En la gestación de la música pop como fenómeno musical tuvo un papel verdaderamente importante el soporte físico en el que la música podía ser grabada y reproducida. Hoy puede parecernos una bobada porque asumimos con naturalidad eso de que poder escuchar música con excelente calidad, en cualquier momento y en cualquier situación es algo obvio pero hay que pensar que hasta ese momento la única forma de hacer o escuchar música era in situ y en directo. Ese primer disco supuso el primer pasito para todo lo que vino después con ello, refiriéndome a toda esa cultura y culto al disco del que yo me siento también partícipe. Con los discos ya no sólo valía con tocar un instrumento con mayor o menor destreza sino que aparecieron otros elementos como las técnicas de grabación, los dispositivos de grabación, el sonido estéreo, las técnicas de edición, etc… que aportaban nuevos elementos a tener en cuenta.
En el principio de toda esta historia lo que se grababan básicamente eran canciones solitarias y concretas que intentaban reproducir lo más fielmente posible lo que los grupos o solistas tocaban en directo. De hecho se grababan en una sola pista y con un solo micrófono. Con el tiempo los artistas y productores aprendieron poco a poco a aprovechar la técnica disponible desde un punto de vista artístico que aportará algo nuevo y diferente a la interpretación de los artistas aunque todavía de forma muy subrepticia y sutil. Otro gran avance fue la aparición del Extended Play (EP) y especialmente el Long Play (LP), siempre en vinilo, que es a lo que la mayoría de personas de mi generación ser refiere como disco. En un principio estas nuevas fórmulas eran simplemente la forma de incluir varios singles en un mismo sitio pero poco a poco fue transformándose en algo con personalidad propia que tenía otro sentido. Muchos atribuyen la autoría del LP como concepto a los Beatles pero otros dices que existen más ejemplos antes que ellos. Puede ser. El caso es que a mitad de los años 60 los grupos empezaron a exprimir las posibilidades del formato LP lo que unido a las nuevas posibilidades que la tecnología aportaba daba como resultado un artefacto artístico con entidad propia y en ocasiones separado de lo que era la música en directo y la interpretación clásica. Los artistas empezaron a concebir las grabaciones de discos o álbumes como algo con entidad propia que tuviese un hilo conductor bien en la temática, en la forma, en el sonido o en el espíritu. En mayor o menor grado, de forma más o menos evidente pero a partir de ese momento el público empezó a asimilar y demandar discos en lugar de singles. Hoy en día a nadie le sorprende que se graben discos cuya reproducción en directo resulte literalmente imposible pero hubo un momento en que esto abrió un complicado debate sobre una solución que algunos puristas tachaban de blasfema.
Existe gente a la que no le gusta este tipo de concepto y que se declara amante y seguidor de las canciones por encima de todo y que sólo concibe los discos como colecciones de canciones donde las hay buenas y malas. Mi querido y admirado Alex Cooper es un claro ejemplo de esta corriente que sin ningún tapujo y con bastante criterio se encarga él mismo de pregonar. Yo lo entiendo y lo respeto pero reconozco que a mí me sigue gustando el concepto clásico de LP. Me encantan las canciones y soy capaz de discriminar como todo hijo de vecino las que a mí me parecen buenas de las malas pero un buen disco es algo diferente a una buena canción. Mis canciones favoritas no están en mis discos favoritos y viceversa.
Todo este rollo viene a colación por el disco que me ha tenido obsesionado esta semana: “The hazards of love” de Decemberist. Seguía la carrera de este grupo americano de pop independiente bastante intelectualoide, barroco y bizarro desde hace tiempo pero en esta entrega han alcanzado cotas verdaderamente difíciles de digerir. Ya con su anterior trabajo, “The Crane Wife” se adentraban en el complicado mundo de los discos conceptuales intentando desarrollar (se supone) una vieja leyenda japonesa. En esta ocasión el disco es todavía más conceptual en el sentido puro de finales de los 60 tanto por el sonido, mucho menos pop de lo normal y más cerca del Folk-progresivo o el Hard-Rock, como por la forma en que lo hacen al tratarse de una especie de larguísima Suite de 17 cortes que no tiene pausas entre ellos. El resultado es ambicioso, muy pretencioso y tremendamente difícil de tragar. De hecho la primera vez que lo escuché intenté seguir la historia cosa que me resultó completamente imposible perdido en un inglés onírico, de retórica retorcida y poesía incomprensible de la que no entendía nada. Eso unido al sonido grandilocuente, los guiños al Hard o el Big-rock me hicieron encogerme como una pasa. En una palabra me pareció insoportable. Pero no lo es. Las reiteradas escuchas me han hecho abrir rendijas en esa impenetrable coraza original hasta alcanzar parte del corazón del mismo y reconocer la belleza y complejidad que tiene y la obra magna que es. Me sigue gustando más su anterior disco pero ahora pongo este en un lugar bastante alto y soy capaz de disfrutarlo. Eso sí, es de esos trabajos que no recomiendo a cualquiera porque necesitan mucho tiempo y esfuerzo para aprender a entenderlo lo cual es algo que para mi resulta en general negativo. No obstante es una complejísima obra que merece la pena escuchar.
