No es mi caso

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Hay mucha gente que cree que pensar demasiado es negativo y algo a evitar. No es mi caso. Admito que pensar puede llegar a ser doloroso e incluso cruel o dañino pero desde luego nunca es algo a evitar. Especialmente si lo contraponemos con esa moderna religión que con tanto entusiasmo abrazan los que recelan de las consecuencias de pesar y por ende no piensan. Yo soy de los que viviendo en Matrix se tomarían la píldora que les saca del engaño. Sin dudarlo.

En la música también existe la misma tendencia. Hay quien entiende que la música Pop es algo superficial y divertido que sólo debe servir para pasar un buen rato en el que olvidar las vicisitudes de la vida y que pierde toda su esencia y encanto cuando pasa la barrera de lo superficial y pretende adentrarse en bosques algo más espesos. Es más, hay mucha gente que no puede creer (ni conoce) que existan opciones dentro del infinito universo de la música, llamémosle pop, que puedan tener el mismo fondo de armario que las obras magnas de lo que socialmente está aceptado como verdadera cultura. Es este tipo de personas que sacan pecho cuando dicen que no van al cine para sufrir o para pensar y por la misma regla de tres ni se plantean que un disco pueda esconder toda una amplia gamma de sensaciones y sentimientos o el más mínimo átomo de la esencia con la que se construye el arte. No es desde luego mi caso tampoco. Esta semana la banda sonora de mi vida, por diferentes circunstancias, ha estado compuesta por propuestas algo alejadas del pop eufórico y algo más cercanas a la introspección, la belleza no evidente, lo oscuro y el quedarte pensando intentando descifrar lo que hay detrás.

Clem Snide es uno de mis grupos favoritos. Conocí la banda en un momento en el que mi cuerpo y mi mente necesitaban ese tipo de música. Como suele ocurrir con casi todo, quien primero ocupa una parte virgen de tu corazón es muy difícil que alguna vez lo abandone del todo y eso algo que probablemente ocurra con este grupo puesto que fueron ellos quienes me abrieron el camino para descubrir toda esa tendencia de grupos que se basan en los sonidos acústicos, el Folk, la importancia de las letras y una discreta tradición americana para expresarse. Si bien reconozco que sus dos primeros álbumes son bastante difíciles para profanos (aunque reconozco que a mi me gustan) el siguiente “Ghost of Fashion” pero especialmente su “Soft Spot” (fontanela en inglés) me parecen de entre los mejores trabajos publicados en la última década en general pero en particular dentro de ese estilo que una persona muy cercana a mi, con cierta mala uva, denomina como de “música para suicidas”.

Después de este disco publicaron “End of Love” (que sin ser un mal álbum para mi supuso un pequeño bache) y ahí se ha truncado por el momento su carrera, pero no así la de su líder y cerebro, un enigmático y carismático sujeto de origen israelí que responde el magnífico nombre de Eef Barzelay (si yo me llamase igual o parecido, Lukah boo no existiría). Reconozco que su debut en solitario me dejó bastante frío. Quizás fuese lo desnudo en la ornamentación de las canciones (todas ellas son voz y guitarra exclusivamente) o que está vez no llegue a entender la tradicionalmente fabulosa, retorcida, irónica y brillante lírica del amigo Eef. No sé, sin llegar a aburrirme es un disco que no me emociona.

Afortunadamente no me ha ocurrido lo mismo con su segundo disco (no sé si se titula “Eef Barzelay” como aparece en la portada o “Lose big” como he visto en otros sitios). En este disco creo que se vuelve a través de la sencillez a la raíz de lo que un día fue la esencia de Clem Snide. Se trata de 10 canciones oscuras y algunas preciosas que esconden sin demasiado artificio las grandes armas de Eef Barzelay como artista: una genuino talento para componer melodías en un estilo cada vez más cercano al folk americano y su forma elegante e irónica de escribir sobre temas siempre muy cercanos a la parte más complicada de la psyche humana. Un buen trabajo a mi modesto entender.

Y otro gran disco que he tenido la suerte de disfrutar esta semana es el último trabajo de DevotchkaA mad and faithful telling”. Devotchka llegó por primera vez a mis oídos (supongo que como a los de la mayoría que les conoce por estos lares) a través de esa maravilla del celuloide que se llama “Little miss sunshine”. Entonces no me hice con ninguno de sus discos porque la oferta de música interesante es tan brutal que uno desgraciadamente no puede ni tan siquiera pretender abarcarla así que como otras tantas cosas se quedó acumulada en el cajón de los posibles. Esta vez he podido hacerme con su nuevo disco y desde luego no me arrepiento.

