Todo vuelve al principio

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He notado que hay mucha gente que tiende a pensar que el primer disco de cualquier artista es casi siempre el mejor. Evidentemente para gustos los colores y una afirmación tan categórica nunca puede ser cierta pero es cierto que es una sensación que durante un tiempo también tuve yo mismo. En los últimos años las cosas son distintas pero tradicionalmente el primer disco de cualquier banda era fresco, directo y sencillo, no en el sentido despectivo del término sino en el de no buscar la complejidad. Se trataba de recopilar la historia del grupo desde su formación hasta ese momento, periodo en el que todo lo que se hacía no tenía generalmente muy claro que terminaría precisamente en un disco. Las canciones de esos discos habían rodado mil veces por el escenario o por el local de ensayo y estaban elegidas a conciencia. A partir de ahí todo es diferente. Hay excepciones pero en general los músicos se cansan (nos cansamos), con mayor o menor intensidad, de tocar siempre la misma canción o de repetir siempre la misma fórmula y se intenta adentrarse en otros terrenos. A veces es evidente y a veces no. A veces es imperceptible para el receptor y otras veces provoca el espanto. Mucha gente que hace música especialmente vanguardista o alternativa o indie o “rarita” son excelentes músicos que saben tocar de todo y que incluso han tocado en bandas de punk de tres acordes pero que quieren experimentar nuevos caminos. Otras veces son simplemente caraduras disfrazados de intelectuales.

El caso es que yo también estoy en esa fase como consumidor de música. Tengo tantos discos y he escuchado ya tanta música que muchas cosas que hace diez años me hubiesen emocionado ahora me parecen copias malas de algo que ya he oído. No es algo que me guste pero supongo que es ley de vida. Por eso en los últimos tiempos no tengo ningún reparo en zambullirme en cualquier propuesta musical por extravagante que esta parezca aunque reconozco que la inmensa mayoría de las veces o no la entiendo o no me dice nada o realmente es una patraña. En ese sentido lo tengo clarísimo: la música Pop es melodía y canciones. Hazlas como quieras, con lo que quieras y de la manera que quieras pero respeta eso.

El tipo que me pasó una copia de “Veckatimest”, el último trabajo de Grizzly Bear, lo hizo después de leer mi modesto comentario al respecto de Animal Collective y diciéndome que en consonancia con ello sería un disco que “me gustaría”. Es lo malo de dar demasiada importancia a las etiquetas que definen a los grupos de música y el supuesto estilo que abrazan. Yo no creo en los estilos ni en las etiquetas. Te pueden ayudar para centrarte y saber por dónde van los tiros pero eso es todo. Es decir, yo no puedo decir que me gusta el Country porque me gustan muchos grupos de Country y otros no, lo cual es extensible a todas y cada una de las etiquetas. Grizzly Bear es otro de esos grupos de la efervescente escena alternativa americana que intentan construir música pop atendiendo a parámetros poco convencionales. En este caso sin embargo lo hacen con respeto a los parámetros de la música popular y cuidando las canciones y la melodía como mínimo tanto como la producción lo que desde mi punto de vista es de agradecer. El disco empieza de forma espectacular y enseguida tuve la sensación de que estaba enfrente de una joya… pero al final el regusto que me queda no es para tanto. Está muy bien desde todos los puntos objetivos pero creo que se termina haciendo repetitivo y homogéneo, dos características que si los piensas bien contrastan de pleno con los cimientos de lo que se pretende hacer, pero no creo que eso sea un problema para que las revistas especializadas lo encumbren. A pesar de que por momentos me parece pesado creo que es un buen disco hecho con talento, originalidad y buenas ideas.

