¿Cómo se puede estar a favor y en contra al mismo tiempo? ¿Cómo se puede estar a favor pero sólo moderadamente? ¿Se trata entonces de navegar en la indefinición? Te gusta o no te gusta, se quiere o no se quiere. Es imposible estar de acuerdo con todo el mundo ni exponerse sin que alguien pueda resultar incómodo con tu actitud. La música, construida a partir de sensibilidad y pasión como arte que es , no entiende de medias tintas.

Ni yo tampoco. En una semana de mierda (¿otra?) mis momentos de oscuridad absoluta se han visto salpicados por destellos fugaces de luz cristalina que me han hecho viajar del todo a la nada y viceversa demasiado rápido. Destellos breves pero intensos. Inútiles pero tremendamente agradables. Al imaginario lector de estos ladrillos que semanalmente tengo a bien vomitar creo que no le interesará nada de mis demonios internos así que me ceñiré a lo que tiene que ver con esa bendita bendición de Dios que es la música que sin duda resultará algo más interesante.

Y es que uno de esos maravillosos destellos semanales ha sido precisamente el descubrimiento de un disco que me ha levantado la moral y la fe en que esta empresa mía de seguir intentando encontrar un disco que te sorprenda y haga feliz, o de pensar (puede que ingenuamente) que lo mejor está por llegar, es todavía algo que merece la pena. Paradójicamente, el culpable de tan agradable suceso ha sido alguien que tenía todas las papeletas para que ni siquiera supiese de su existencia.

Panic at the disco era un grupo del que prácticamente no sabía nada y lo que sabía hacía que no fuese precisamente de mucho interés por mi parte. Me sonaba a una de esas bandas del indie americano más oscuro que se pierden en sonidos estrambóticos y movidas experimentales muy difíciles de digerir, todo ello además aderezado con una buena dosis de intelectualidad de la que no me gusta. Solían (y suelen) aparecer en las publicaciones bajo la etiqueta de EMO, una etiqueta bastante prostituida respecto al movimiento que la originó allá por el principio de los 90 con grupos como Fugazi. Una etiqueta que musicalmente nunca he llegado a entender y como consecuencia de ello nunca me ha parecido musicalmente interesante (aunque todo lo de alrededor si que me llama la atención). Si a todo esto le sumamos que los tal Panic at the disco tocan dentro de un mes en mi ciudad, Madrid, en un festival de vocación teenager, llamado nada menos que under 18, las posibilidades de que me zambullese sin prejuicios en la propuesta musical de alguien con esas credenciales eran francamente inexistentes.

Pero ocurrió el milagro. Estaba en la FNAC mirando las características de mi nuevo MacBook, desde el que ahora mismo estoy escribiendo, cuando decidí visitar la sección de discos. Pasando mis ojos por las novedades sin demasiado interés me llamó la atención una portada extraña, densa y retro, tres cosas que normalmente me llaman la atención pero especialmente si se dan a la vez. El disco se titulaba “pretty odd” pero al ver el nombre de los autores, Panic at the disco, estuve a punto de salir corriendo sin darle mayor importancia. Gracias sin embargo a esa ventaja que tiene la FNAC de poder escuchar los discos que vas a comprar sin tener que decírselo a nadie, y por lo tanto sin que nadie te juzgue por lo que osas escuchar, decidí saciar mi curiosidad por lo que había dentro. No tengo mucha paciencia para escuchar música en un sitio como la FNAC pero los tres principios de canciones que allí escuché ya me dijeron algo. Lo suficiente al menos como para comprarme un disco que además no estaba barato precisamente.

El disco, desde mi modesto y particular punto de vista, es una maravilla. Ya sólo la presentación y el libreto merecen la pena ser destacados en esta época donde el MP3 se está cargando, entre otras cosas, el gusto por el diseño de los discos. Pero es que el interior es infinitamente mejor. Se trata de un trabajo redondo y compacto dividido en 15 cortes donde ni sobra ni falta nada. Estilísticamente se mueve con mucha gracia entre el pop orquestado, el indie menos vulgar y el histrionismo inteligente pero llega hasta extremos como el Jazz americano de principios de siglo con “I have friends in holy spaces”, una preciosa canción de apenas dos minutos que suena desde lejos, hasta el country más folkie y sencillo con “folking around”, otra preciosa canción varada en mitad de la cascada de sonidos que supone el resto de canciones.