Se trata de un grupo ecléctico, algo extravagante en su multicultural propuesta y completamente alejado de los cánones que esperamos en un grupo de Pop. De hecho se me hace difícil calificarlo como de tal. Devotchka es un crisol de músicas e influencias que pasan por la polka, el tango, el flamenco y sobre todo en una original interpretación de los sonidos cercanos al folclore balcánico y centroeuropeo, que mezclan y llevan con una sorprendente naturalidad a un formato orquestado muy cercano a la tradición pop. El resultado lejos de resultar denso y empalagoso aparece bonito, elegante y muy interesante. El disco se degusta casi sin querer de principio a fin pasando por diferentes sinónimos de intensidad y melodía. En 10 cortes, también, pasas por diferentes zonas de la geografía mundial y del cerebro. Una gran sorpresa.

Es probable que para los conocedores de toda la trayectoria de la banda este disco en concreto no les parezca ni el mejor ni el más representativo. No lo sé. Para mi es la primera vez que me acerco a su propuesta y me gusta mucho.

Otro disco que lleva ya algunos días sonando por mi casa es el último trabajo de Death Cab For Cutie un grupo de largo recorrido y amplia discografía que cada vez aparecen más sólidos y cimentados sobre una personalidad propia que sin sorprender es perfectamente reconocible. Reconozco que sus primeros discos pasaron por más pena que gloria por mi particular olimpo musical pero todo cambio el día que escuche "Transatlanticism". Con este disco el grupo consiguió un excelente trabajo raro, compacto, denso, oscuro y precioso al mismo tiempo. Probablemente fuese la época, el momento o el estado de ánimo en el que me encontró pero el disco pasó a formar parte del grupo de los elegidos prácticamente a la primera escucha. Creo que es muy difícil que vuelvan a provocar un efecto parecido en mí.

Y el caso es que los trabajos posteriores no desmerecen para nada el nombre de la banda. Este “Narrow Stairs” por ejemplo presenta las señas de identidad de la marca Death Cab For Cutie y sin descubrir nada nuevo (ni falta que hace) construyen otro buen disco coherente que mezcla a partes iguales histrionismo indie, elegancia, solidez y melodía. Me gusta.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Pam Berry – The Shins
(Wincing the Night Away – Sub Pop/2007)

Hotel room

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Los días en los que duermo fuera de mi casa por razones que no tengan que ver estrictamente con mis ratos de ocio me ponen muy triste. Puede parecer estúpido pero es así. En esos días todas las características de la personalidad que se relacionan con la tristeza como la melancolía, la nostalgia, la soledad, el pesimismo,… aparecen por mi torturada cabecita, acostumbrada ya desgraciadamente, con razón y sin ella, a esos dañinos sentimientos. Esta semana he estado fuera de mi casa por razones que simplemente acordarme me produce ardor de estómago así que dejémoslo ahí.

Normalmente en estás circunstancias tiendo a refugiarme en la música más triste y depresiva de mi extensa (particularmente en ese campo) discografía, pero esta vez ha sido diferente. Esta vez sentía que era realmente de verdad y tenía miedo de juguetear en las lindes del equilibrio emocional que se nos supone a los seres humanos, especialmente cuando tenía que exponerme al mundo más de lo que yo acostumbro, así que de forma forzada y artificial he buscado otros soportes musicales más animados para animarme y acompañar esas horas de mi vida que he malgastado.

La primera elección fue fortuita pero acertada. El imprevisible modo aleatorio de mi ipod tuvo a bien elegir uno de los mejores discos que he escuchado en los últimos años: "The land of pure imagination" de Roger Manning. Inmediatamente quite el modo aleatorio. Se trata del primer trabajo en solitario del tal Roger Joseph Manning Jr, un oscurísimo disco que reconozco no tengo en formato original (una vez lo vi en una tienda madrileña y me he arrepentido muchas veces de no pagar el elevado precio que me pareció entonces) de uno de los miembros pensantes de Jellyfish, también presente en algunos discos de Beck, Air y otros grupos del panorama indie norteamericano. El disco, en mi humilde opinión, es una auténtica maravilla de principio a fin, desde la primera canción a la última. Un magistral ejercicio de pop preciosista que tocando varios palos, siempre dentro del pop más melódico, aparece envuelto en una producción moderna y vanguardista que sin embargo se muestra retro a los oídos del afortunado receptor.

