Exposiciones

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Esta semana ha sido especialmente extraña para este que escribe. El mundo evidentemente no lo ha notado (ni falta que hace) pero he tenido que pasar a través de ciertos aspectos ínfimos y despreciables en el contexto de la acuciante crisis económica mundial o la caída imparable del ibex 35 pero potencialmente generadores de un incipiente estado de ansiedad en un servidor. Aunque a veces no lo parezca esto es (o debería ser) una especie de blog de música así que evitare a la amable concurrencia los paseos apasionados por las esquinas más oscuras de mi cerebro y me limitare a decir que esta semana he necesitado exponerme al mundo más de la cuenta, lo cual es algo que siempre he llevado fatal.

Y es que es lo irónico que tiene esto de intentar hacer cosas. Si quieres grabar un disco necesitaras hablar con gente y lo que es peor, existirá alguien que lo escuché y no le guste de la misma forma que si escribes algo a lo mejor hay alguien que lo lee y no lo gusta (o si, que a veces es peor). Si tienes amigos querrán verte, si pretendes entrar en una comunidad tendrás que presentarte y si viajas llegarás a algún sitio nuevo que no conoces. En todo esto, como en otras muchas cosas, uno es tan paradójico que le produce ansiedad eso que precisamente pretende conseguir. Estos romanos deben estar locos que decía Asterix y yo el primero.

En una de esas “exposiciones” (en este caso gracias a Dios muy placentera) después de algunos años volvimos a juntarnos los happy losers para grabar una canción en un estudio. La canción culpable es una versión de “un hombre en mi nevera” de Glutamato Ye Ye que todavía no tengo muy claro donde se publicará pero que ha servido como excusa para pasar un buen momentos con tres de mis mejores amigos. Uno de ellos, el ínclito Óscar loser, fue quien me regaló el disco que más he escuchado esta semana y que me ha servido para los momentos de euforia. A diferencia de Óscar, yo no soy muy seguidor de la música de los 80. No suele gustarme como concepto y en general suelo emitir un sonoro vade retro ante cualquier intento de acercamiento a la época de los cardados y el calentador. Probablemente sea la asociación con la movida española o una especie de incompatibilidad biológica pero es un hecho constatado. El caso es que con los años me doy cuenta de que ese talibanismo me impide disfrutar de muchas cosas buenas como por ejemplo este “Too-Rye-Ay” de los Dexy’s midnight Runners. Reconozco que mi desconocimiento de esta banda de los primeros años 80 era total y supino hasta el punto que su mayor éxito “Come on Eileen” durante muchos años pensé que era una canción de The Cure. Este disco, que también muchos consideran su cima, me parece aparte de tremendamente original muy bueno. Practican una especie de mezcla imposible entre el Soul Blanco, o la interpretación blanca del Northem Soul, y la música con raíces en el Folk Celta. Soy consciente de que es muy difícil de imaginar pero creo que define bastante bien lo que hacen. Producción ochentera (como no podía ser de otra forma) y voz principal muy acorde también con la época pero por esas cosas que hace que la música sea algo tan estupendo, un montón de cosas que a primera vista me resultarían poco interesantes componen un collage muy pop que me encanta. Quizás esta sensación de euforia se corresponda con lo inesperado del resultado y lo bajo que estaba el telón pero… ¡Qué demonios!

Pero no todas esas “exposiciones” fueron tan gratificantes ni tuvieron un efecto tan reparador en mí. Bien al contrario la mayoría me pusieron triste o hicieron que un estado de alegría infantil irracional (provocadas por un par de correos que sin esperarlo he recibido esta semana) acabaran de golpe en un estado muy parecido a la tristeza. En esos momentos, y seguramente precisamente por ello, apareció en mi ipod el disco de debut de una banda llamada Bowerbirds que tiene el sugestivo título de “Hymns for a dark horse”. Muy probablemente en otras circunstancias ni hubiese reparado en un disco así (uno de tantos que me llegan o me graban) pero la ola de frío polar, el que se haga de noche tan pronto y la más que probable falta de litio en mi organismo hicieron que el disco se quedara y se colase por los poros. He leído siempre asociado el nombre de este grupo al de Devendra Banhart pero la verdad es que no sé todavía la razón más allá de una componente estética o espiritual. Hace un par de años hice una cercamiento al friki-Hippy mas Hip del momento pero no consiguió engancharme y aparte del aire campestre y bucólico la ligazón con estos Bowerbirds se me diluye. El disco aviso que es bastante difícil y que hay que estar en situación para digerirlo. No hay batería en ningún momento y aparte de algunas pinceladas de acordeón o violín o la dulce voz femenina que hace coros desde la lejanía el grueso de las 10 canciones recae en una voz, una guitarra y unas letras poéticas y oníricas. Eso si, todo muy bonito. Un especie de Beirut despojado de todo artificio y con una orientación eminentemente Pop. Un disco difícil de recomendar pero que a mí me ha gustado mucho.

Y para esos momentos entre medias, muy pocos para ser sincero, he optado por una recomendación de un blog que de vez en cuando leo y que se publica en tierras brasileñas. Se trata un grupo de Dallas llamado Triste Janero y su único disco (creo) “Meet Triste Janero” un disco interesantísimo que recomiendo con fervor a los amantes del Soft-Pop o el Pop Psicodélico de finales de los años 60. En una especie de sopa que se digiere con suma facilidad se mezclan el soft-pop californiano al estilo Free Desgin, la Bossanova, los ritmos brasileños y la psicodelia ácida tan de moda en la época y el sitio. Un gran descubrimiento sin duda.

Sonando ahora mismo en mi ipod:


The way I feel tonight” – The Happy Losers
Bubbles (Indiana/2004)

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