En el caso anterior al menos tenía una ligera idea de lo que podría venir pero en el del próximo invitado no tenía la menor de las ideas. Un buen amigo me pasó un link misterioso para bajarme el disco (aparentemente de forma legal aunque no lo tengo del todo claro) así que me puse a ello. Se trata de un grupo Finlandés denominado Palma y su álbum de debut que tiene el extenso nombre de “Be bold and Mighty forces will come to your aid”. En los primeros cortes lo que me encontré fue un pop moderno de sonido potente que sigue esa línea tan en boga en el mainstream del indie de mezclar guitarras eléctricas y sonidos electrónicos de naturaleza marciana. Algo ligeramente ligado a aquello que los mejores Blur hicieron a mediados de los 90 y que luego bandas de estas de revival del revival del revival como The Killers han malinterpretado. Esta parte del disco sin embargo despertó mi curiosidad dándome ganas de tomar el todo pero según avanzaba la cinta el sonido pop se transformaba en descargas guitarreras deudoras de los sonidos de los 70 más garageros, esos que fueron el embrión del Heavy Metal. El disco no está mal pero reconozco que no soy un gran especialista de este tipo de sonido y por lo tanto es fácil explicar porque me ha resultado demasiado.

Así que puestos a buscar rock y garage decidí ponerme “in Rock” una de las mejores entregas de esa especie de banda fantasma dirigida por Scott McCaughey (militante de Young Fresh Fellows, entre otras bandas) y llamada The Minus 5. El amigo Scott aprovecha esta etiqueta para grabar periódicamente algunas canciones que tiene arrinconadas utilizando para ello una poderosa suerte de amigos que van desde los militantes de R.E.M a los todopoderosos Wilco. No es una regla de oro pero prácticamente cada nueva entrega de los Minus suele ser una especie de ejercicio de estilo y este “In Rock” desde luego lo es. Haciendo honor al título la banda entrega un poderoso ramillete de energéticos temas bañados en Garage-pop (farfisa por doquier) veloces y melódicos. Un disco sin pretensiones que sin embargo aparece redondo y compacto y que consigue ponerme de buen rollo.

Sonando ahora mismo en mi ipod: "Are you a Hypnotist??" (The Flaming Lips - Yoshimi Battles the Pink Robots)

Luna rosa

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Esta semana y sin ningún tipo de razón oscura aparente me estado leyendo un libro que compré hace tiempo sobre la vida de Nick Drake (“En busca de Nick Drake” de T. Dann), que me ha parecido muy interesante. Un gran trabajo de investigación en el que conoces el entorno en el que creció el artista, su familia, sus amigos, sus viajes,… pero en el que te quedas sin saber realmente quién era Nick Drake. Un personaje misterioso, mítico y en cierto modo legendario que lo seguirá siendo por mucho tiempo (probablemente para siempre) y que ha sufrido una especie de resurgimiento de la nada en los últimos años. No llegar al fondo del asunto no me parece que sea problema del autor del libro sino de que probablemente sea imposible saber nunca quien fue esta persona por la poca información de que se dispone. Nick Drake público tres discos en vida que apenas tuvieron repercusión, que recibieron asépticas o malas críticas en general y que apenas se vendieron. Tuvo una vida disipada, jamás intimó con nadie (no se sabe tan siquiera si era heterosexual o no), abuso de todo tipo de sustancias y murió joven en aparente suicidio (porque hasta de eso se duda). Hoy en día sin embargo está considerado como un genio y la calidad de su trabajo no se discute en ningún foro. Grandes y reconocidos artistas reclaman su legado (desde REM a Robert Smith que afirma orgulloso que el nombre The Cure viene de una canción de Nick Drake) y se suceden los artículos, biografías y documentales al respecto del artista. La leyenda de Nick Drake encaja además a la perfección con el tópico y la mercadotecnia del mundo del Rock & Roll cuando aparecen dos de sus temas favoritos drogas y suicidio. El mundo está loco pero es algo de lo que no albergaba ninguna duda.

