Los tipos que como yo tienden con facilidad extrema hacia los estados de melancolía suelen ser amantes de las estaciones transición: primavera y otoño. Es un amor especial de esos que irónicamente hacen daño así que, como casi todos los amores, es preferible no explicarlo a través de la lógica. De hecho, es mejor no explicarlo.
Empecé fuerte con “Moonwink” el último trabajo de The Spinto Band. Los americanos son una banda de músicos insultantemente jóvenes y talentosos que sorprendieron muy gratamente a este que escribe con su álbum “Nice and nicely done” hace un par de años. Practican una suerte de pop alocado y paranoico pero bien cimentado en magnificas composiciones, melodías con encanto y unos arreglos muy ingeniosos. Leí en algún sitio que son además una suerte de colectivo cultural de esos que editan sus propios fanzines, hacen el arte gráfico, cortos, vídeos,… vamos, lo que la masa adormecida llamaría frikis. Tuve la oportunidad de verles en directo hace tiempo y me parecieron unos tipos simpáticos, con talento y nada pretenciosos. Me gustó mucho además una historia sobre ellos que decía que el origen del grupo había que buscarlo en el desván de la casa de los padres del cantante y líder de la banda. Por lo visto aquel desván, que yo imagino como ese otro donde los Goonies encontraban el mapa del barco pirata, escondía también un pequeño tesoro. En una de las visitas de nuestro intrépido muchacho descubrió un baúl repleto de letras de canciones que había escrito su abuelo de las que nadie tenía la más remota idea. Cuenta la leyenda que la génesis de Spinto Band hay que buscarla en el momento en que decidió poner música a aquellas canciones con sus amigos. Para el nombre del grupo decidieron incluso utilizar también en su honor el nombre del abuelo, Roy Spinto. No sé cuánto hay de cierto y cuanto de leyenda en esta historia pero bonita hay que reconocer que es bonita.
El otoño que aparece en los libros y en las películas es una estación suave y tranquila donde los árboles poco a poco empiezan a vacilar de marrones y donde los taciturnos viandantes van poco a poco tapando sus carnes primero con manga larga, luego con chaquetas y finalmente con gorro y bufanda. Ese es el otoño que aparece en las películas pero no es el que vemos y “disfrutamos” en Madrid. Aquí ha llegado el otoño esta semana pero lo ha hecho como suele hacerse por estos lares de la meseta castellana, de golpe y sin avisar. El martes estaba disfrutando de una tarde soleada con una ligera camisa que tuve que arremangarme para no asarme de calor y el miércoles, que salí a la calle con ropa parecida, sufrí un frío terrible aderezado por el diluvio universal que pulverizaba una desagradable humedad que se incrustaba en los huesos. Así es el otoño aquí, sin tiempo para adaptarse. Hay incluso quien dice que el Otoño no existe en esta ciudad y que pasamos directamente del verano al invierno.
Tampoco he tenido mucho tiempo de adaptarme en lo musical y la transición ha tenido que ser igual de rápida. Empecé la semana con Indie-pop histriónico y la he terminado con Jazz milenario y reposado. Por el camino Americana de Bourbon y chimenea de leña.
Empecé fuerte con “Moonwink” el último trabajo de The Spinto Band. Los americanos son una banda de músicos insultantemente jóvenes y talentosos que sorprendieron muy gratamente a este que escribe con su álbum “Nice and nicely done” hace un par de años. Practican una suerte de pop alocado y paranoico pero bien cimentado en magnificas composiciones, melodías con encanto y unos arreglos muy ingeniosos. Leí en algún sitio que son además una suerte de colectivo cultural de esos que editan sus propios fanzines, hacen el arte gráfico, cortos, vídeos,… vamos, lo que la masa adormecida llamaría frikis. Tuve la oportunidad de verles en directo hace tiempo y me parecieron unos tipos simpáticos, con talento y nada pretenciosos. Me gustó mucho además una historia sobre ellos que decía que el origen del grupo había que buscarlo en el desván de la casa de los padres del cantante y líder de la banda. Por lo visto aquel desván, que yo imagino como ese otro donde los Goonies encontraban el mapa del barco pirata, escondía también un pequeño tesoro. En una de las visitas de nuestro intrépido muchacho descubrió un baúl repleto de letras de canciones que había escrito su abuelo de las que nadie tenía la más remota idea. Cuenta la leyenda que la génesis de Spinto Band hay que buscarla en el momento en que decidió poner música a aquellas canciones con sus amigos. Para el nombre del grupo decidieron incluso utilizar también en su honor el nombre del abuelo, Roy Spinto. No sé cuánto hay de cierto y cuanto de leyenda en esta historia pero bonita hay que reconocer que es bonita.
