Exposiciones

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Esta semana ha sido especialmente extraña para este que escribe. El mundo evidentemente no lo ha notado (ni falta que hace) pero he tenido que pasar a través de ciertos aspectos ínfimos y despreciables en el contexto de la acuciante crisis económica mundial o la caída imparable del ibex 35 pero potencialmente generadores de un incipiente estado de ansiedad en un servidor. Aunque a veces no lo parezca esto es (o debería ser) una especie de blog de música así que evitare a la amable concurrencia los paseos apasionados por las esquinas más oscuras de mi cerebro y me limitare a decir que esta semana he necesitado exponerme al mundo más de la cuenta, lo cual es algo que siempre he llevado fatal.

Y es que es lo irónico que tiene esto de intentar hacer cosas. Si quieres grabar un disco necesitaras hablar con gente y lo que es peor, existirá alguien que lo escuché y no le guste de la misma forma que si escribes algo a lo mejor hay alguien que lo lee y no lo gusta (o si, que a veces es peor). Si tienes amigos querrán verte, si pretendes entrar en una comunidad tendrás que presentarte y si viajas llegarás a algún sitio nuevo que no conoces. En todo esto, como en otras muchas cosas, uno es tan paradójico que le produce ansiedad eso que precisamente pretende conseguir. Estos romanos deben estar locos que decía Asterix y yo el primero.

En una de esas “exposiciones” (en este caso gracias a Dios muy placentera) después de algunos años volvimos a juntarnos los happy losers para grabar una canción en un estudio. La canción culpable es una versión de “un hombre en mi nevera” de Glutamato Ye Ye que todavía no tengo muy claro donde se publicará pero que ha servido como excusa para pasar un buen momentos con tres de mis mejores amigos. Uno de ellos, el ínclito Óscar loser, fue quien me regaló el disco que más he escuchado esta semana y que me ha servido para los momentos de euforia. A diferencia de Óscar, yo no soy muy seguidor de la música de los 80. No suele gustarme como concepto y en general suelo emitir un sonoro vade retro ante cualquier intento de acercamiento a la época de los cardados y el calentador. Probablemente sea la asociación con la movida española o una especie de incompatibilidad biológica pero es un hecho constatado. El caso es que con los años me doy cuenta de que ese talibanismo me impide disfrutar de muchas cosas buenas como por ejemplo este “Too-Rye-Ay” de los Dexy’s midnight Runners. Reconozco que mi desconocimiento de esta banda de los primeros años 80 era total y supino hasta el punto que su mayor éxito “Come on Eileen” durante muchos años pensé que era una canción de The Cure. Este disco, que también muchos consideran su cima, me parece aparte de tremendamente original muy bueno. Practican una especie de mezcla imposible entre el Soul Blanco, o la interpretación blanca del Northem Soul, y la música con raíces en el Folk Celta. Soy consciente de que es muy difícil de imaginar pero creo que define bastante bien lo que hacen. Producción ochentera (como no podía ser de otra forma) y voz principal muy acorde también con la época pero por esas cosas que hace que la música sea algo tan estupendo, un montón de cosas que a primera vista me resultarían poco interesantes componen un collage muy pop que me encanta. Quizás esta sensación de euforia se corresponda con lo inesperado del resultado y lo bajo que estaba el telón pero… ¡Qué demonios!