Miles de instrumentos, miles de voces, producción moderna e ingeniosa y sobre todo, por encima de todas las cosas, canciones fabulosas plagadas de melodías alegres o melancólicas pero sobre todo bonitas, que desgraciadamente parecen hoy por hoy difíciles de encontrar en grupos Pop “de toda la vida”. La selección de canciones está perfectamente elegida y hace que un disco largo, denso e intenso nunca aburra. Pasa por diferentes estados de ánimo y diferentes escenarios, olores o sensaciones pero misteriosamente nunca te das cuenta de lo largo y profundo que está siendo el viaje. Todo aderezado de unas letras retorcidas y alegóricas unas veces, sencillas otras. Desde la explícita: “We’re so starving” (“Ha pasado mucho tiempo, estábamos escribiendo canciones para ti, no tienes que preocuparte, somos los mismos”) hasta la críptica “Mad as Rabbits”, pasando por la preciosa “Northern Downpour”. Un disco para escuchar de principio a fin pero de los que puedes poner en modo Shuffle sin que ninguna canción te desagrade. En definitiva: un disco excelente.

Tanto que apenas he tenido tiempo ni ganas de escuchar otras cosas pero si quería destacar un par de ellas que merecen ser destacadas. Una es uno de los últimos discos que grabó Willie Bobo antes de unirse a la selecta escudería Verve: “Do that thing”. Latin-Jazz del bueno y con clase. Más latin y menos sofisticado que sus trabajos posteriores para ese olimpo de la música Jazz que es el sello Verve pero también más natural y directo. Un buen disco para bailar torpemente en el salón de tu casa, especialmente esos que como yo no saben bailar.

Por último una propuesta que desconocía pero que me parece interesante seguir la pista en el futuro. Se trata de un grupo de chicago llamado The Hush Sound y su disco “Goodby blues”. La banda es un combo de Pop elegante que tiene la misma fórmula que otros grupos con dos cantantes que cambian ligeramente el estilo del grupo según cante uno u otro. Normalmente el mando lo tiene la voz femenina que protagoniza temas de pop algo más sofisticado con querencia por los ritmos más jazz. Todo muy bien cantado y tocado de forma limpia y precisa. De vez en cuando sin embargo aparece un pildorazo pop cantado por el otro miembro del grupo de corte más clásico e inmediato. Sin que nada de lo que suena me desagrade personalmente prefiero las canciones que canta el chico. El disco se me termina haciendo monótono pero creo que en general se trata de un buen disco.

Sonando ahora mismo en ipod:

Somebody’s gonna miss me - Sam Cooke
(Hits – BMG Internacional/2001)

El gran héroe americano

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Ayer me sorprendí a mi mismo tocando en la guitarra la canción que acompañaba a una de esas series que veía en las tórridas tardes de verano de hace muchos, muchos años: “el gran héroe americano”. La canción se titula “Believe it or not” y no tengo ni idea de quien la canta pero la escuché tantas veces en su día que se me quedó pegada en la cabeza y me trae buenos recuerdos cada vez que la escucho. Supongo que el estado de extrema melancolía que me acompaña últimamente me hace refugiarme en esos momentos pasados que recuerdo más cercanos a eso que los optimistas llaman felicidad.

Y felices fueron esos veranos igual que felices eran las personas que salían en esas series americanas donde siempre, al final, todos eran buenos, la amistad triunfaba por encima de todas las cosas y el bien, la lealtad, la honestidad, el orgullo, la fidelidad, la alegría eran la moneda de cambio común que todos entendían y respetaban. Como la vida misma, vamos. Todas esas series empezaban además con una bonita canción, casi siempre cercana al Power-pop americano más horterilla, que como el agua a través de una esponja se incrustaban en el cancionero popular que todos llevamos en una parte de la psyque. “El gran héroe americano”, “primos lejanos”, “padres forzosos”, “cheers”, “juzgado de guardia”,… en fin, los que sean de una edad cercana a la mía entenderán en seguida de lo que estoy hablando.

Esta semana me he comprado y escuchado el segundo disco largo de la banda inglesa The Feeling, “Join with us” y creo que de alguna manera puede que sea esta la razón que explica lo de mi sesión guitarrera de ayer. The Feeling es un grupo que descubrí hace un par de años de una forma muy tonta pero que es como suelo descubrir muchas de las cosas que me gustan. Estaba en los cines Renoir de la Plaza de España y en el cielo sonaba una canción que me gustó a la primera escucha. Pop fresco y atemporal de melodía reconocible y adornos corales. Me llamó la atención lo suficiente como para dar el coñazo a la gente que trabajaban ese día en el cine hasta dar con los autores de la melodía: Se trataba de “Sewn” una de las canciones de su fantástico primer CD: “Twelve stops and home”. Un disco de pop acaramelado y con cierto toque FM pero cargada de buenas canciones, un trato exquisito de la melodía y un gusto extemporáneo por los arreglos corales. Una muy grata sorpresa que se vio refrendada con el disco y cuando disfruté (por dos veces) de su magnífico directo. Muchas de las canciones de The Feeling parecen la sintonía de alguna de esas series de las que antes hablaba y quizás sea por eso por lo que me gusta el grupo.