Too late for us now”, “Wish it world rain”, “What you don’t know about the girl”,….todas ellas podrían aparecer en cualquier de mis recopilatorios de favoritos. Preciosas canciones, algunas de ellas verdaderamente redondas, cuyo hilo conductor es un excelente uso de la melodía, un afortunado uso de la psicodelia bien entendida, un esclarecedor uso de multitud de sonidos de sintetizador marcianos (y a veces kitch), mucho piano y bastante espíritu de eso que se inventó en los años 60 y que todos sabemos compone la columna vertebral de la música Pop. Un disco para degustar con los ojos cerrados, un ligero meneo de cabeza, una sonrisa y que no deberían perderse los amantes de las canciones bonitas.

Nada fortuita fue sin embargo fue la escucha exhaustiva de un grupo americano llamado Tally Hall y su álbum de debut de nombre impronunciable: “Marvin’s Marvelous Mechanical Museum” puesto que supone para mi una de las gratas sorpresas de entre la abundante oferta de grupos americanos que de alguna u otra forma se relacionan con el Power-Pop, cosa con la que por otra parte no estoy de acuerdo. El disco es un sorprendente ejercicio de eclecticismo de muy alto nivel técnico y creativo. Un disco muy largo (aunque no particularmente denso) cuya estructura principal se mueve entre el pop americano de guitarras pero salteado constantemente con elementos presuntamente ajenos como el rap, sucedáneos de upbeat negroide, guiños al country acústico (preciosas por cierto), baladas de piano a lo Bend Folds,… para acabar con una especie de Calipso. Es inevitable la referencia a They might be Giants por aquello de la extravagancia pero para mi no se parecen más que en el espíritu.

Es un disco de pop bastante barroco, histriónico por momentos, pero que acaba resultando coherente y de los que apetece volver a escuchar con más tiempo para intentar descubrir otros detalles. No sé de donde ha salido esta banda o si sus miembros tienen referencias anteriores reseñables pero es un nombre al que seguiré porque me da que lo mejor está aun por llegar.

Y bueno en esos momentos en los que no quería estar pendiente de la música pero que no me apetecía escuchar el ensordecedor silencio de mi habitación de hotel he estado pinchando un disco de Latin-Jazz que sin matarme de emoción cada vez que lo pongo si que los considero interesante y sin duda definitivamente perfectos para este menester.

Se trata de un compilado de Mogo Santamaría, virtuoso percusionista y omnipresente miembro del universo Latin, que ha recopilado y ofrecido para disfrute de las nuevas generaciones, a más que razonable precio, esa maravillosa rara avis del panorama discográfico nacional que se llama Vampi Soul. Un largísimo compilado (yo creo que nunca he conseguido escucharlo seguido) plagado de cortes de un sofisticado latin-jazz más cercano al free-Jazz que al Latin-soul. “Dr Gasca” no defraudaría nunca pinchada en una fiesta de bailongos cool.



Sonando ahora mismo en mi ipod:

Way Down now – World Party
(Goodbye Jumbo – Papillon/1990)

Selección sonora

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Los seres humanos podrían dividirse de forma relativamente fácil entre aquellos que se sienten desarrollados a medida que logran parecerse más o menos al grueso de los comunes y aquellos que les ocurre justo todo lo contrario. De entre estos últimos los hay que su diferencia tiene que estar fundada en profundos aspectos internos de la personalidad y los que fundamentan el éxito de su autenticidad precisamente en los aspectos externos de la misma, es decir en lo que parecen a los ojos de los demás por encima de lo que realmente son. Estos últimos presentan una necesidad de constante renovación en su escaparate y que lo que muestren al mundo (lo entiendan o no) sea tan genuino que sólo ellos lo pueden mostrar. Entiendo por tanto que a estos últimos en general no les interesará mucho lo que normalmente dice un servidor en este rinconcito del hiperespacio que regento pero seguro que hoy les interesará todavía menos.