Pero no todas esas “exposiciones” fueron tan gratificantes ni tuvieron un efecto tan reparador en mí. Bien al contrario la mayoría me pusieron triste o hicieron que un estado de alegría infantil irracional (provocadas por un par de correos que sin esperarlo he recibido esta semana) acabaran de golpe en un estado muy parecido a la tristeza. En esos momentos, y seguramente precisamente por ello, apareció en mi ipod el disco de debut de una banda llamada Bowerbirds que tiene el sugestivo título de “Hymns for a dark horse”. Muy probablemente en otras circunstancias ni hubiese reparado en un disco así (uno de tantos que me llegan o me graban) pero la ola de frío polar, el que se haga de noche tan pronto y la más que probable falta de litio en mi organismo hicieron que el disco se quedara y se colase por los poros. He leído siempre asociado el nombre de este grupo al de Devendra Banhart pero la verdad es que no sé todavía la razón más allá de una componente estética o espiritual. Hace un par de años hice una cercamiento al friki-Hippy mas Hip del momento pero no consiguió engancharme y aparte del aire campestre y bucólico la ligazón con estos Bowerbirds se me diluye. El disco aviso que es bastante difícil y que hay que estar en situación para digerirlo. No hay batería en ningún momento y aparte de algunas pinceladas de acordeón o violín o la dulce voz femenina que hace coros desde la lejanía el grueso de las 10 canciones recae en una voz, una guitarra y unas letras poéticas y oníricas. Eso si, todo muy bonito. Un especie de Beirut despojado de todo artificio y con una orientación eminentemente Pop. Un disco difícil de recomendar pero que a mí me ha gustado mucho.

Y para esos momentos entre medias, muy pocos para ser sincero, he optado por una recomendación de un blog que de vez en cuando leo y que se publica en tierras brasileñas. Se trata un grupo de Dallas llamado Triste Janero y su único disco (creo) “Meet Triste Janero” un disco interesantísimo que recomiendo con fervor a los amantes del Soft-Pop o el Pop Psicodélico de finales de los años 60. En una especie de sopa que se digiere con suma facilidad se mezclan el soft-pop californiano al estilo Free Desgin, la Bossanova, los ritmos brasileños y la psicodelia ácida tan de moda en la época y el sitio. Un gran descubrimiento sin duda.

Sonando ahora mismo en mi ipod:


The way I feel tonight” – The Happy Losers
Bubbles (Indiana/2004)

Otoño

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Los tipos que como yo tienden con facilidad extrema hacia los estados de melancolía suelen ser amantes de las estaciones transición: primavera y otoño. Es un amor especial de esos que irónicamente hacen daño así que, como casi todos los amores, es preferible no explicarlo a través de la lógica. De hecho, es mejor no explicarlo.

El otoño que aparece en los libros y en las películas es una estación suave y tranquila donde los árboles poco a poco empiezan a vacilar de marrones y donde los taciturnos viandantes van poco a poco tapando sus carnes primero con manga larga, luego con chaquetas y finalmente con gorro y bufanda. Ese es el otoño que aparece en las películas pero no es el que vemos y “disfrutamos” en Madrid. Aquí ha llegado el otoño esta semana pero lo ha hecho como suele hacerse por estos lares de la meseta castellana, de golpe y sin avisar. El martes estaba disfrutando de una tarde soleada con una ligera camisa que tuve que arremangarme para no asarme de calor y el miércoles, que salí a la calle con ropa parecida, sufrí un frío terrible aderezado por el diluvio universal que pulverizaba una desagradable humedad que se incrustaba en los huesos. Así es el otoño aquí, sin tiempo para adaptarse. Hay incluso quien dice que el Otoño no existe en esta ciudad y que pasamos directamente del verano al invierno.

Tampoco he tenido mucho tiempo de adaptarme en lo musical y la transición ha tenido que ser igual de rápida. Empecé la semana con Indie-pop histriónico y la he terminado con Jazz milenario y reposado. Por el camino Americana de Bourbon y chimenea de leña.

