my Darlin'

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La semana pasada me enteré casi sin darme cuenta del fallecimiento de Jay Bennett. Los más enteradillos sabrán que se trataba de un músico-productor bastante conocido en una cierta parte de la escena alternativa norteamericana pero que sobre todo que se hizo famoso por su genial y traumático paso por la banda de todas las bandas: Wilco. Mientras los de Chicago ponían a circular en las tiendas la esperada nueva entrega del señor Tweedy y sus muchachos (disco que por cierto me pienso comprar en algún lugar de Illinoise la semana que viene) el bueno de Jay Bennett aparecía muerto en su propia casa por circunstancias que no parece demasiado claras. Al parecer también se lo encontró su amigo y colaborador de toda la vida Edward Burch. A raíz de la noticia he intentado indagar por ahí en qué situación se encontraba el músico y si todo esto no era más que la típica historia del roquero que abraza el camino de la perdición pero siendo todo lo contrario, la historia es incluso más descorazonadora.

Al parecer el pobre Jay sufría una dolencia en la cadera desde sus años mozos en los que militaba en bandas de rock acelerado como Titanic Love Affaire. En uno de los saltos desde el escenario tan típicos de la época el resultado no fue como se esperaba y acabó con el bueno del señor Bennett golpeando el suelo. No le dio mayor importancia a aquello pensando que simplemente con calmantes, tiempo y reposo el problema se iría. Pero no se fue. Bien al contrario la dolencia evolucionó con el paso del tiempo hasta convertirse insoportable en los últimos tiempos y hasta el punto de apartarlo de su actividad como músico (ni siquiera podía sentarse a escribir en el ordenador). Armado de valor que antes no tuvo para asumir la realidad e ir al hospital se topó con la esperada desgracia de confirmar que tenía algo grave, que necesitaba una intervención quirúrgica y la noticia aun más desagradable de que su seguro médico no la cubría. Al parecer lo que quiera que fuese se calificó como dolencia previa a la firma del seguro y por tanto no estaba cubierta. Esta es la realidad del sistema sanitario norteamericano y estas son las consecuencias de abrazar con fruición los parabienes de la sanidad privada. Resulta realmente doloroso leer al propio Bennet en su blog escribir como tuvo que deshacerse de parte de su colección de discos o su material musical para conseguir el dinero que pudiera pagar su operación, operación que nunca se llegó a protagonizar. Así se entiende mejor que hiciese pocos meses que había demandado a Wilco por royalties impagados. Estas cosas pasan también en la primera potencia del mundo. Recomiendo la lectura de la última entrada en el blog de Jay Bennett (aquí) y como describe todo esto que ahora estoy contando. Se te pone un nudo en la garganta.

Jay Bennet entró a formar parte de los colaboradores de Wilco con su disco “Being There” pero su presencia se hizo verdaderamente notable en el siguiente, “Summerteeth”, una obra maestra que para mí es el mejor disco de Wilco. El clasicismo, mala leche, oscuridad, capacidad para la melodía y misterio de Jeff Tweedy se toparon con la meticulosidad, locura y capacidad para exprimir el estudio de Jay Bennett consiguiendo un equilibrio perfecto y dando a luz un disco entre un millón. En ese momento el peso artístico de Jay en Wilco era evidente pero a la postre fue lo que unido a su carácter excéntrico comenzó a cavar su propia tumba. El maravilloso documental de Sam MendesI’m trying to break your heart”, que refleja el periodo de grabación de “Yankee Hotel Foxtrot”, su siguiente álbum y probablemente el disco más importante de Wilco, pasa de ser un simple documental sobre una banda de Rock a otra cosa por dos hechos que acontecieron en ese momento y que quedan reflejados con maestría en la cinta. El primero fue el rechazo del disco por la casa discográfica y la odisea del grupo para publicarlo. El segundo es la expulsión de Jay Bennett de la banda. En la película este último no sale muy bien parado dando la imagen de tipo excéntrico, permanentemente contradictorio, opinador de todas y cada una de las cosas que tienen que ver con la grabación, pesado y meticulosos hasta la extenuación. Es famosa la escena en la que Jeff Tweedy tiene que ir al baño aparentemente por su problema de migrañas crónicas poco después de la enésima discusión con Bennet. He hablado con gente de este tema y los hay que sienten lástima por Jay Bennett y los que piensan que Tweedy tardó demasiado en darle la patada. Mi opinión es que de alguna manera eran incompatibles y que tarde o temprano hubiese ocurrido.

Mientras Wilco se convertía en la mejor banda de Rock del planeta elogiada por todo el mundo, responsable de una de las discografías más completas y mejores de la historia y aclamados por la crítica como el grupo que traspasó la barrera del Country clásico para empaparse de pop, de vanguardia y actitud para adentrarse en los arriesgados pantanos de la producción arriesgada y el abrazo de la técnica, el mundo olvidada a Jay Bennett (responsable en mayor o menor grado también de todo aquello) y desaparecía de la escena para volver a su minúsculo estudio casero y actuar en bares de cincuenta personas. Por muy mal que te caiga este tipo hay que reconocer que es muy cruel. De esa época es su primer disco en solitario (firmado también con su amigo Edward Burch) el pesado, denso, tortuoso, angustioso pero a la vez honesto y precioso “The Palace at 4am” que he vuelto a repescar esta semana.

Por supuesto, como era de esperar, la carrera en solitario de Jay Bennett (según mis cuentas tiene cinco discos) no tuvo ningún éxito reseñable y nunca salió del circuito más underground y casi siempre con la vitola de “exWilco”, algo que no creo le hiciese demasiada gracia. Tras su debut publicó “Bigger than blue” y “the beloved enemy”, dos discos de los que no puedo decir nada porque nunca los he encontrado ni los he escuchado. El que si tengo y también he recuperado esta semana es el que para la crítica especializada es su mejor trabajo: “The Magnificent Defeat” opinión que yo no comparto puesto que me sigo quedando con el primero. En este álbum Jay da rienda suelta más que nunca a todo su arsenal de excentricidades de estudio y libertad a la hora de afrontar las canciones desde puntos de vista imprevistos. Supongo que eso es lo que fascina a la prensa (a mí también me fascina) pero para mi gusto carece de las canciones y sobre todo la emotividad de su álbum de debut. Mejor en los medios tiempos y las baladas que en los pildorazos de Rock o Country el disco sigue siendo igualmente recomendable para alguien que haya llegado hasta aquí leyendo.

Irónicamente el disco que a la postre será su epitafio para la enternidad es esa modesto disco que colgó el año pasado en internet para ser descargado de forma gratuita y que tiene el escalofriante (por aquello de profético) nombre de: “Whatever Happened, I Apologized” (“Por lo que fuese que pasara, pido perdón”). El disco es en realidad una colección de canciones en formato acústico (voz y guitarra) que aguanta muy bien como disco de ese tipo y que tiene momentos bastante emotivos. Podéis descargarlo legal y gratuitamente en este link.

Por suerte o por desgracia este va a ser el último post de la temporada. La semana que viene desaparezco de la actividad pública así que espero retomar las fuerzas suficientes para volver a tener ganas de abrir este telón después del verano. Si es así hasta entonces. Si no, hasta siempre.

Sonando ahora mismo en mi ipod: My Darlin’Wilco (Summerteeth)

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