Y es que esta semana tan corta no tenía ganas de intentar descubrir nuevas tendencias en la moda, la película de género austrohúngaro de moda, la serie de culto que cambiará mi vida o el disco que ocupará la posición 32 en las listas que dentro de 8 meses, cuando se publique lo mejor del año, poblarán los quioscos más in. Esta semana he decidido dedicarme a repescar las cosas relacionadas con la música que más me han gustado a lo largo de este trocito de 2008 que llevamos andado.

Una de estas cosas que me ha tocado más la fibra (y ni siquiera es de este año sino del anterior) es una preciosa película irlandesa que se llama Once. Supongo que como ya he avisado no estoy descubriendo nada con esto porque es un trabajo que ha recibido multitud de parabienes en multitud de festivales y existen miles de crónicas y críticas que explicarán mejor que yo lo que significa algo así en mitad de la oferta cinematográfica actual. Aun así, la humilde cabecita que escribe esto no le importa manifestar humildemente que le parece simplemente una maravilla de película capaz de meterse como un líquido inofensivo pero imparable en lo más profundo de tus sentimientos y hacerlo además sin hacer daño y sin querer. Parece mentira que una historia de amor tan simple como las de verdad, una historia de amor en donde los protagonistas no se dan un solo beso, una historia que no se sabe ni donde empieza ni donde acaba, y un metraje de 90 minutos de película donde casi todo el tiempo está sonando una guitarra y una voz cantando música original que nunca habías escuchado antes, produzca la sensación que me dio a mi la primera vez que vi la película. Supongo que la definición de talento es aplicable cuando todo lo anterior aparece a la vez de una forma tan sencilla, natural y creíble que además emociona. Probablemente me pillase en un momento no precisamente robusto de ánimo pero reconozco que me puse a llorar como una magdalena cuando terminó la película. No de pena ni de alegría ni de rabia sino de pura belleza.

La película es en parte la maravillosa banda sonora que la soporta. Una colección de canciones íntimas de un tal Glen Hansard (ayudado por su pareja en la película y en la vida real), un músico/actor irlandés de éxito fundamentalmente local al que podemos localizar en aquella otra joya de la filmografía de tintes irlandeses llamada The Commitments (era el guitarrista pelirrojo). La música es una especie de Damien Rice (otro irlandés) ligeramente menos afectado y algo más terrenal que pone los pelos de punta en el contexto de las imágenes construyendo un resultado artístico muy difícil de conseguir aposta. Sin las imágenes la música es igualmente disfrutable y de calidad aunque es inevitable situarlas en un nivel inferior e irremediablemente te recuerda a aquello que una vez has visto. No sé sin embargo que efecto puede producir escuchando el disco sin conocer la película porque no fue mi caso.

En el lado contrario, en lo que respecta al dramatismo, se encuentra una de las series nuevas que más me han gustado. De un tiempo a esta parte me he vuelto muy friki de las series de televisión (fundamentalmente americanas) y como mucho crítico ilustrado, de comercial mala leche y elaborado mal humor, también pienso que es precisamente ahí donde se está haciendo el mejor cine de la actualidad. Como este es un blog de música no voy a habar de los Soprano, The Wire, Six Feet Under, West Wing, Ed o Carnivale pero si de The flight of the conchords.

Creo que la serie no se ha estrenado en España ()¡muy cool!) pero el DVD se puede comprar por Amazon a 20 dólares (con subtítulos en castellano) que es un precio bastante asequible. En teoría se trata de una comedia en la que un par de músicos neozelandeses, que se interpretan a si mismos, pretenden conseguir triunfar con su banda en las calles de Nueva York. La realidad es un disparatado sin sentido plagado de personajes tremendamente frikis, envueltos es situaciones entre lo naive y lo estúpido, que practican ese tipo de sentido de humor absurdo que adoras o detestas. No hay término medio. Aunque no tiene nada que ver con Muchachada Nui es ese tipo de absurdo que o te hace reír o te espanta. A mi reconozco que me hacer reír.

No obstante lo mejor de la serie (sin duda) son las canciones que interpretan sus personajes. Se pueden escuchar a través de su recientemente publicada banda sonora pero ciertamente tiene mucha más gracia escucharlas en el contexto de la serie. Independientemente de la carga de humor que tenga, la calidad musical es bastante más que decente y reconozco que me gusta mucho más de una canción. Recomiendo su escucha aunque sea motivo simplemente de la curiosidad. Lógicamente, por el desarrollo de la trama, el resultado estilístico es muy ecléctico y pasa de la psicodelia, al rap o del soul blanco a la electrónica pero siempre tiene bastante gracia y algunos cortes son verdaderamente notables.