Empecé fuerte con “Moonwink” el último trabajo de The Spinto Band. Los americanos son una banda de músicos insultantemente jóvenes y talentosos que sorprendieron muy gratamente a este que escribe con su álbum “Nice and nicely done” hace un par de años. Practican una suerte de pop alocado y paranoico pero bien cimentado en magnificas composiciones, melodías con encanto y unos arreglos muy ingeniosos. Leí en algún sitio que son además una suerte de colectivo cultural de esos que editan sus propios fanzines, hacen el arte gráfico, cortos, vídeos,… vamos, lo que la masa adormecida llamaría frikis. Tuve la oportunidad de verles en directo hace tiempo y me parecieron unos tipos simpáticos, con talento y nada pretenciosos. Me gustó mucho además una historia sobre ellos que decía que el origen del grupo había que buscarlo en el desván de la casa de los padres del cantante y líder de la banda. Por lo visto aquel desván, que yo imagino como ese otro donde los Goonies encontraban el mapa del barco pirata, escondía también un pequeño tesoro. En una de las visitas de nuestro intrépido muchacho descubrió un baúl repleto de letras de canciones que había escrito su abuelo de las que nadie tenía la más remota idea. Cuenta la leyenda que la génesis de Spinto Band hay que buscarla en el momento en que decidió poner música a aquellas canciones con sus amigos. Para el nombre del grupo decidieron incluso utilizar también en su honor el nombre del abuelo, Roy Spinto. No sé cuánto hay de cierto y cuanto de leyenda en esta historia pero bonita hay que reconocer que es bonita.

Este nuevo “Moonwink” no está nada mal. Menos acelerado, mejor grabado, mejor producido y mantiene las mismas características que su álbum anterior (que yo pensaba que era su álbum de debut pero resultó ser su octavo trabajo) pero sin embargo me parece peor en general. No sorprende y sobre todo carece los las canciones redondas, casi himnos, que tenían en el otro disco. En cualquier caso siguen siendo una banda recomendable y disfrutable a la que merece la pena seguir. De hecho tengo pendiente hacerme con los trabajos anteriores. Pero claro de repente llegó el frío y la lluvia con lo que los gritos alocados de, Nick Krill cantante de Spinto Band, atronando en mis orejas no me hacía mucho bien así que decidí sustituirlo por la voz grave y profunda, a veces susurrante, de Kurt Wagner ,cerebro absoluto de banda de Nashville conocida como Lambchop.

Lambchop es un grupo muy particular y de alguna manera único. Aparece siempre unido a las listas de Americana o de Alt-Country pero su música no se adapta muy bien a esas etiquetas. Su particular mezcla de Folk, Country, Jazz, Loungue,… gravita entre muchos estilos distintos pero sin embargo es perfectamente reconocible como sonido Lambchop. Ahí radica precisamente el gran mérito de esta banda liderada por un tipo extraño e interesante cuya imagen asociamos en Europa inmediatamente con la América más profunda. Gorra de gasolinera y camisas de cuadros adornan a este tipo que antes de poder vivir de la música se dedicaba a instalar tarima, profesión con la que se destrozó los pulmones (tiene problemas respiratorios) con los disolventes que utilizaba en su tarea.

El último disco del grupo, “OH (Ohio)”, sigue con la misma dinámica de siempre. Medios tiempos, ambientes calmados y cálidos, espíritu acústico, preciosos arreglos orquestales…. Para mí es en general tan bueno o tan malo como cualquiera de los otros discos de Lambchop que he escuchado. Ese es el problema que tengo con este grupo, que me resulta muy difícil distinguir entre sus discos y no podría decir de ninguno que es malo o que no me gusta. Mi favorito sigue siendo “Nixon” pero probablemente porque fue el primero que escuché y es el que utilizo como referencia para medir de alguna manera los otros.

Para cerrar el círculo me he ido a uno de mis artistas favoritos, Fats Waller, y el enésimo disco recopilatorio suyo que me he comprado. Fats Waller es un excelente pianista newyorkino que tuvo su momento de gloria en las primeras décadas del siglo pasado, en esos años 20, 30 y 40 donde se gestó y probablemente se llego a la cima del Swing y el Jazz más auténtico que se ha hecho nunca. También fue pionero en el uso del órgano dentro de la música Jazz. Mujeriego y bohemio cuenta la leyenda que aparte de un músico de muchísimo talento era un fabuloso Entertainer. Lamentablemente las grabaciones que han llegado hasta nuestros días son de muy mala calidad a pesar de los intentos de remasterización que periódicamente se hacen pero eso no es óbice para no poder disfrutar su peculiar voz, su fabulosa forma de tocar el piano, sus letras pendencieras y esa musicalidad que tiene fascinados a un montón de músicos y no sólo a mí (hace poco lei a Josele “enemigo” hablar de Fats Waller). La cadencia de acordes de uno de sus mayores éxitos, “Ain’t misbehavin’ ” es simplemente insuperable. Recomiendo cualquier recopilatorio de calidad medianamente decente de este artista.

