Por fin se han acabado las fiestas, doy fe de ello. Doy fe también de que mi intención este año era la de disfrutar de las navidades con el espíritu ingenuo de un niño pero ha sido imposible. Cenas aburridas, extraños sentimientos de humillación, gripes desaforadas que me han llevado a la cama varios días, extraños vínculos políticos, llamadas que no llegaron, llamadas que no debieron llegar, mediocridad por doquier, sensación de que la vida ya no es lo que era,… en fin. Mejor dejarlo. El año ha comenzado algo peor de lo que se marchó y paradójicamente eso es lo mejor que puedo decir. Poco después eso si tuvimos el día con la nevada más brutal que recuerdo desde que estos ojos pequeñitos están abiertos y esas cosas a mi me gustan. Mirando por la ventana entonces la preciosa fotografía que podía ver al otro lado me di cuenta de que era la de cualquier nacimiento navideño o la de esos pueblos al norte de Suecia como Upsala donde la tasa de suicidio es tan brutal como los índices de calidad de vida (curiosa paradoja).
Uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos es precisamente un grupo sueco, no especialmente conocido por estas tierras, que responde al curioso nombre de Popsicle. Se trataba de un grupo de pop atemporal (o power-pop o indie-pop) que nos dejaron varios discos, casi todos excelentes desde mi punto de vista, y que desaparecieron cuando los años 90 iniciaban su declive. La formación varió a lo largo de los años pero el corazón de la banda se mantuvo y estaba compuesto por dos tipos: Andreas Mattson y Fredrik Norberg que se repartían las labores compositivas y de voz principal con sutil diligencia. Servidor puede decir con orgullo que tiene en su poder toda la discografía de los suecos y que son sin duda de entre los discos más pinchados en mi casa. Tiempo después de la discreta separación, llegó a mis oídos el que uno de los miembros, Andreas Mattson, se había embarcado en un nuevo proyecto llamado Sweet Chariot con otro gurú del indie sueco (Niclas Frisk) que con el paso de los años supe que fue esporádico y puntual. Desde entonces he estado buscando ese disco por todas partes pero con ninguna suerte. Primero en las tiendas obvias de mi ciudad, después en las menos obvias, después en catálogos y después en internet. Nada de nada. Hace años visité Suecia y pregunté por este disco en todas las tiendas de Estocolmo en las que entré pero pocos sabían de lo que estaba hablando y nadie lo tenía. Hacía un par de años que había desistido de encontrarlo (llegue a pensar incluso que no existía) hasta que un amigo cibernético me pasó un link donde poder descargármelo de internet. Soy un enemigo declarado de las descargas ilegales y de la piratería en general así como un convencido militante en contra del declive que está sufriendo la música como concepto gracias al cinismo humano y las herramientas que internet presta a la avaricia y si existe algún interesado en conocer mis razones me presto a ello pero en este caso no he podido dejar pasar la ocasión de escucharlo, lo cual no es óbice para que me compre el disco el día que lo vea (que estoy convencido que llegará).
El disco me ha gustado bastante aunque no es tan directo ni tan fácil de digerir como los de Popsicle. Tiene el peculiar título de “Beat based songs center spirit led” y sobre el carácterístico pop del amigo Andreas Mattson se dibujan algunas pinceladas de soul blanco (muy ligeras), giño de electrónica y la aportación del nuevo compañero de fatigas que configuran un disco bastante interesante desde mi punto de vista. La diferencia entre uno y otro compositor es más que notable y sin desmerecer a nadie me quedo sin duda alguna con mi admirado Andreas Mattson. De hecho el disco no termina de ser redondo precisamente por eso.
Este año me he propuesto rebuscar de vez en cuando en mi poblada discografía para volver a disfrutar de discos que ya disfruté en su momento y con esa premisa he rescatado el “Slanted &Enchanted” the Pavement, un disco que en su momento supuso un revolución en mi cabeza y que no pude dejar de escuchar. En esos primeros 90 donde se gestaban tantas cosas que fracasaron poco después fue cuando descubrí que en los suburbios del pop clásico nacido en los 60 existían una serie de propuestas alternativas, algunas verdaderamente cool, que podían interesarme. En ese batiburrillo donde estaba el emergente Noise, el Grunge, el rock alternativo, el movimiento Lo-fi, etc. Apareció de repente Pavement que para mí era un grupo relacionado con todo eso del que podía además tocar sus canciones con la guitarra. Curioso. Volviéndolo a escuchar ahora vuelvo a disfrutarlo y aunque veo cosas que antes no veía y me doy cuenta de que cosas que a mí parecían tan originales entonces realmente no lo eran tanto, lo cierto es que me sigue gustando. Probablemente si lo escuchase ahora por primera vez no le prestaría demasiada atención pero precisamente ahí está la gracia de todo esto y por eso la historia de cada uno es la historia de cada uno.
Uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos es precisamente un grupo sueco, no especialmente conocido por estas tierras, que responde al curioso nombre de Popsicle. Se trataba de un grupo de pop atemporal (o power-pop o indie-pop) que nos dejaron varios discos, casi todos excelentes desde mi punto de vista, y que desaparecieron cuando los años 90 iniciaban su declive. La formación varió a lo largo de los años pero el corazón de la banda se mantuvo y estaba compuesto por dos tipos: Andreas Mattson y Fredrik Norberg que se repartían las labores compositivas y de voz principal con sutil diligencia. Servidor puede decir con orgullo que tiene en su poder toda la discografía de los suecos y que son sin duda de entre los discos más pinchados en mi casa. Tiempo después de la discreta separación, llegó a mis oídos el que uno de los miembros, Andreas Mattson, se había embarcado en un nuevo proyecto llamado Sweet Chariot con otro gurú del indie sueco (Niclas Frisk) que con el paso de los años supe que fue esporádico y puntual. Desde entonces he estado buscando ese disco por todas partes pero con ninguna suerte. Primero en las tiendas obvias de mi ciudad, después en las menos obvias, después en catálogos y después en internet. Nada de nada. Hace años visité Suecia y pregunté por este disco en todas las tiendas de Estocolmo en las que entré pero pocos sabían de lo que estaba hablando y nadie lo tenía. Hacía un par de años que había desistido de encontrarlo (llegue a pensar incluso que no existía) hasta que un amigo cibernético me pasó un link donde poder descargármelo de internet. Soy un enemigo declarado de las descargas ilegales y de la piratería en general así como un convencido militante en contra del declive que está sufriendo la música como concepto gracias al cinismo humano y las herramientas que internet presta a la avaricia y si existe algún interesado en conocer mis razones me presto a ello pero en este caso no he podido dejar pasar la ocasión de escucharlo, lo cual no es óbice para que me compre el disco el día que lo vea (que estoy convencido que llegará).
El disco me ha gustado bastante aunque no es tan directo ni tan fácil de digerir como los de Popsicle. Tiene el peculiar título de “Beat based songs center spirit led” y sobre el carácterístico pop del amigo Andreas Mattson se dibujan algunas pinceladas de soul blanco (muy ligeras), giño de electrónica y la aportación del nuevo compañero de fatigas que configuran un disco bastante interesante desde mi punto de vista. La diferencia entre uno y otro compositor es más que notable y sin desmerecer a nadie me quedo sin duda alguna con mi admirado Andreas Mattson. De hecho el disco no termina de ser redondo precisamente por eso.
Los regalos de reyes tienen generalmente un peligro extremo para mi. La gente potencialmente elegida para regalarme cosas en tan señalada fecha sabe de mi afición enfermiza por la música pero pocos de ellos saben también que música, para mí, no es cualquier cosa. Por esa simple razón me echo a temblar cada vez que alguien me regala un disco y es que tengo experiencias terroríficas al respecto pero a veces hay excepciones y este año he recibido algunos discos muy pero que muy interesantes que ya irán apareciendo por aquí. Uno de ellos es este “Enjoy the Creeps” de los también suecos The Creeps. El estilo de música garage, para mí, se asocia con el sonido más o menos común de multitud de grupos americanos que se encerraban en su garage a mediados finales de los añorados años sesenta, intentando con algo más de fiereza y desazón imitar el sonido R&B que paradójicamente llegaba desde las islas británicas al otro lado del océano. Una lista infinita de grupos que a duras penas conseguían grabar un single cada uno y de los que nunca más se supo. Sin embargo a partir de ese sonido se ha creado la etiqueta Garage que agrupa y engloba a más grupos repartidos por el globo terráqueo y en otras fechas de la historia menos restringidas, existiendo un nutrido, importante y significativo colectivo de grupos de este estilo en Escandinavia y más concretamente en Suecia precisamente. Los Creeps son un buen ejemplo de esto que hablo y este, su primer disco, una buena muestra del mejor Garage que se hacía por allí. R&B acelerado, sonido sucio, fuzz y por supuesto el omnipresente órgano Farfisa bañándolo todo. Un disco disfrutable, fiel reflejo de una época donde música para bailar no era sinónimo de electrónica machacona ni subproductos de difícil digestión.
Este año me he propuesto rebuscar de vez en cuando en mi poblada discografía para volver a disfrutar de discos que ya disfruté en su momento y con esa premisa he rescatado el “Slanted &Enchanted” the Pavement, un disco que en su momento supuso un revolución en mi cabeza y que no pude dejar de escuchar. En esos primeros 90 donde se gestaban tantas cosas que fracasaron poco después fue cuando descubrí que en los suburbios del pop clásico nacido en los 60 existían una serie de propuestas alternativas, algunas verdaderamente cool, que podían interesarme. En ese batiburrillo donde estaba el emergente Noise, el Grunge, el rock alternativo, el movimiento Lo-fi, etc. Apareció de repente Pavement que para mí era un grupo relacionado con todo eso del que podía además tocar sus canciones con la guitarra. Curioso. Volviéndolo a escuchar ahora vuelvo a disfrutarlo y aunque veo cosas que antes no veía y me doy cuenta de que cosas que a mí parecían tan originales entonces realmente no lo eran tanto, lo cierto es que me sigue gustando. Probablemente si lo escuchase ahora por primera vez no le prestaría demasiada atención pero precisamente ahí está la gracia de todo esto y por eso la historia de cada uno es la historia de cada uno.
1 comentarios:
precisamente he recuperado este disco de pavement este año. lo compré, que siempre lo había tenido en la cara A de una tdk de 90, grabado precisamente de ti. y me sigue encantando. igual que crooked rain, crooked rain, que sí que tengo en vinilo. ¡y nunca pude verles en directo! que pena. cuídate las orejas.
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