Recuerdo que cuando tenía menos de diez años tenía perfectamente claro en mi cabeza quienes a mí alrededor eran niños y quienes eran mayores. Es más, de entre los llamados mayores tenía también un concepto muy claro de quien era joven (un chico) y quien era mayor (un señor). Sin embargo por más que hago memoria sobre mí pasado no recuerdo en qué momento concreto deje de ser niño ni en qué momento dejé de ser joven (si es que he dejado de serlo). Estoy harto de escuchar eso de que ser joven o adulto es una cuestión de mentalidad y que se lleva por dentro y bla, bla, bla,… porque siempre que escucho algo así suele venir de un tipo claramente adulto o mayor o viejo o como le quieran llamar, así que tampoco es que sea una reflexión enunciada desde un punto de vista muy objetivo. Me asusta. Me asusta hacerme mayor porque sinceramente no veo el punto de inflexión entre ese niño de diez años y este tipo crecidito que se gana la vida por sí mismo y que tiene más de una responsabilidad, pero la realidad es que ni ya nadie me ve como un niño de diez años ni ciertamente no lo soy. Cuando era ese alegre aunque solitario humano de diez años pensaba que eso de ser mayor debía ser un verdadero coñazo lo cual era algo que contrastaba con lo que pensaba la gente de mi edad que me rodeaban y cuya única obsesión era precisamente hacerse mayor para hacer cosas de las que estoy seguro se cansaron demasiado pronto de hacer. Hoy sigo pensando exactamente lo mismo con el insoportable peso además de la certeza de que es estaba en lo cierto. Bueno, debería matizarlo un poco. Ser joven no es un coñazo pero ser adulto sí y por eso yo quiero ser siempre joven. Acabaré actuando como esos escritores anclados en la bohemia que con arrugas, poco pelo blanco y mil doscientos achaques que dicen con una mezcla de patetismo y entrañable verosimilitud que la edad es un estado de ánimo.
Creo que ya he dejado claro varias veces que no soy precisamente un gran amante de los años 80 y su música así que mucho menos lo soy de la música comercial de esa interesante pero mal envejecida época. Uno de esos infames grupos para quinceañeras que mezclaban sintetizadores, cardado y la estela de lo que algunos llamaron los New Romantic, era Alphaville, un grupo que se hizo famoso sobre todo con una canción melosa y afectada que hace muy pocos meses todavía me producía alguna arcada: “Forever Young”. Sin embargo fue hace unos meses cuando empecé a escuchar en la televisión (en un anuncio pero no recuerdo de qué) una versión de esa misma canción que me gustaba cada vez más a medida que la escuchaba. Envuelta en un vestido de Indie-Pop que me recordaba a los mejores Death Cab For Cutie el otrora hit aparecía menos pomposo, menos afectado y más creíble. Luego he descubierto que la canción de marras también aparece en esa serie de adolescentes millonarios torturados llamada O.C. así que tampoco parece que fueron muy originales los del anuncio. El caso es que me compré el disco de los autores de aquella revisión, unos australianos de Sydney llamados Youth Group de los que no tenía ni idea. Se trata de un trabajo de hace un par de años “Casino Twilight Dogs”. El disco maneja los mismos parámetros que esa canción pero no baja el listón con los cortes originales sino que bien al contrario amplia el espectro de forma notable y creíble. Sin abandonar ese sonido de guitarras atmosféricas que mezclan la distorsión con la limpieza cristalina y que caracteriza precisamente a Death Cab For Cutie, los australianos se adentran en parámetros algo más clásicos y melódicos con algunos momentos ciertamente notables. Un buen descubrimiento que sin matarme me resultan bastante interesantes y a los que habrá que seguir la pista.
Y otro descubrimiento francamente interesante es este “The Sleeper” que firman los así llamados The Leisure Society, una banda (un dúo más bien) asentado en las frías tierras londinenses y que con un oculto pero latente espíritu británico practican un revisión de ese sonido de moda entre el Folk psicodélico de los añorados sesenta y el indie actual que el año pasado auparon hasta el Olimpo de la crítica musical los americanos Fleet Floxes. El disco es lento, sosegado, delicado y muy bonito. Ofrece una colección bastante homogénea de escenarios cálidos de apariencia engañosamente minimalista pero vestidos por una orquestación de sonidos clásicos y por momentos de tinte barroco. Absorbe todos los clichés de esta nueva revolución del Folk que asola la escena independiente actual pero sin olvidar por el camino el gusto por la melodía y las armonías vocales que para mi gusto es lo que hace que el disco destaque sobre otros muy parecidos, que como setas aparecen por todos los sitios en estos días. Para mi gusto le falta un poco de valentía para intentar separase de un escenario que dominan bastante bien pero que puede resultar reiterativo en algún momento aunque el disco en conjunto merece la pena y me imagino que será de los que gusten en las redacciones de enteradillos.
Hablando de jóvenes no puedo terminar de otra forma que con un fabuloso disco de de una para muchos desconocida diva del Jazz vocal de los años 40 donde la música tenía la forma del Swing y las Big Bands, Anita O’Day. La discografía de esta mujer es tan densa como brillante, concordando probablemente con una vida azarosa y complicada muy en la línea de este tipo de estrellas. Tuvo que abandonar su carrera en los años sesenta alegando “agotamiento físico”, probablemente forzado por la peor de sus adiciones, la heroína, pero se mantuvo ligada a la música y los festivales a pesar de sus constantes flirteos con las drogas y el alcohol hasta que murió hace pocos años. Participó con muchos de los grandes clásicos del Jazz pero se atrevió con experimentos más o menos arriesgados siempre dentro de ese sentido del Swing absolutamente cool con que le bendecía todo lo que tocaba. El disco que he estado escuchando últimamente es la colaboración que hizo con el ya mencionado por aquí Cal Tjader aunando Swing y ritmos latinos en el delicioso “Time for two”.