Sonando ahora mismo en mi ipod:


"Magic" - Ben Kweller

Ben Kweller (ATO/2006)

Tiempo, tiempo, tiempo...

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Tiempo, tiempo, tiempo,… mi profesor de Judo tenía razón. Hace años (muchos) este que escribe era una judoca en ciernes que disfrutaba de las enseñanzas de ese interesante deporte. Mi poco peso y buena fuerza me hacía ser más que apto para este tipo de arte marcial así que pasé unos cuantos años cambiando el cinturón de mi kimono entre combate y combate hasta llegar a conseguir que fuese de color negro, cayendo por el camino alguna que otra medalla también. Sin embargo lo que más recuerdo de tan gratificante periodo fueron las palabras de uno de mis profesores. No sé a cuento de qué lo dijo pero en una de sus soflamas al inicio de la clase un día nos confesó que cuando fuésemos mayores nos daríamos cuenta de que lo que más echaríamos de menos y más ganas tendríamos de tener no sería ni coches ni dinero, sería tiempo. Entonces, cuando los años eran eternos y los días suficientemente largos como para vivirlos, me pareció una solemne tontería. Hoy estoy completamente de acuerdo con él.

Esta semana ha sido particularmente patente. Los pocas horas que me deja libre mi compromiso con el sistema capitalista (compromiso mercantil que me sirve para comer) cada vez son ocupadas por más cosas lo cual me genera frustración y ansiedad. Aparte de los compromisos habituales esta semana he sido cronista deportivo, articulista de opinión, músico en activo y lo más importante: he decidido grabar un disco con este nombre. Ya veré en que queda todo pero esa es la realidad y es una realidad que requiere tiempo. Por todo ello no he tenido mucha posibilidad de elegir concienzudamente lo que seleccionaba para escuchar esta semana así que he tenido que tirar de lo que estaba en mi ipod por alguna u otra razón. Debo reconocer que no ha sido mala opción.

Creo que ya he contado en esta esquinita del ciberespacio mi tendencia a escuchar en las tiendas discos de los que no tengo la más remota idea de su existencia. Desgraciadamente, gracias a la cuestionable “moralidad” de los piratas, cada vez quedan menos tiendas de discos en Madrid pero todavía hay posibilidad de escuchar discos desconocidos en alguna de ellas sin llamar la atención. Algunos de los mejores discos de mi discografía han aparecido de esa manera y a la lista se suma un nuevo miembro: Scouting for Girls y su disco de debut homónimo. Sé que en algún sitio había escuchado antes ese hit titulado “She’s lovely” pero no me acuerdo donde. El disco está publicado por una multinacional y me temo que en Inglaterra no son precisamente un grupo desconocido pero hace tiempo que ese tipo de cosas me dan bastante igual. Me gusta mucho. Hacía tiempo que no escuchaba discos de Pop a secas, alegres, divertidos, con canciones pegadizas, bien cantadas, bien tocadas y muy bien producidas y me he dado cuento de que lo echaba de menos. Este disco es así y salvo que el receptor tenga una especie de alergia a los productos masivos bien elaborados, alergia muy común en las comunas indies, seguro que el disco le gustará. Un Pop basado en el piano, una base rítmica clásica pero sólida, coros que beben de las mejores fuentes y una voz poderosa tremendamente inglesa. Por momentos me recuerdan a Del Amitri y por momentos a Athlete pero creo que tienen su propio nicho de personalidad. Recomendable.