Y bueno para terminar decir que el disco que más me ha sorprendido de lo que llevamos de año es el de Vampire Weekend. El año pasado un amigo mío muy metido en esto de las novedades discográficas me habló de una banda neoyorquina muy interesante pero no le hice caso por varias razones que me incitaban a ello. La primera es que mi amigo encuentra cada semana un grupo maravilloso que revolucionará la música Pop lo que le hace perder credibilidad, sobre todo teniendo en cuenta que ninguno de ellos después lo consigue. La segunda es que era un grupo del que la prensa inglesa hablaba maravillas antes incluso de haber grabado ningún disco (muy sospechoso) y sobre todo porque por lo visto, según decían los mentideros, el grupo en cuestión mezclaba el pop con la música africana. Mal asunto. Me imaginé entonces un grupo de niños de papa con pelito lacio, camisetas de Manu Chao, compromiso social de diseño y amigos en la industria que practicaban una suerte de música con pretensiones, para periodistas, ciertamente soporífera. Me equivoqué.

Es una historia muy larga y aburrida pero un regalo de reyes (un CD de la Orquesta Baobab) me hizo acabar comprándome el disco de Vampire Weekend y pongo a Dios por testigo que no me arrepiento. Sin deslumbrar ni ofrecer una propuesta pretenciosa (yo al menos no lo creo así) me parece una muestra de originalidad y talento a la que desgraciadamente no estoy acostumbrado últimamente donde todo es grandilocuencia, intelectualidad incomprensible y esoterismo. Es cierto que tienen influencias africanas pero básicamente es un grupo de música pop con canciones de música pop, algunas de ellas bastante buenas, por cierto, que utilizan ritmos, sonidos y armonías inspiradas de alguna forma en el folklore africano, pero lo hacen con naturalidad y sin atufar. Como suelen hacer las grandes bandas utilizan sus influencias, sean las que sean, en beneficio de las canciones (y no al contrario) consiguiendo un resultado muy original, fresco e interesante.

Supongo que se harán muy grandes y conocidos (si no lo son ya) pero es de esas cosas que creo que merecen ser destacadas aunque parezca que llegas tarde.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Thrupenny Tears – The Trash Can Sinatras
(Cake - London/1990)

Viaje con nosotros...

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Corría el año 1995 cuando servidor estaba haciendo uno de sus sueños realidad: viajar por el mundo. Por primera vez en mi vida tenía la posibilidad de conocer otros países, embarcándome en un fabuloso viaje de interrail que me llevó a descubrir la por entonces lejana Europa del este que para mi no era más que otra parte de lo que mi abuela siempre había denominado inocentemente “el extranjero”. Aunque eso de conocer mundo sigue siendo una de mis más intensas debilidades, lo cierto es que aquella fiebre inicial la tengo bastante saciada después de pasar por cuatro continentes y más de 30 países. Aun así, a pesar de las muchas cosas que vinieron después y de las que espero que vengan todavía, aquel primer viaje siempre estará clavado en mi memoria.

Dentro de mi mochila, junto con la ropa más barata que tenía en mi armario, llevaba la edición veraniega del Ruta 66 de aquel año que paseé por media Europa y que lógicamente me dio tiempo a devorar. Uno de los discos que venían criticados en aquella revista, que fue además el primer disco que me compré a la vuelta una vez recuperado del revés económico que supuso el viaje a mi maltrecha economía de estudiante, fue el magnífico “I Should Coco” de Supergrass. Recuerdo que antes de leer la crítica ya había escuchado hablar de aquel grupo de pipiolos de Oxford como una de las sorpresas de la temporada y como la enésima salvación de la música pop de las islas (como no podía ser de otra forma por otra parte viniendo de la prensa inglesa). La crítica del Ruta 66, que era muy buena, refrendaba todo lo anterior y lo adornaba con varias referencias musicales a un montón de cosas que me gustan. El disco lo merecía desde luego. Para mi sigue siendo el mejor trabajo de la banda a día de hoy.