En el lado opuesto del mapa está otro disco que descubrí hace poco que resultó ser una gran sorpresa para el que escribe. Eugene Kelly es un personaje mítico de la escena escocesa (de Glasgow) de principios de los 90 donde convivían grupos como los Teenage Fanclub, Soup Dragons, BMX Bandits, The Pastels… Eugene Kelly era por entonces la cabeza pensante de los breves Captain América y su continuación Eugenius (los autores de aquel “Oomalama”) pero Eugene Kelly se hizo un nombre de referencia sobre todo tiempo antes cuando lideraba (junto con Stephen Pastel) la banda The Vaselines (que por cierto creo que se han vuelto a juntar), unos de los paradigmas del indie-pop de entonces que reivindicó hasta el mítico Kurt Kobain y Nirvana haciendo alguna versión de ellos no sólo en directo sino también en su famoso umpluged para la MTV. Hace unos años el amigo Eugene sacó su primer disco en solitario, de sarcástico título “Man Alive”, y del que yo no tenía idea hasta hace unas semanas. En las antípodas del disco anterior se trata de una colección tremendamente agradable de canciones Pop, de aparente sencillez, muy al estilo característico de todos esos grupos de Glasgow pero en este caso con ciertas dosis de Low-fi, honestida y falta de pretenciosidad. Algunos de los cortes resultan verdaderamente notables y para mi compiten entre los mejores momentos de la obra de este artista.
Y por último una recomendación de las muchas que me hacen que ha sonado bastante por mis orejas. Se trata de Richard Swift y su último trabajo “The Atlantic Ocean”. El señor Swift es el enésimo cantautor americano de costumbres hurañas y afición a cacharrear con los gadgets de grabación que encuentra obteniendo resultados muy interesantes. En este aparentemente ecléctico trabajo, que al final resulta no serlo tanto, descubrimos un gusto por la melodía y la música de finales de los 60 tamizado con técnicas modernas de grabación y unas pequeñas dosis de electrónica (muy pequeñas) que resulta muy interesante. Tira del Harry Nilsson más circense y lo mezcla con un Badly Drawn Boy menos ambicioso para dar un cocktail bastante sensato y asimilable que ha llamado mi atención y ha entrado en la categoría de discos que acabo escuchando muchas veces.
En el principio de toda esta historia lo que se grababan básicamente eran canciones solitarias y concretas que intentaban reproducir lo más fielmente posible lo que los grupos o solistas tocaban en directo. De hecho se grababan en una sola pista y con un solo micrófono. Con el tiempo los artistas y productores aprendieron poco a poco a aprovechar la técnica disponible desde un punto de vista artístico que aportará algo nuevo y diferente a la interpretación de los artistas aunque todavía de forma muy subrepticia y sutil. Otro gran avance fue la aparición del Extended Play (EP) y especialmente el Long Play (LP), siempre en vinilo, que es a lo que la mayoría de personas de mi generación ser refiere como disco. En un principio estas nuevas fórmulas eran simplemente la forma de incluir varios singles en un mismo sitio pero poco a poco fue transformándose en algo con personalidad propia que tenía otro sentido. Muchos atribuyen la autoría del LP como concepto a los Beatles pero otros dices que existen más ejemplos antes que ellos. Puede ser. El caso es que a mitad de los años 60 los grupos empezaron a exprimir las posibilidades del formato LP lo que unido a las nuevas posibilidades que la tecnología aportaba daba como resultado un artefacto artístico con entidad propia y en ocasiones separado de lo que era la música en directo y la interpretación clásica. Los artistas empezaron a concebir las grabaciones de discos o álbumes como algo con entidad propia que tuviese un hilo conductor bien en la temática, en la forma, en el sonido o en el espíritu. En mayor o menor grado, de forma más o menos evidente pero a partir de ese momento el público empezó a asimilar y demandar discos en lugar de singles. Hoy en día a nadie le sorprende que se graben discos cuya reproducción en directo resulte literalmente imposible pero hubo un momento en que esto abrió un complicado debate sobre una solución que algunos puristas tachaban de blasfema.