Muy recomendable también es el último disco de Randy Newman, “Harps & Angels”. Me da un poco de vergüenza decir esto aquí pero reconozco que no sé quién es Randy Newman. Matizo, sé que existe porque había leído su nombre infinidad de veces pero aunque no sé explicar la razón lo cierto es que siempre lo había asociado con algo que no me interesaría. Craso error. Un conocido me puso sobre la pista hablando de Tom Waits cuando me dijo que no podía entender como siendo seguidor de Tom Waits no conociese a Randy Newman. Pues señores, no lo sabía así que le pedí a mi amigo que me dejase algún disco y me pasó en MP3 este “Harps and Angels” que es su último disco y que tenía perdido en el ipod desde hace semanas. El disco por lo visto sigue los parámetros que le han acompañado durante su carrera que es una música elegante y comprometida en lo lírico que camina con estilo y personalidad entre el R&B de New Orleans y el Pop de musical de Broadway. Extraña mezcla que en este caso resulta natural y altamente digerible. Desde luego si todos los disco son como este merece la pena hacerse con su extensa discografía. Intuyo que las letras están además a la altura así que intentaré conseguirlas en internet si es que no aparecen en el disco (que me pienso comprar) porque mi inglés no es suficiente para entenderlo todo. Aun así pillo frases tan suculentas como esa que dice: “Viviendo en el país más rico del mundo, ¿no crees que deberías tener una vida mejor?”. Una agradable sorpresa.

No podría catalogar sin embargo de sorpresa a estas alturas ningún disco de un viejo conocido como Matthew Sweet. Durante un periodo de mi vida su nombre era omnipresente en un montón de bandas que me gustaban así que acabé haciéndome con la mayor parte de su interesante discografía. Especialmente importante fue para mí su “100% fun”. Desgraciadamente algunos años después acabé cogiéndole manía. No sé exactamente la razón pero dejo de resultarme simpático lo que provocó el que no me apeteciese mucho escuchar su música. Creo que fue tras un concierto en el Azkena de Vitoria que me resultó altamente decepcionante en la misma medida en que le resultó espectacular a muchos que estaban al lado mío. No lo sé pero el caso es que eso me ha hecho mirar con recelo todo lo que ha venido después (que tampoco ha sido tanto). Este “Sunshine lies” es un buen disco de Power-Pop bien hecho donde incluso hay algunas canciones magníficas marca de la casa. Me tira un poco para atrás esa querencia roquera que aparece en muchos cortes pero el conjunto no desmerece en absoluto y el resultado es más que digno.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Matches - The Format
"Dog Problems" (Vanity/2006)

Tediosas rutinas

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En muchas ocasiones la realidad es muy aburrida. Lo seres humanos a medida que crecemos y nos transformamos en eso que muchos llaman personas adultas tendemos a repetir rutinas sumamente tediosas si queremos sobrevivir y ganar el alimento. Esas tediosas rutinas acaban siendo, si no se remedia, el hilo conductor de nuestras vidas. Solamente algunas pequeñas salidas de tono, las aficiones más o menos frikis de cada uno, esa llamada inesperada, una mirada picante en el metro o un plan de última hora son las pequeñas historias que al final dan color a nuestras vidas. Muchos usuarios de estupefacientes ilegales se basan en este fenómeno tan común precisamente para justificar su paso firma hacia el lado proscrito de la vida. Basándose en unas sospechosas ganas de evadirse de la cruel realidad o de la rutina encuentran en las sustancias psicotrópicas la forma más rápida y más sencilla de llegar a planos mentales prohibidos hasta entonces y así salir de la realidad. Existen también otras excusas menos intelectuales para hacer lo mismo pero esas todavía me interesan menos.

A finales de la década de los 60, durante esa eclosión cultural que nació y murió alrededor del Pop, hubo un periodo claramente marcado por el efecto que tenían las drogas alucinógenas, de reciente aparición en círculos próximos a la jet, entre los artistas más vanguardistas y arriesgados primero y posteriormente en la gran mayoría de músicos. De ahí surgió lo que se conoce como psicodelia, una etiqueta ambigua de límites no muy claros que engloba varios estilos de música dispares, aunque relacionados, que van desde el Psycho-Pop o el Sunshine-Pop hasta el Garage o el Acid-Rock. Entender el mundo de las drogas nunca ha sido mi fuerte pero en cuanto a sus consecuencias musicales hay muchas cosas que me fascinan así que ante una semana donde esas pequeñas rutinas se han transformado en pesadilla, he decidido zambullirme un poco en todo eso.

