Esta semana y sin ningún tipo de razón oscura aparente me estado leyendo un libro que compré hace tiempo sobre la vida de Nick Drake (“En busca de Nick Drake” de T. Dann), que me ha parecido muy interesante. Un gran trabajo de investigación en el que conoces el entorno en el que creció el artista, su familia, sus amigos, sus viajes,… pero en el que te quedas sin saber realmente quién era Nick Drake. Un personaje misterioso, mítico y en cierto modo legendario que lo seguirá siendo por mucho tiempo (probablemente para siempre) y que ha sufrido una especie de resurgimiento de la nada en los últimos años. No llegar al fondo del asunto no me parece que sea problema del autor del libro sino de que probablemente sea imposible saber nunca quien fue esta persona por la poca información de que se dispone. Nick Drake público tres discos en vida que apenas tuvieron repercusión, que recibieron asépticas o malas críticas en general y que apenas se vendieron. Tuvo una vida disipada, jamás intimó con nadie (no se sabe tan siquiera si era heterosexual o no), abuso de todo tipo de sustancias y murió joven en aparente suicidio (porque hasta de eso se duda). Hoy en día sin embargo está considerado como un genio y la calidad de su trabajo no se discute en ningún foro. Grandes y reconocidos artistas reclaman su legado (desde REM a Robert Smith que afirma orgulloso que el nombre The Cure viene de una canción de Nick Drake) y se suceden los artículos, biografías y documentales al respecto del artista. La leyenda de Nick Drake encaja además a la perfección con el tópico y la mercadotecnia del mundo del Rock & Roll cuando aparecen dos de sus temas favoritos drogas y suicidio. El mundo está loco pero es algo de lo que no albergaba ninguna duda.
Nick Drake era un niño de papá que nació en una familia muy acomodada y en un entorno protegido y elitista en la ya de por si elitista sociedad inglesa. Recibió una educación de colegios privados y escuelas de elite reservada sólo a un puñado de privilegiados y accedió a la universidad de Cambridge gracias a los méritos de la cuenta corriente de sus progenitores. Despreció todos esos privilegios (pero sin renunciar a ellos, claro) y se permitió el lujo de pasar estancias en Francia para perfeccionar las notas de francés, dejar la universidad para vivir en Chelsea o irse a Marruecos en busca de la espiritualidad perdida además de por supuesto experimentar sin límites con las drogas y la bohemia. En el corolario del libro se insinúa que la sobreprotección familiar buscando que su hijo fuese un chico “normal” y de bien fue lo que provocó que se sintiese constreñido, no pudiendo ser él mismo y poder hacer lo que quería hacer lo que lo llevó finalmente a la autodestrucción. En fin, me parece una razón bastante peregrina. La inmensa mayoría de personas que conozco, incluido yo mismo, tuvieron una sensación parecida en el mismo periodo de su vida pero tuvimos que hacer de tripas corazón y coger el metro. Conozco muchos que tuvieron que aguantarse con lo que venía pero no conozco a nadie que estudiara en Cambridge. Probablemente sea por venir de donde vengo pero suelo ser muy poco tolerante con las “grandes tragedias” o los “terribles problemas” que tienen en la búsqueda de la espiritualidad los niños de papá (de los que el mundo de Rock está plagado, por cierto) pero eso no es óbice para discutir el talento de nadie. Son cosas diferentes.
Así que esta semana, casi sin querer, me he dedicado a diseccionar toda la discografía del introvertido artista inglés mientras me leía su biografía lo cual ha sido una experiencia interesante pero peligrosa teniendo en cuenta mi estado de ánimo actual. La música de Nick Drake puede no resultar chocante ni sorprender hoy en día que el Rock se ha convertido en una música para todas las edades y en el que el tronco original se ha ramificado hasta estilos completamente diferentes que van desde lo más profundo a lo más superficial, de lo más ruidoso a lo más minimalista o desde lo más burdo a lo más sofisticado, pero entiendo que a finales de los años 60 no fuese precisamente algo de consumo masivo. Canciones lentas, sin batería ni percusión, construidas con una voz lánguida más una guitarra acústica que estaban arregladas (y no siempre) con sofisticados arreglos de cuerda o viento. Independientemente de ello y de lo que pudiera pensar la prensa o la gente de entonces, el primer disco de Nick Drake que lleva el título de “Five leaves left” (que puede parecer muy profundo pero era el mensaje que salía en las cajita de papel para fumar porros cuando quedaban sólo cinco papeles) es un magnífico disco desde mi punto de vista. En lo musical el álbum está compuesto por un buen puñado de baladas de melodías preciosas, construcciones extrañas, arreglos clásicos aparentemente simples pero tremendamente sofisticados (sin demasiados instrumentos) que dotan a las canciones de un halo misterioso y una elegancia fuera de lo común. En lo lírico a través de los oídos pasan construcciones cercanas a la poesía que describen paisajes oníricos, mensajes cifrados, melancolía y miedo. Un disco muy bonito que estremece pero que es tremendamente difícil de escuchar por lo “radical” de su propuesta y un disco que pasa desapercibido o que puede parecer monótono y monocorde si no se le presta la atención debida. Un gran disco de debut que para muchos críticos supone la cima de su carrera o lo mejor que hizo nunca y que desde luego sienta las bases de lo que será en el futuro la música de Nick Drake que simplemente evolucionará hacia variaciones sobre el mismo esquema.