Existe gente a la que no le gusta este tipo de concepto y que se declara amante y seguidor de las canciones por encima de todo y que sólo concibe los discos como colecciones de canciones donde las hay buenas y malas. Mi querido y admirado Alex Cooper es un claro ejemplo de esta corriente que sin ningún tapujo y con bastante criterio se encarga él mismo de pregonar. Yo lo entiendo y lo respeto pero reconozco que a mí me sigue gustando el concepto clásico de LP. Me encantan las canciones y soy capaz de discriminar como todo hijo de vecino las que a mí me parecen buenas de las malas pero un buen disco es algo diferente a una buena canción. Mis canciones favoritas no están en mis discos favoritos y viceversa.
Todo este rollo viene a colación por el disco que me ha tenido obsesionado esta semana: “The hazards of love” de Decemberist. Seguía la carrera de este grupo americano de pop independiente bastante intelectualoide, barroco y bizarro desde hace tiempo pero en esta entrega han alcanzado cotas verdaderamente difíciles de digerir. Ya con su anterior trabajo, “The Crane Wife” se adentraban en el complicado mundo de los discos conceptuales intentando desarrollar (se supone) una vieja leyenda japonesa. En esta ocasión el disco es todavía más conceptual en el sentido puro de finales de los 60 tanto por el sonido, mucho menos pop de lo normal y más cerca del Folk-progresivo o el Hard-Rock, como por la forma en que lo hacen al tratarse de una especie de larguísima Suite de 17 cortes que no tiene pausas entre ellos. El resultado es ambicioso, muy pretencioso y tremendamente difícil de tragar. De hecho la primera vez que lo escuché intenté seguir la historia cosa que me resultó completamente imposible perdido en un inglés onírico, de retórica retorcida y poesía incomprensible de la que no entendía nada. Eso unido al sonido grandilocuente, los guiños al Hard o el Big-rock me hicieron encogerme como una pasa. En una palabra me pareció insoportable. Pero no lo es. Las reiteradas escuchas me han hecho abrir rendijas en esa impenetrable coraza original hasta alcanzar parte del corazón del mismo y reconocer la belleza y complejidad que tiene y la obra magna que es. Me sigue gustando más su anterior disco pero ahora pongo este en un lugar bastante alto y soy capaz de disfrutarlo. Eso sí, es de esos trabajos que no recomiendo a cualquiera porque necesitan mucho tiempo y esfuerzo para aprender a entenderlo lo cual es algo que para mi resulta en general negativo. No obstante es una complejísima obra que merece la pena escuchar.
En el lado opuesto del mapa está otro disco que descubrí hace poco que resultó ser una gran sorpresa para el que escribe. Eugene Kelly es un personaje mítico de la escena escocesa (de Glasgow) de principios de los 90 donde convivían grupos como los Teenage Fanclub, Soup Dragons, BMX Bandits, The Pastels… Eugene Kelly era por entonces la cabeza pensante de los breves Captain América y su continuación Eugenius (los autores de aquel “Oomalama”) pero Eugene Kelly se hizo un nombre de referencia sobre todo tiempo antes cuando lideraba (junto con Stephen Pastel) la banda The Vaselines (que por cierto creo que se han vuelto a juntar), unos de los paradigmas del indie-pop de entonces que reivindicó hasta el mítico Kurt Kobain y Nirvana haciendo alguna versión de ellos no sólo en directo sino también en su famoso umpluged para la MTV. Hace unos años el amigo Eugene sacó su primer disco en solitario, de sarcástico título “Man Alive”, y del que yo no tenía idea hasta hace unas semanas. En las antípodas del disco anterior se trata de una colección tremendamente agradable de canciones Pop, de aparente sencillez, muy al estilo característico de todos esos grupos de Glasgow pero en este caso con ciertas dosis de Low-fi, honestida y falta de pretenciosidad. Algunos de los cortes resultan verdaderamente notables y para mi compiten entre los mejores momentos de la obra de este artista.
Y por último una recomendación de las muchas que me hacen que ha sonado bastante por mis orejas. Se trata de Richard Swift y su último trabajo “The Atlantic Ocean”. El señor Swift es el enésimo cantautor americano de costumbres hurañas y afición a cacharrear con los gadgets de grabación que encuentra obteniendo resultados muy interesantes. En este aparentemente ecléctico trabajo, que al final resulta no serlo tanto, descubrimos un gusto por la melodía y la música de finales de los 60 tamizado con técnicas modernas de grabación y unas pequeñas dosis de electrónica (muy pequeñas) que resulta muy interesante. Tira del Harry Nilsson más circense y lo mezcla con un Badly Drawn Boy menos ambicioso para dar un cocktail bastante sensato y asimilable que ha llamado mi atención y ha entrado en la categoría de discos que acabo escuchando muchas veces.
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