Pero claro un alma cándidamente pop como la mía recolecta en la huerta de la psicodelia frutos que muchos puristas consideran de otra huerta. Es su problema. No sé si un “Very Best…” de Spiral Staircase que ha estado sonando una y otra vez en mi cabeza durante toda la semana será Psicodelia o no pero desde luego es un magnífico y precioso disco que yo si considero deudor de todo aquello. Spiral Staircase es uno de tantos grupos que salieron en esa eclosión de finales de los años 60, que llegaron a lo más alto de las listas con alguno de sus singles y que con la misma velocidad dejaron de existir. Es lo que la prensa especializada conoce como “one-hit wonders”. En este caso me parece muy injusto que un grupo así esté en esa cruel etiqueta. Me ha resultado muy difícil siempre encontrar discos de esta gente (creo que sólo tienen uno como tal) y de hecho lo único que tengo es este magnífico “very best…” pero es de esos extraños discos donde todas las canciones me gustan. Formados en Sacramento y pasados por el tamiz de la producción de ese genio del Sunshine-Pop que es Gary Usher, Spiral Staircase practican un elegante pop cargado de arreglos orquestales muy de la época, coros atmosféricos, voces deudoras del soul blanco y sobre todo unas melodías deliciosas que hacen morirse de envidia a gente como yo. Una gran opción.

Mucho más cerca del corazón de la psicodelia sin embargo pero paradójicamente muy lejos físicamente del presunto origen del movimiento se sitúa otro de los discos que me ha acompañado estos días: “Os mutantes” de Os Mutantes. Los brasileños (el grupo y sus miembros son de Sao Paolo) son de esos grupos que aparecen sistemáticamente en revistas especializadas y fanzines selectivos como un grupo reconocido y de gran caché dentro de la escena psicodélica. Para el gran público son desconocidos (no así en su Brasil natal) pero en el underground y entre los aficionados son verdaderamente unos clásicos. A mí sin embargo me costó encontrarles el punto. Es como esas películas de las que te hablan tan bien que te esperas una cosa distinta y te decepcionan cuando vas a verla. En este caso no me decepcionan porque ante el rechazo inicial he acabado por rendirme a sus encantos pero es cierto que me quede muy frío en los primeros intentos. Este es su primer disco pero en el ya mezclan con tino y personalidad lo que durante toda su carrera fueron sus credenciales: psicodelia friki, rock experimental, pop naive pero al límite y esos retazos de tropicalia brasileña que les hace tan característicos. El disco puede resultar difícil de digerir a neófitos o personal no dispuesto pero creo que merece la pena adentrarse entre sus secretos.

No estoy seguro de poder decir lo mismo del “Cry like a Baby” de los Box Tops que sin ser un mal disco, ni mucho menos, reconozco que personalmente esperaba más. Box Tops es el grupo donde tuvo sus orígenes ese personaje con mayúsculas dentro de la música Pop y Power-Pop que es Alex Chilton, fundador y cerebro de Big Star. A todos aquello que como quien escribe es fan del señor Chilton y los discos de Big Star debo decir que me ha resultado imposible encontrar esas referencias en los Box Tops a pesar de ser el cantante de ambos grupos. Los de Menphis practican una suerte de Orch-Pop más cerca del Blue-Eyed Soul que de otra cosa aunque pasan muy cerca de muchos estilos cercanos, llegando a coquetear incluso con el Acid-Rock. “Cry like a Baby” es el segundo disco de la banda y su revisión de la música soul practicada por blancos que aunque me gusta no termina de emocionarme.


