Fiebre

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Siento la ausencia a mi cita semanal pero todo tiene una explicación en esta vida y es que un extraño virus que al parecer no tenía nada que ver con la legendaria gripe-A me ha tenido delirando en la cama casi toda la semana. Igual que vino se fue así, sin dejar verdaderas secuelas, así que no merece la pena perder más el tiempo con ello pero si ese extraño bichito no hubiese entrado en mi ser en esta modesta bitácora existiría ahora una entrada hablando de la semana que pasé buscando canciones que inspirasen la producción de las cuatro nuevas canciones de Lukah boo que estoy ahora grabando pero aquello queda ya lejos en el tiempo. Hablaría de los discos de Dodgy o de Teenage Fanclub o de los Jayhawks o de Steve Wonder…., hablaría de cómo mi amor platónico por Robin, una de las protagonistas de la sería americana “How I met your Mother”, me hizo recuperar de las catacumbas esa joya del Pop que es el “Boys don’t cry” de The Cure y que aparece en su álbum homónimo o como el placentero visionado de The Visitor me hizo estar una tarde envuelto en ritmos africanos y el talento de Fela Kuti pero sinceramente creo que todo eso ya depende al pasado.

Esta semana pasada la he vivido entre tinieblas febriles que apenas me dejaban tener claras las referencias temporales y que la mayoría del tiempo no me dejaba ganas suficientes como para prestar atención a nada de lo que pudiera estar sonando. Pero la música es la música e incluso en situaciones tan poco recomendables tiene su papel alentador y balsámico con lo que han existido pequeños o grandes momentos en los que los acordes de cosas desconocidas (o no tan desconocidas) se colaban por las rendijas de mi cerebro. Dada mi debilidad, todo lo que alcanzaba a hacer era darle al botón de una lista de reproducción que tenía en mi ipod con cosas que nuevas que no había escuchado con lo que ante mis oídos pasaron multitud de cosas, no todas precisamente con un mínimo de dignidad. Me quedaré con lo más reseñable.

Sin duda lo que más ma ha llamado la atención ha sido este sorprendente “The Spinning Top” que se ha sacado de la manga Graham Coxon, el que fuera impertinente guitarrita de los míticos Blur, eterno archienemigo del endiosado señor Damon Albarn y que ostenta ya una dilatada y sólida carrera en solitario tras la ruptura de los príncipes del Brit-Pop. En los discos anteriores el amigo Graham se destacaba por una suerte de indie-pop elegante de marcada tradición británica que tenía sus momentos álgidos y otros menos afortunados pero en esta última entrega me temo que ha decidido finalmente adentrarse por otros parámetros nada obvio. El disco es un álbum bastante largo que se basa en el Folk íntimo construido a base de guitarra acústica pero que trasciende hasta el pop vanguardista de, por ejemplo, Radiohead. Por momentos llega a acercarse a los pasajes más intimistas de Nick Drake o de algún cantautor de americana pero siempre aparecen arreglos complejos, imprevistos, ruidosos, difíciles, complicados,… Un disco tremendamente ambicioso y extraño que sin embargo queda prácticamente redondo aunque personalmente me sobran un par de temas. Un gran esfuerzo de inventarse a si mismo que yo como público agradezco. Una agradable sorpresa sin duda.

Sorpresa que no ha sido tanta en el caso de nuestro siguiente protagonista, Jason Lytle, y su trabajo en solitario titulado: “tours, truly, the commuter”. Jason Lytle es el líder carismático de una carismática banda americana llamada Grandaddy que desde mediados de los años 90 nos lleva regalando un buen puñado de discos interesantes. Una banda particularmente indie y personal que hacían una música que muchos definían como Alt-Country con sintentizadores. La definición es muy cool pero a mi no me parece realmente acertada. Son un grupo que utilizan la electrónica y los sintetizadores (la mayoría de ellos vintage) para construir un pop alternativo de una raíz muy americana pero más en el sentido del movimiento underground de por allí o las radio-colleges que a los rednecks. Independientemente de etiquetas los discos merecen la pena y eran muy recomendables al igual que lo es este “tours, truly, the commuter” que yo interpreto como una línea de continuidad con lo que hacía en Grandaddy sin demasiados desvíos. Algo más claridad y menos ambiente bizarro pero la misma esencia. Otro disco interesante aunque quizá pierde chispa por aquello de no sorprender.

Pero la mayoría del tiempo he estado en este estado de letargo y duermevela en el que no tienes recursos para mantener la concentración y donde lo último que necesitas es un chico atormentado al otro lado de tus tímpanos cantándote las desgracias del momento y la fugacidad de la vida al oído. Para esos momentos hay un tipo de música que es ideal y que se llama Lounge. El Lounge es algo así como la música de ascensor o de la espera del dentista pero llevado a un grado algo más elevado de calidad y dignidad. En realidad el género viene del Jazz y del Swing y de las orquestas de los año 50 en esa derivación que algunos llamaban música de cocktail. En ese género se puede enmarcar la obra de un grupo uruguayo llamado Sexteto Electrónico Moderno del que he estado escuchando bastante uno de sus magníficos recopilatorios, “Sounds from the elegant World”, que me ha servido para retrotraerme a épocas de guateque caleidoscópico a medida que subían y bajaban los grados por mi termómetro. Una banda de culto bastante desconocida que merece la pena descubrir o rescatar a todos aquellos amantes del género. Instrumentales de hammond y martini que a este que escribe le encantan…

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