Creo que ya he dejado claro varias veces que no soy precisamente un gran amante de los años 80 y su música así que mucho menos lo soy de la música comercial de esa interesante pero mal envejecida época. Uno de esos infames grupos para quinceañeras que mezclaban sintetizadores, cardado y la estela de lo que algunos llamaron los New Romantic, era Alphaville, un grupo que se hizo famoso sobre todo con una canción melosa y afectada que hace muy pocos meses todavía me producía alguna arcada: “Forever Young”. Sin embargo fue hace unos meses cuando empecé a escuchar en la televisión (en un anuncio pero no recuerdo de qué) una versión de esa misma canción que me gustaba cada vez más a medida que la escuchaba. Envuelta en un vestido de Indie-Pop que me recordaba a los mejores Death Cab For Cutie el otrora hit aparecía menos pomposo, menos afectado y más creíble. Luego he descubierto que la canción de marras también aparece en esa serie de adolescentes millonarios torturados llamada O.C. así que tampoco parece que fueron muy originales los del anuncio. El caso es que me compré el disco de los autores de aquella revisión, unos australianos de Sydney llamados Youth Group de los que no tenía ni idea. Se trata de un trabajo de hace un par de años “Casino Twilight Dogs”. El disco maneja los mismos parámetros que esa canción pero no baja el listón con los cortes originales sino que bien al contrario amplia el espectro de forma notable y creíble. Sin abandonar ese sonido de guitarras atmosféricas que mezclan la distorsión con la limpieza cristalina y que caracteriza precisamente a Death Cab For Cutie, los australianos se adentran en parámetros algo más clásicos y melódicos con algunos momentos ciertamente notables. Un buen descubrimiento que sin matarme me resultan bastante interesantes y a los que habrá que seguir la pista.
Y otro descubrimiento francamente interesante es este “The Sleeper” que firman los así llamados The Leisure Society, una banda (un dúo más bien) asentado en las frías tierras londinenses y que con un oculto pero latente espíritu británico practican un revisión de ese sonido de moda entre el Folk psicodélico de los añorados sesenta y el indie actual que el año pasado auparon hasta el Olimpo de la crítica musical los americanos Fleet Floxes. El disco es lento, sosegado, delicado y muy bonito. Ofrece una colección bastante homogénea de escenarios cálidos de apariencia engañosamente minimalista pero vestidos por una orquestación de sonidos clásicos y por momentos de tinte barroco. Absorbe todos los clichés de esta nueva revolución del Folk que asola la escena independiente actual pero sin olvidar por el camino el gusto por la melodía y las armonías vocales que para mi gusto es lo que hace que el disco destaque sobre otros muy parecidos, que como setas aparecen por todos los sitios en estos días. Para mi gusto le falta un poco de valentía para intentar separase de un escenario que dominan bastante bien pero que puede resultar reiterativo en algún momento aunque el disco en conjunto merece la pena y me imagino que será de los que gusten en las redacciones de enteradillos.
Hablando de jóvenes no puedo terminar de otra forma que con un fabuloso disco de de una para muchos desconocida diva del Jazz vocal de los años 40 donde la música tenía la forma del Swing y las Big Bands, Anita O’Day. La discografía de esta mujer es tan densa como brillante, concordando probablemente con una vida azarosa y complicada muy en la línea de este tipo de estrellas. Tuvo que abandonar su carrera en los años sesenta alegando “agotamiento físico”, probablemente forzado por la peor de sus adiciones, la heroína, pero se mantuvo ligada a la música y los festivales a pesar de sus constantes flirteos con las drogas y el alcohol hasta que murió hace pocos años. Participó con muchos de los grandes clásicos del Jazz pero se atrevió con experimentos más o menos arriesgados siempre dentro de ese sentido del Swing absolutamente cool con que le bendecía todo lo que tocaba. El disco que he estado escuchando últimamente es la colaboración que hizo con el ya mencionado por aquí Cal Tjader aunando Swing y ritmos latinos en el delicioso “Time for two”.
3 comentarios:
cuando tenía algo más de diez años, pero no mucho más, vi en las páginas de la programacíón de la tele en el periódico que leía mi padre, que echaban un especial de alphaville en un programa de nombre raro, algo así como la edad de oro... sin permiso de mi padre, programé el video y lo grabé. al día siguiente, cuando volví del colegio, le di al rebobinar y al play y resultó ser un especial de un grupo madrileño de los ochenta que también se llamaba alphaville. te aseguro que estos alphaville madrileños te gustarían menos que los del forever young y el big in japan. o no, quien sabe. seguro que encuentras algo suyo por youtube para comparar.
siempre me he liado entre alphaville y a-ha. ¿no te pasa igual?)
Mucho mejores los españoles, rollo Golpes Bajos. "De máscaras y enigmas" es un hit. Creo que era el grupo de un crítico musical que ahora mismo no recuerdo...
¡Aaahhhhh!... claro que me acuerdo de los Alphaville patrios. Fiel reflejo de lo que fueron los ochentas, en todos los sentidos. ¿Mejores los españoles?... en fin, puede ser. A mí, por cerrarlo de una manera elegante, digamos que me gustaban todavía menos…ja, ja, ja.
Alphaville de hecho tenía algún tema potable que otro por entonces no entendía un rollo tan afectado.
A mí me pasa lo mismo y en realidad pensaba que Forever Young era de A-ha. En realidad les pongo la misma cara… me meteré en youtube a ver.
Saludos a los dos,
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