Sonando ahora mismo en mi ipod:


No matter how I try - Gilbert O'sullivan
"the berry vest of..." - (EMI/2004)

Japón

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He vuelto al mundo ipod. Mi compañero de batalla murió con honor y ha sido sustituido por otro más delgadito, más guapo, más listo y con más capacidad. Como la vida misma. Aun así yo soy fiel a mis iconos y mi primer ipod será siempre mi primer ipod. Para un tipo como yo con algo de alergia a esta nueva ola de amor por los gadgets que parece obsesionar a mi generación, ha resultado además un poco pesada esta inmersión en el mundo de los GB’s y las prestaciones absurdas de los cacharritos. Tanto viaje cibernético a ese mundo me ha hecho recordar eso si los días que pasé en el paradigma de todos esto, ese país fascinante que se llama Japón y de paso también de su música.

Hace un par de años tuve la suerte de pegarme un viaje por ese sitio tan extraño y enigmático del lejano oriente. La genuina mezcla de tradición oriental milenaria, la invasión cultural americana post segunda guerra mundial y un desarrollo económico brutal de capitalismo efervescente hacen que Japón sea un país alucinante para el que lo ve desde fuera (no tanto para el que está dentro) plagado de contradicciones, ironías y actitudes incomprensibles para los ojos occidentales. El hervidero cultural japonés es espectacular en todas sus artes y la música es una de ellas. El J-Pop (o pop japonés) es un mercado que disfruta de muy buena salud. La música lo inunda todo en todas partes y las tiendas de discos están presentes y visibles en prácticamente cualquier parte, al menos en las grandes ciudades: Tokyo, Osaka, Yokohama, Hiroshima,.. Cualquier estilo musical tiene cabida y convive con respeto con cualquier otro por diferente que sea. En Japón hay grupos Heavies, Techno, punk, dark, tradicional y hasta cuadros flamencos. Pero lo verdaderamente interesante para mí era lo genuinamente autóctono.

El movimiento indie en Japón (principalmente en Tokyo) goza de muy buena salud y la cantidad de revistas, salas y tiendas que hay en sitios como Shibuya o Shin-jo-ku no desmerece si lo comparamos con la primera división del género como Londres. Yo tenía la idea cuando llegué allí de que lo que hacían en Japón era principalmente copiar con cierta gracia autóctona lo que se hacía en la Europa indie pero aunque mi sospecha tenía algo de realidad lo cierto es que la escena japonesa tiene una potente personalidad propia que continuamente crea estilos nuevos a cada cual más friki. Un problema que tuve sin embargo es lo difícil que resultaba comunicarme para entender aquello. En Japón se habla muy poco inglés o cualquier otro idioma y el japonés no es precisamente sencillo ni tan siquiera de leer. Eso me hizo no entender in situ cosas que tuve que descubrir y asimilar tiempo después como el curioso fenómeno Pico Pico-Pop.

En muchos sitios donde entraba (no sólo en las inmensas salas de video juegos) escuchaba una música histriónica y paranoica que mezclaba cualquier sampler de cualquier cosa obtenida de la música popular de los últimos 50 años (swing, jazz, bossa, soul, pop, rock, jazz,…) con ritmos pregrabados, electrónica y sonidos marcianos como los que todos asociamos a los video juegos. Todo ello metido en una cocktelera y ejecutado a una velocidad supersónica ofrecía un tipo de música que no puede dejar indiferente a nadie. Podía (y puede) resultar agotadora y desesperante pero a mí me dejo paralizado. Sin saberlo estaba escuchando Pico-Pop. Pico-pico es la onomatopeya que los japoneses usan para decir bip-bip, es decir el sonido de 8-bits que hacían las primeras computadoras. Música de marcianitos que diríamos aquí. Existe de hecho una variante del Pico-Pop que se denomina 8bits-Pop o Bit-Pop formada por grupos que hacen música exclusivamente con esos 8 bits. Algo tremendamente friki que a mí reconozco me supera pero puedo dar fe de que existe y de que hay grupos que con esos parámetros hacen por ejemplo algo parecido al Jazz (léase YMCK).