Supergrass fue algo que poco después se diluyó de las cabeceras de las revistas cool de las islas británicas tan rápido como llegó a ellas. Estaban presentes pero como a tantos otros no se les veía. Jamás fueron los salvadores de nada pero a diferencia de otros tantos “salvadores de la música británica” crecieron como músicos y a día de hoy siguen vivos y con una más que digna discografía a sus espaldas. A pesar de parecer muchas veces un grupo cansado o en vías de extinción (y de pensar hace unos años que efectivamente se habían extinguido tras los típicos problemas por los que toda banda de música pasa) lo cierto es que no dejan de sacar discos regularmente. Especial cariño tengo a su anterior trabajo “Road to Rouen” y no sólo porque fuese su retorno a la vida o porque me parezca bastante bueno, que me lo parece, sino porque me lo compré en una tienda de Al-Khobar, la ciudad de Arabia Saudita más cercana a Bahrain. No creo que existan muchas tiendas de música en un país cuya interpretación de la religión dictamina que la música es algo impuro que atenta contra la fe.

Este año Supergrass ha sacado nuevo disco, “Diamond Hoo Ha” pero después de reiteradas escuchas debo admitir que no está entre mis favoritos de entre su discografía. Me da la sensación de que han querido hacer un disco de estilo, basándose en los sonidos roqueros de los años 70, cosa que consiguen en varios de los cortes pero a lo que yo no le veo la gracia. No consigo encontrar entre las guitarras poderosas y la actitud roquera esa componente pop que para mi les hacía diferente de otras propuestas similares ni sobre todo las canciones de antaño. Tienen cortes que me gustan bastante como “Ghost of a friend” o “the return of...” pero en general el poso que me queda tras las escuchas es el de “si, pero…”. Espero que no sea su último disco y que nos sigan deleitando en futuras ocasiones.

Y hablando de viajes por Europa viene a cuento una de las mejores sorpresas de entre las que han aterrizado últimamente dentro de mi ipod. Bajo el sugerente nombre de Lonely Drifter Karen y por lo que parece alejado del mundanal ruido, se esconde un muy interesante proyecto musical con referencias reconocibles a varios espacios europeos y no sólo por la nacionalidad de los miembros de la banda (Austria, España e Italia). El grupo está liderado por una austriaca llamada Tanja Frinta afincada entre Suecia y Barcelona y su pareja (creo que artística y sentimental), un pianista barcelonés llamado Marc Melià. Me alegra hablar bien de un disco que no tiene “nada que ver” con los EEUU ni las islas británicas.

Su primer disco es una preciosa y elegante colección de canciones que se mueven entre el Piano bar de cualquier parte, el Folk de tintes centro europeos, el jazz de barrio bohemio, el Cabaret de tradición germana, la chanson francesa y la canción de vodevil parisina. A pesar de lo que pueda parecer no resulta sin embargo pretencioso (o al menos a mi no me lo parece) y el resultado es un buen puñado de canciones agradables e interesantes que parecen la banda sonora de alguna inexistente película de culto proyectada en los cines Renoir o incluso de alguna serie de televisión para niños, de esas en las que no toman a los niños como si fuesen gilipollas. Está muy bien cantado, muy bien interpretado además de arreglado y producido con inteligencia y gusto. Recomiendo varias escuchas reiteradas pues el resultado gana con el tiempo. Un disco para escuchar tumbado en el sillón mirando al techo pensando en cuando uno era un joven con sueños de colores brillantes.

Otra agradable sorpresa que me ha entretenido esta semana viene desde la lejana Seattle bajo el nombre de The Grand Archives y con su álbum homónimo de debut. Tras esa enigmática etiqueta se esconde el proyecto más o menos personal de Matt Brooke, un tipo de largo recorrido en la escena musical americana, implicado previamente en otros proyectos como por ejemplo Band of horses. En este caso la propuesta se traduce en un puñado de canciones vestidas en ambientes acústicos calmados con tintes de costa oeste y bastante soft-pop. Una especie de alt-Country melódico y con un evidente toque pop (indie, porque no decirlo). Medios tiempos de espíritu californiano, baladas tristes y espesas, vientos casi imperceptibles, sonidos de armónica sonando en el justo momento, pianos minimalistas, intensos coros femeninos… una especie de Mojave 3 en sus momentos inspirados pero nada británicos. Una buena muestra es el precioso primer single “Miniature Birds”. Una agradable e inesperada sorpresa ideal para deprimir el espíritu por momentos, aprovechando que estamos en primavera, pero para recuperarlo al final con la alegre “The crime window”.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Last poems – Cardinal
(Cardinal – Flydaddy/1994)