Su primer disco no tuvo ningún éxito ni de crítica ni de público pero en ese sentido fue el mejor de los tres. El siguiente “Bryter Layter” (al parecer una forma de escribir Brighter later que recordara al inglés medieval) vino con el joven Nick en la cima de su huida hacia delante con respecto al aislamiento y a las drogas (se sospecha que entonces empezó a consumir heroína puede que influido por John Cale que participó en el disco y que la consumía) pero cuando todavía creían en él las personas que siempre creyeron. El disco, que gravita sobre las ideas de un Nick Drake viviendo en Londres en calidad de músico, fue un intento de hacer la música de Nick Drake algo más digerible para el gran público para lo cual se utilizaron una batería de arreglos pomposos y orquestados que vestían con profesionalidad y argumentos las canciones de Nick. Es lo más cercano al Pop que hizo nunca pero el estilo fluctúa entre el Folk y el Jazz sin perder la propia personalidad. La producción del disco tiene muchos detractores que la acusan de sepultar el talento frágil y elocuente del propio Drake entre arreglos demasiado producidos y presentes en el resultado final. Yo no estoy particularmente de acuerdo. El disco sigue siendo magnífico. Es cierto que hay tramos demasiado forzados y sobreproducidos pero no creo que estropeen ni las canciones ni el espíritu de las mismas. Al contrario yo creo que se adaptan a ellas con respeto y con la sana intención de hacer el edificio más atractivo. Es una opción que puede no gustar pero no creo que le reste credibilidad o legitimidad. Sin ser para nada un disco ligero o fácil, es sin duda el más directo de los tres (en un amplio sentido de “directo”). Ni que decir tiene que tuvo todavía menos éxito que el anterior (dicen que vendió menos de 3000 copias) y sirvió para que la gente que estaba detrás perdiese totalmente la esperanza. Especialmente dolido resultó Joe Boyd la persona que le ofreció su primer contrato, manager, representante y productor del disco hasta el punto de la desvinculación.
Nadie quería un tercer disco de Nick Drake. Su mentor hasta entonces, Joe Boyd, se fue a California y Island (su compañía discográfica) había dejado de creer en el artista. Según muchos esta época es el inicio del fin, el momento de no retorno. Enfermo, aislado, sin referencias Nick Drake llama a su último ingeniero de sonido para decirle que quiere grabar un disco sin nadie más. En dos noches y dos sesiones de dos horas grabó él sólo con su voz y su guitarra “Pink Moon” el que sería el último disco de su carrera. Al día siguiente llevó las cintas a Island, las dejó en recepción y nunca más volvió a aparecer. A priori “Pink Moon” es el disco más difícil de todos. 28 minutos en once canciones lentas interpretadas sólo con voz y guitarra (hay también un piano en la primera del disco tocado por el propio Nick pero esa es toda concesión a otros instrumentos) de forma directa y natural (hasta existe algún fallo) en un tono tremendamente lánguido y oscuro que por otro lado sirve para comprobar lo excelente guitarrista que era Nick Drake. A pesar de todo lo dicho anteriormente probablemente sea “Pink Moon” mi favorito. Es increíble la sensación de melancolía que me entra cada vez que lo escucho y los pasajes tan bonitos que tiene. Hay momentos en los que se me ponen los pelos de punta y se llega a respirar toda la desesperación del tipo que está cantando. Sólo con guitarra y voz. La música casi siempre es mágica. El disco fue el que peor funcionó comercialmente de los tres aunque paradójicamente el que mejores críticas recibió (sin ser nada del otro mundo).
Hoy es fácil encontrar discos de Nick Drake en cualquier lado que se siguen vendiendo, tiene varios recopilatorios y no es precisamente un desconocido en el mundo de la música. Dicen que su póstumo éxito comercial vino como consecuencia de un anuncio de Volswagen que utilizó Pink Moon como estrella de un comercial de esos en los albores de la publicidad inteligente. No sé si es verdad pero el anuncio es precioso.
Sonando ahora mismo en mi ipod: “Pink Moon” – Nick Drake (Pink Moon/1972)
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