Entonces, gracias a la dificultad en la comunicación y el Kanji (la grafía con ideogramas), me resultó imposible tomar nombres o referencias de todo aquel enjambre de grupos pero hace unos meses asistí a un interesantísimo audioforum con Guille Milkyway (cerebro, alma y cuerpo de La Casa Azul) en la última edición de Cultura POP en Madrid que me puso las cosas claras. Guille, erudito conocedor de la escena japonesa, puso orden, nombre y caras a todo aquello que yo tenía en la cabeza. La lista sería interminable y probablemente aburrida para neófitos. Ya irán apareciendo por aquí pero de momento me quedo con Plus-Tech Squeeze Box y su segundo disco "Cartoom!" que creo resume muy bien esto de lo que estoy hablando. En un disco corto que parece una sola canción y entre ruidos, bits, baterías aceleradas y la sempiterna voz femenina que recuerda al Score de Candy-Candy puedes encontrar pop, bossanova, punk, funky y hasta una joya soul que podría pasar por un single de los mismísimos Jackson 5. Admito que puede resultar agotador y desquiciante pero no deja de ser alucinante.

Pero el referente a toda esta eclosión del electro-pop japonés hay que buscarlo algunos años antes, a principios de los 90, en el inquieto y vanguardista barrido de Shibuya en Tokyo y lo que los periodistas llamaron Shibuya-Kei. Con esa etiqueta se englobaba a una serie de grupos jóvenes que dentro de los parámetros y con los instrumentos que se utilizaban para la música techno y electrónica, buscaban sus referentes artísticos y creativos en fuentes más orgánicas y clásicas. Era como hacer música Pop de raíces clásicas (soul, jazz, bossanova,..) pero con samplers, cajas de ritmos, midi y el resto de iconografía techno. Aunque los grupos que se enmarcan en esa etiqueta es cierto que tocan diferentes estilos y en ocasiones podían estar muy alejados entre sí es cierto también que recogían más o menos esos parámetros. Aquellos grupos empezaron a ser pinchados y tenidos en cuenta en los clubes de la agitada Shibuya y de ahí el nombre de la etiqueta. De entre todos ellos para mí hay una referencia que destaca especialmente entre todas, probablemente porque fue el que más se escucho por aquí: Pizzicato Five. Esta semana he estado escuchando el que personalmente considero su mejor trabajo "Playboy Playgirl".
Pero no todo es modernidad y electrónica bajo el sol naciente. Japón tiene una rica tradición musical en cuanto a la música pop se refiere. La influencia de las tropas americanas tras la segunda guerra mundial en las islas niponas fue evidente y notoria e hicieron que ya en los años sesenta y setenta existiesen grupos japoneses que seguían las tendencias y modas que se gestaban al otro lado del mundo. Uno de esos grupos es Happy End que los más intrépidos conocerán puesto que la pequeña Coppola decidió meter una deliciosa canción suya, “Kaze Wo Atsumete" (algo así como “recolectando el viento”) en la maravillosa Lost in Traslation. Esa canción aparecía originalmente en el disco “Kazemachi Roman” que adquirí en una bonita tienda de Shibuya en Tokyo y que he repescado esta semana. La conocida canción es una tierna y casi minimalista tonadilla pop que podría venir perfectamente de cualquier grupo indie nipón dado a conocer por sellos especializados como Siesta o Elefant pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un disco de blues clásico, Rock & Roll y pop cantado en Japonés pero de clara inspiración americana que se publicó sorprendentemente en el año 1971. He leído por ahí que incluso está considerado como el mejor disco de la historia del rock japonés. Allí Happy End son un grupo muy conocido con una discografía corta pero importante que estaban en todas las tiendas. Lo difícil sin embargo fue encontrarlo en lugares donde todo está escrito en alfabeto japonés.

Sonando ahora mismo en mi ipod (y japoneses también, claro):

Climb, fall and climb - Flashback
"Seek for a color" – (Slynky/2005)