Nick Drake era un niño de papá que nació en una familia muy acomodada y en un entorno protegido y elitista en la ya de por si elitista sociedad inglesa. Recibió una educación de colegios privados y escuelas de elite reservada sólo a un puñado de privilegiados y accedió a la universidad de Cambridge gracias a los méritos de la cuenta corriente de sus progenitores. Despreció todos esos privilegios (pero sin renunciar a ellos, claro) y se permitió el lujo de pasar estancias en Francia para perfeccionar las notas de francés, dejar la universidad para vivir en Chelsea o irse a Marruecos en busca de la espiritualidad perdida además de por supuesto experimentar sin límites con las drogas y la bohemia. En el corolario del libro se insinúa que la sobreprotección familiar buscando que su hijo fuese un chico “normal” y de bien fue lo que provocó que se sintiese constreñido, no pudiendo ser él mismo y poder hacer lo que quería hacer lo que lo llevó finalmente a la autodestrucción. En fin, me parece una razón bastante peregrina. La inmensa mayoría de personas que conozco, incluido yo mismo, tuvieron una sensación parecida en el mismo periodo de su vida pero tuvimos que hacer de tripas corazón y coger el metro. Conozco muchos que tuvieron que aguantarse con lo que venía pero no conozco a nadie que estudiara en Cambridge. Probablemente sea por venir de donde vengo pero suelo ser muy poco tolerante con las “grandes tragedias” o los “terribles problemas” que tienen en la búsqueda de la espiritualidad los niños de papá (de los que el mundo de Rock está plagado, por cierto) pero eso no es óbice para discutir el talento de nadie. Son cosas diferentes.

Así que esta semana, casi sin querer, me he dedicado a diseccionar toda la discografía del introvertido artista inglés mientras me leía su biografía lo cual ha sido una experiencia interesante pero peligrosa teniendo en cuenta mi estado de ánimo actual. La música de Nick Drake puede no resultar chocante ni sorprender hoy en día que el Rock se ha convertido en una música para todas las edades y en el que el tronco original se ha ramificado hasta estilos completamente diferentes que van desde lo más profundo a lo más superficial, de lo más ruidoso a lo más minimalista o desde lo más burdo a lo más sofisticado, pero entiendo que a finales de los años 60 no fuese precisamente algo de consumo masivo. Canciones lentas, sin batería ni percusión, construidas con una voz lánguida más una guitarra acústica que estaban arregladas (y no siempre) con sofisticados arreglos de cuerda o viento. Independientemente de ello y de lo que pudiera pensar la prensa o la gente de entonces, el primer disco de Nick Drake que lleva el título de “Five leaves left” (que puede parecer muy profundo pero era el mensaje que salía en las cajita de papel para fumar porros cuando quedaban sólo cinco papeles) es un magnífico disco desde mi punto de vista. En lo musical el álbum está compuesto por un buen puñado de baladas de melodías preciosas, construcciones extrañas, arreglos clásicos aparentemente simples pero tremendamente sofisticados (sin demasiados instrumentos) que dotan a las canciones de un halo misterioso y una elegancia fuera de lo común. En lo lírico a través de los oídos pasan construcciones cercanas a la poesía que describen paisajes oníricos, mensajes cifrados, melancolía y miedo. Un disco muy bonito que estremece pero que es tremendamente difícil de escuchar por lo “radical” de su propuesta y un disco que pasa desapercibido o que puede parecer monótono y monocorde si no se le presta la atención debida. Un gran disco de debut que para muchos críticos supone la cima de su carrera o lo mejor que hizo nunca y que desde luego sienta las bases de lo que será en el futuro la música de Nick Drake que simplemente evolucionará hacia variaciones sobre el mismo esquema.