Este “Join with us” es una buena continuación del trabajo anterior pero presenta los problemas típicos que aparecen unidos a todo lo que queda enmarcado dentro del concepto de secuela. No sorprende (si conoces el disco anterior) y las cosas buenas que tienen (gran cantante, coros, instumentistas,…) te las esperas. Independientemente de todo eso cuando escuchas un temazo como “join with us” (que desgraciadamente escuché ayer en la televisión como fondo de un anuncio de coches, creo) se te olvidan todos los epítetos a los que tenemos que recurrir para hablar de música y te dejas llevar por una canción prácticamente redonda. Hasta un tierno como yo se pone a menear sus crines virtuales con ese final de Rock setentero tan espectacular.

Aun así creo que este disco se queda por debajo del anterior y el último tramo del mismo se me hace realmente difícil. Es cierto que ya desde su primer disco han coqueteado siempre con los guiños roqueros de los 70 más horteras pero creo que aquí llega a algunas fases en las que se pasan. El saxofón “brucespringstiniano” llega a empalagar y algunos toques que en pequeñas dosis aparecen sutiles también llegan a hacerse incómodos según avanza el disco (todo esto desde mi punto de vista, claro). En cualquier caso me sigue pareciendo un disco recomendable sobre todo para escuchar un viernes por la tarde después de una semana de mierda.

Hace unos días también estaba escuchando uno de esos “carruseles deportivos” estivales de la SER que tan poco interés tienen cuando uno de los que allí hablaban, no sé por que razón ni con que objetivo, pinchó una canción de un grupo americano llamado Foxboro Hottubs que no estaba nada mal. Una especie de The Strokes en sus momentos más inspirados. Nunca había escuchado hablar de ese grupo y me llamaba mucho la atención el que un grupo del que yo no sabía nada saliese radiado en un lugar como el “Carrusel Deportivo” de Pepe Domingo Castaño.

Poco después se despejó la duda. Foxboro Hottubs es un grupo paralelo formado por los mismos chicos de Green Day. Su primer disco “Stop Drop and Roll” es la plataforma para que los archiconocidos punk-pop-rockers den rienda suelta a su querencia por el Garage, el rock psicodélico y los sonidos más roqueros de los sesenta. No está mal y defienden con mucha dignidad y criterio todos esos estilos tan alejados del mainstream y que tantas y tan altas pasiones despiertan entre muchas comunidades musicales del planeta (malasaña entre ellas) pero el experimento no creo que pase de un muy buen ejercicio de diversión por parte de unos amantes de la música que se han hecho millonarios tocando la música que les gustaba con 18 años y que probablemente estén cansados de seguir haciendo lo mismo.

Y para terminar simplemente un comentario de algo que me pasa pero que no siempre me atrevo a confesar. Reconozco que hay varios artistas, generalmente americanos y generalmente cercanos a ese estilo entre el Folk, la americana y el rock que podríamos asociar a, por ejemplo, Ron Sexmith (aunque no es un buen ejemplo de lo que voy a decir), que tienen reconocido prestigio dentro de la comunidad musical más elitista y purista, que no paran de sacar discos que reciben excelentes críticas en los medios especializados pero que a mi no terminan de tocarme. Uno de esos casos es el de Aimee Mann.

Conocí a esta artista porque un buen amigo me regalo uno de sus discos: "Bachelor #2". El disco es bonito, esta bien tocado, bien cantado y suena de fábula pero no le he vuelto a escuchar desde que llegué a esa conclusión. Tenía tan buena prensa que me compré otro trabajo anterior llamado "I'm with stupid" y me pasó lo mismo (aunque me pareció más flojo y lo escuché todavía menos) y de nuevo me ha vuelto a ocurrir lo mismo con su último trabajo “@#%&*! Smilers”. Se que es cruel y que probablemente esté equivocado diciendo esto pero me parece que todos son el mismo disco. No me emocionan y si la música no emociona es mejor no insistir. Hay discos que necesitan varias escuchas para llegar al corazón (y suelen ser los mejores) pero en esas ocasiones siempre hay algo que te invita a poner el disco otra vez. Cuando eso no ocurre de forma natural e intentas forzarlo lo normal es no tener éxito. Al menos a mi me ocurre así.

Sonando ahora mismo en mi ipod:
Hope – Cloud Cult
The meaning of 8 – Rebel Group/2007