Este nuevo “Moonwink” no está nada mal. Menos acelerado, mejor grabado, mejor producido y mantiene las mismas características que su álbum anterior (que yo pensaba que era su álbum de debut pero resultó ser su octavo trabajo) pero sin embargo me parece peor en general. No sorprende y sobre todo carece los las canciones redondas, casi himnos, que tenían en el otro disco. En cualquier caso siguen siendo una banda recomendable y disfrutable a la que merece la pena seguir. De hecho tengo pendiente hacerme con los trabajos anteriores. Pero claro de repente llegó el frío y la lluvia con lo que los gritos alocados de, Nick Krill cantante de Spinto Band, atronando en mis orejas no me hacía mucho bien así que decidí sustituirlo por la voz grave y profunda, a veces susurrante, de Kurt Wagner ,cerebro absoluto de banda de Nashville conocida como Lambchop.
Lambchop es un grupo muy particular y de alguna manera único. Aparece siempre unido a las listas de Americana o de Alt-Country pero su música no se adapta muy bien a esas etiquetas. Su particular mezcla de Folk, Country, Jazz, Loungue,… gravita entre muchos estilos distintos pero sin embargo es perfectamente reconocible como sonido Lambchop. Ahí radica precisamente el gran mérito de esta banda liderada por un tipo extraño e interesante cuya imagen asociamos en Europa inmediatamente con la América más profunda. Gorra de gasolinera y camisas de cuadros adornan a este tipo que antes de poder vivir de la música se dedicaba a instalar tarima, profesión con la que se destrozó los pulmones (tiene problemas respiratorios) con los disolventes que utilizaba en su tarea.
El último disco del grupo, “OH (Ohio)”, sigue con la misma dinámica de siempre. Medios tiempos, ambientes calmados y cálidos, espíritu acústico, preciosos arreglos orquestales…. Para mí es en general tan bueno o tan malo como cualquiera de los otros discos de Lambchop que he escuchado. Ese es el problema que tengo con este grupo, que me resulta muy difícil distinguir entre sus discos y no podría decir de ninguno que es malo o que no me gusta. Mi favorito sigue siendo “Nixon” pero probablemente porque fue el primero que escuché y es el que utilizo como referencia para medir de alguna manera los otros.
Para cerrar el círculo me he ido a uno de mis artistas favoritos, Fats Waller, y el enésimo disco recopilatorio suyo que me he comprado. Fats Waller es un excelente pianista newyorkino que tuvo su momento de gloria en las primeras décadas del siglo pasado, en esos años 20, 30 y 40 donde se gestó y probablemente se llego a la cima del Swing y el Jazz más auténtico que se ha hecho nunca. También fue pionero en el uso del órgano dentro de la música Jazz. Mujeriego y bohemio cuenta la leyenda que aparte de un músico de muchísimo talento era un fabuloso Entertainer. Lamentablemente las grabaciones que han llegado hasta nuestros días son de muy mala calidad a pesar de los intentos de remasterización que periódicamente se hacen pero eso no es óbice para no poder disfrutar su peculiar voz, su fabulosa forma de tocar el piano, sus letras pendencieras y esa musicalidad que tiene fascinados a un montón de músicos y no sólo a mí (hace poco lei a Josele “enemigo” hablar de Fats Waller). La cadencia de acordes de uno de sus mayores éxitos, “Ain’t misbehavin’ ” es simplemente insuperable. Recomiendo cualquier recopilatorio de calidad medianamente decente de este artista.
Para cerrar el círculo me he ido a uno de mis artistas favoritos, Fats Waller, y el enésimo disco recopilatorio suyo que me he comprado. Fats Waller es un excelente pianista newyorkino que tuvo su momento de gloria en las primeras décadas del siglo pasado, en esos años 20, 30 y 40 donde se gestó y probablemente se llego a la cima del Swing y el Jazz más auténtico que se ha hecho nunca. También fue pionero en el uso del órgano dentro de la música Jazz. Mujeriego y bohemio cuenta la leyenda que aparte de un músico de muchísimo talento era un fabuloso Entertainer. Lamentablemente las grabaciones que han llegado hasta nuestros días son de muy mala calidad a pesar de los intentos de remasterización que periódicamente se hacen pero eso no es óbice para no poder disfrutar su peculiar voz, su fabulosa forma de tocar el piano, sus letras pendencieras y esa musicalidad que tiene fascinados a un montón de músicos y no sólo a mí (hace poco lei a Josele “enemigo” hablar de Fats Waller). La cadencia de acordes de uno de sus mayores éxitos, “Ain’t misbehavin’ ” es simplemente insuperable. Recomiendo cualquier recopilatorio de calidad medianamente decente de este artista.
"Magic" - Ben Kweller
Ben Kweller (ATO/2006)
0 comentarios:
Publicar un comentario