Su primer disco no tuvo ningún éxito ni de crítica ni de público pero en ese sentido fue el mejor de los tres. El siguiente “Bryter Layter” (al parecer una forma de escribir Brighter later que recordara al inglés medieval) vino con el joven Nick en la cima de su huida hacia delante con respecto al aislamiento y a las drogas (se sospecha que entonces empezó a consumir heroína puede que influido por John Cale que participó en el disco y que la consumía) pero cuando todavía creían en él las personas que siempre creyeron. El disco, que gravita sobre las ideas de un Nick Drake viviendo en Londres en calidad de músico, fue un intento de hacer la música de Nick Drake algo más digerible para el gran público para lo cual se utilizaron una batería de arreglos pomposos y orquestados que vestían con profesionalidad y argumentos las canciones de Nick. Es lo más cercano al Pop que hizo nunca pero el estilo fluctúa entre el Folk y el Jazz sin perder la propia personalidad. La producción del disco tiene muchos detractores que la acusan de sepultar el talento frágil y elocuente del propio Drake entre arreglos demasiado producidos y presentes en el resultado final. Yo no estoy particularmente de acuerdo. El disco sigue siendo magnífico. Es cierto que hay tramos demasiado forzados y sobreproducidos pero no creo que estropeen ni las canciones ni el espíritu de las mismas. Al contrario yo creo que se adaptan a ellas con respeto y con la sana intención de hacer el edificio más atractivo. Es una opción que puede no gustar pero no creo que le reste credibilidad o legitimidad. Sin ser para nada un disco ligero o fácil, es sin duda el más directo de los tres (en un amplio sentido de “directo”). Ni que decir tiene que tuvo todavía menos éxito que el anterior (dicen que vendió menos de 3000 copias) y sirvió para que la gente que estaba detrás perdiese totalmente la esperanza. Especialmente dolido resultó Joe Boyd la persona que le ofreció su primer contrato, manager, representante y productor del disco hasta el punto de la desvinculación.

Nadie quería un tercer disco de Nick Drake. Su mentor hasta entonces, Joe Boyd, se fue a California y Island (su compañía discográfica) había dejado de creer en el artista. Según muchos esta época es el inicio del fin, el momento de no retorno. Enfermo, aislado, sin referencias Nick Drake llama a su último ingeniero de sonido para decirle que quiere grabar un disco sin nadie más. En dos noches y dos sesiones de dos horas grabó él sólo con su voz y su guitarra “Pink Moon” el que sería el último disco de su carrera. Al día siguiente llevó las cintas a Island, las dejó en recepción y nunca más volvió a aparecer. A priori “Pink Moon” es el disco más difícil de todos. 28 minutos en once canciones lentas interpretadas sólo con voz y guitarra (hay también un piano en la primera del disco tocado por el propio Nick pero esa es toda concesión a otros instrumentos) de forma directa y natural (hasta existe algún fallo) en un tono tremendamente lánguido y oscuro que por otro lado sirve para comprobar lo excelente guitarrista que era Nick Drake. A pesar de todo lo dicho anteriormente probablemente sea “Pink Moon” mi favorito. Es increíble la sensación de melancolía que me entra cada vez que lo escucho y los pasajes tan bonitos que tiene. Hay momentos en los que se me ponen los pelos de punta y se llega a respirar toda la desesperación del tipo que está cantando. Sólo con guitarra y voz. La música casi siempre es mágica. El disco fue el que peor funcionó comercialmente de los tres aunque paradójicamente el que mejores críticas recibió (sin ser nada del otro mundo).

Hoy es fácil encontrar discos de Nick Drake en cualquier lado que se siguen vendiendo, tiene varios recopilatorios y no es precisamente un desconocido en el mundo de la música. Dicen que su póstumo éxito comercial vino como consecuencia de un anuncio de Volswagen que utilizó Pink Moon como estrella de un comercial de esos en los albores de la publicidad inteligente. No sé si es verdad pero el anuncio es precioso.


Sonando ahora mismo en mi ipod: “Pink Moon” – Nick Drake (Pink Moon/1972)

Punto muerto

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Es preocupante pensar que tu vida está enclavada en un punto muerto pero lo cierto es que es así como me siento. Hay un par de cosas que tengo clarísimas y que siguen su curso normalmente y de forma ejemplar, lo cual es fantástico porque además creo que son las cosas más importantes. El resto están en punto muerto, ese punto que no tienes verdadera certeza de si va a ser un punto de transición o la línea de meta. Es inquietante (y estúpido pensarán algunos) pensar así pero así es como lo pienso. Creo que no es cuestión de ponerme a dar detalles aquí sobre los fantasmas de mi vida porque además probablemente resultaría tremendamente aburrido así que me centraré en mi disfraz de Lukah Boo.

El Post anterior tiene un cariñoso comentario de un ciudadano anónimo que preguntaba sobre mi futuro disco y de paso me ponía muy contento (¡gracias ciudadano anónimo o ciudadana anónima!). El caso es que el bendito disco está siendo más complicado de lo que en un principio parecía (y eso que desde el principio me pareció muy difícil). Por así decirlo nada está saliendo como pensé ni como lo planifiqué. Todo son problemas, imprevistos, contratiempos... y paciencia. Una situación así es en general frustrante pero cuando la frustración la tienes que pasar en solitario la sensación es algo más complicada. El caso es que ando estancado en el segundo lote de cuatro canciones que no tengo muy claro cuando podré terminar. La idea era tener acabado todo (todas las canciones, estas y las siguientes) antes de agosto pero estoy empezando a pensar que es misión imposible. En fin, para no seguir con este espeso circunloquio decir que lo que he hecho esta semana en cuanto a lo musical es buscar inspiración en artistas que salen a la luz en solitario lo cual no me ha servido para nada excepto para tener claro los discos que escuchar.

Y el mejor, sin ningún genero de dudas, ha sido el primer trabajo en solitario de uno de esos tipos que marcan tendencia con una facilidad pasmosa (aunque ocurriese hace cuarenta años). Estoy hablando de Scott Walker, enígmático artista que lleva varias décadas dejando talento en forma de discos y mítico miembro de los lo no menos míticos Walker Brothers británicos (aunque Scott nació en los Estados Unidos). Conocía más o menos la carrera de los supuestos hermanos Walker, que no lo eran, pero durante un tiempo fui reacio a meterme en la carrera en solitario de este tipo, reconozco que influido por sus últimos trabajos (algunos más difíciles que otros después de escucharlos detenidamente). Lo cierto es que ha posteriori puedo decir que no tenía ninguna razón para ello porque sus primeros trabajos en solitario lo que hacen es seguir con criterio y coherencia la estela de los últimos trabajos de su anterior banda. En concreto está semana me he dado una buena sobredosis de “Scott” el primer disco de su carrera como solista y también el primero de una serie de álbumes con el mismo nombre (scott2, scott3 y scott4) que marcan de forma definitiva la cerrara del artista. Orch-Pop de grandilocuencia, pomposidad y mucha clase. Una mezcla perfecta de espíritu crooner, la mejor tradición melódica de los años sesenta y mucho estilo. Un sello característico que ha dejado encandilado a tanta gente, entre ellos y por razones evidentes a Neil Hannon, líder carismático de mis admirados Divine Comedy. Uno de esos discos que hay que tener en la discografía.

También me he ido a buscar consuelo e inspiración en otro personaje mítico, considerado un genio de la música para un buen puñado de aficionados con criterio. Estoy hablando de Elvis Costello y la última entrega de este inagotable, carismático y camaleónico artista. Elvis Costello es un icono para muchas de las personas que son algo mayores que yo y que conocieron, siguieron y aprehendieron la carrera del inglés a la vez que esta nacía. Me refiero a toda esa generación que tuvo la suerte de vivir la llamada new-wave en primera persona y para los que cualquier cosa que firme el señor Costello está consagrada por la mano de Dios (por decirlo de alguna forma). No es mi caso. Yo llegué al talento de esté gran músico a posteriori, de rebote y conociendo de golpe lo bueno y lo malo. Por eso entiendo que me es más fácil poner distancia respecto de algunos escarceos que hace y ha hecho el otro Elvis por los recovecos de la música, no todos ellos precisamente afortunados. El último trabajo, “Secret, Profane & Sugarcane”, trata de ser un homenaje o intento de recuperar la música tradicional americana desde el punto de vista más clásico y purista. El disco está bien, suena genial, lo consigue desde un punto de vista técnico y es francamente disfrutable pero le ocurre algo que sólo le pasa a los grandes artistas y es que Elvis Costello haga lo que haga seguirá siempre sonando a Elvis Costello. Esto en si es un verdadero piropo que ojalá me hiciesen a mi pero es difícil de compatibilizar con un álbum que pretende ser de genero. En cualquier caso sin matarme de emoción ha sido un disco que he escuchado bastante esta semana y que he disfrutado bastante.

Cosa que no puedo decir del último trabajo del australiano Ben Lee, “The rebirth of Venus”, con el que no he podido empatizar en ningún momento. Reconozco que también llegué tarde al fenómeno Ben Lee con su pegadiza y genial “Catch my disease” así que tenía ganas de escuchar con calma un disco entero de este tipo pero me ha dejado frío. Se trata de un supuesto homenaje a la mujer o el lado femenino lo cual como idea esta bien pero el resultado se me queda flojo y monocorde. Me gustan mucho canciones como “Yoko ono” pero son raras de encontrar entre cortes planos sobreproducidos sin necesidad. Me temo que no es el mejor disco para adentrarse en su discografía así que probaré con otros anteriores.

Sonando ahora mismo en mi ipod: “Eu e a brisa” - Jhonny Alf (Olhos Negros)

Semana en la nada

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Lo difícil de intentar no renunciar a nada en esta carrera desenfrenada hacía la estupidez, que es en lo que ha convertido esta sociedad pseudodemocrática con fantasmagórico concepto de calidad de vida la natural acción de hacerse mayor, es que todo lo que hago está cogido con pinzas y que cualquier cambio de última hora, cualquier novedad imprevista, cualquier elemento ajeno a la desordenada rutina supone un problema generalmente insalvable. Mientras que imaginaba la semana como una placentera zambullida en esa quimera (cada vez más quimera) que motiva mi cerebro a grabar un disco en solitario manteniendo a distancia y a buen recaudo al resto de morlacos que como los “hombres grises” de Momo me roban el tiempo, la realidad ha sido exactamente todo lo contrario. Los morlacos se han desbocado hasta hacer herida y mi venerable sueño ha tenido que dormir en el sueño de los justos otra semana más. Es así, es la vida que he elegido (¿o no?) y tendré que convivir con ello pero no deja de ser frustrante y desolador, especialmente cuando llegas al final del día con la sensación de haber tirado por la borda ese suculento pastel que se pudre si no lo cuidas o lo gastas con criterio y que se llama tiempo. Si a un hecho tan concreto como clarificador se le une esta especie de astenia primaveral que como una cepa de gripe A se me ha colado en el alma me resultará más fácil justificarme en defender que ni mi cuerpo ni mi cerebro esté anímicamente preparado para emocionarse por muchas cosas.

Y es que de las cosas que más ansiedad me provoca en estos casos es que precisamente no tener el tiempo que yo necesito como una droga dura para escuchar música. El acto de escuchar un disco no puede ir indisolublemente acompañado a ser la banda sonora de fondo ni algo que suena mientras estás con el corazón en un puño dilucidando otra cosa que no tiene nada que ver. No, escuchar música es escuchar música y en algún momento ese fenómeno requiere ponerse a pensar, degustar, deglutir y masticar todo todo lo que está pasando a través de tus orejas que es lo que fundamentalmente me ha faltado esta semana. Aun así algo he podido sacar en claro...

Tenía muchísimas ganas de escuchar el último trabajo de uno de los grupos que mas me han gustado en los últimos años, los franceses Phoenix. Como mucha otra gente llegue al talento de esta gente a través de esa maravilla del celuloide llamada “Lost in Traslation” en cuya banda sonora aparecía ese temazo llamado “So Young” que formaba parte del primer disco de los franceses “United”. Desde entonces la banda ha publicado otro par de álbumes interesantes hasta llegar a su última entrega “Wolfgan Amadeus Phoenix” que ha sido el disco que más he escuchado esta semana con mucha diferencia. El grupo de la actual pareja del Sophia Coppola (momento prensa del corazón) ha conseguido a través de su ya sólida carrera hacerse con una sonido propio y original que bebe de muchas fuentes reconocibles pero que consiguen aderezar de una forma peculiar y personal que les da una personalidad nada común en muchos de sus colegas contemporáneos. Esa vuelta de tuerca a la nueva ola, al post-punk, al flirteo con los sintetizadores, el toque ochentero,.. acaba cuajando en un cocktail creíble y sabroso que además sirve como vestido perfecto de lo que es el verdadero corazón de la banda: las canciones. En esta última entrega el grupo da un paso de gigante en lo que se refiere a solidez, sonido y producción. Es fantástica, sin peros. Original, arriesgada sin caer en lo histriónico y complicada sonando simple. Cantan mejor que nunca, tocan mejor que nunca y cada instrumento del cuarteto tiene un papel protagonista sin que se pisen unos a otros. El disco empieza fuerte y acaba fuerte en un gran ejercicio de coherencia, profesionalidad y talento. Entiendo las buenas críticas que había leído al respecto y las comparto aunque sinceramente creo que le falta algunos hits para ser realmente un disco soberbio. En ese sentido creo que el álbum carece de esos singles inapelables que han aparecido en todos sus discos, incluido en su anterior “It’s never been like that”. Una pena porque con ellos sería algo verdaderamente importante pero independientemente de ello es un gran disco que merece la pena tener y escuchar. Los franceses juegan ya por méritos propios en la primera división como pude comprobar hace un par de años en el Summercase madrileño.

Hace unas semanas me pasaron un “artefacto sonoro” llamado “Wavvves” que venía firmado con el enigmático y bizarro nombre Wavves. El amigo que me lo pasó lo hizo a tenor de mi comentario en esta misma bitácora al respecto de The pain of being pure at heart y mi, al parecer sorprendente, afición a los sonidos cercanos al noise-pop. Bien, todo lo anterior es cierto pero lo malo de utilizar etiquetas es que estas engloban una tendencia, un tipo de sonido, unas características de referencia pero afortunadamente dentro de la misma etiqueta puedes viajar desde el cero al infinito. No es el caso pero tampoco ha resultado ser para este que escribe el “magnífico” disco que me habían pasado. Se trata de un atrevido gesto de pop alternativo que traza sus cimentos en elementos ya clásicos como el noise-pop, el low-fi o el rock alternativo pero también en parámetros mucho más clásicos todavía como el surf, el beat o el pop. Tirando de Pavement y Guided by Voices tanto como de los grupos de surf-punk americanos estos Wavves (en realidad nombre tras el que se esconde su líder Nathan Willians) construyen un acelerado disco que contiene un buen puñado de píldoras de pop lo-fi bañado de muchas capas de música independiente. La propuesta no me asusta (al contrario) pero no consigo encontrar canciones que me lleguen y el disco en conjunto me resulta demasiado largo y a tenor de la repetitiva propuesta incluso demasiado homogéneo. De todas formas puede que no fuese esta semana la mejor época para zambullirse en una propuesta de este tipo. Quién sabe...

Y poco más. El resto del tiempo lo que he tenido entre manos era uno de esos discos que no necesitas escuchar de principio a fin para poder disfrutarlo. Uno de esos discos que no necesitan dedicación exclusiva para poder dar la sensación de gran disco. Hace unos día veía “The Visitor” en el cine y ello me hizo repescar de mi discografía todos esos CDs donde aparece ese genio genuino de vida fascinante y disipada llamado Fela Kuti y en concreto este “Afrobeat Nirvana” que recoge algunas de las “figuras” del continente olvidado y que
repasa todos esos estilos de color negro que bordean el Jazz a través de ritmos imposibles. Un disco fundamental para semanas como esta.

Sonando ahora mismo en mi ipod: “Thoughts and Prayers” - Ron Sexmith (Exit Strategy of the Soul)