Punto muerto

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Es preocupante pensar que tu vida está enclavada en un punto muerto pero lo cierto es que es así como me siento. Hay un par de cosas que tengo clarísimas y que siguen su curso normalmente y de forma ejemplar, lo cual es fantástico porque además creo que son las cosas más importantes. El resto están en punto muerto, ese punto que no tienes verdadera certeza de si va a ser un punto de transición o la línea de meta. Es inquietante (y estúpido pensarán algunos) pensar así pero así es como lo pienso. Creo que no es cuestión de ponerme a dar detalles aquí sobre los fantasmas de mi vida porque además probablemente resultaría tremendamente aburrido así que me centraré en mi disfraz de Lukah Boo.

El Post anterior tiene un cariñoso comentario de un ciudadano anónimo que preguntaba sobre mi futuro disco y de paso me ponía muy contento (¡gracias ciudadano anónimo o ciudadana anónima!). El caso es que el bendito disco está siendo más complicado de lo que en un principio parecía (y eso que desde el principio me pareció muy difícil). Por así decirlo nada está saliendo como pensé ni como lo planifiqué. Todo son problemas, imprevistos, contratiempos... y paciencia. Una situación así es en general frustrante pero cuando la frustración la tienes que pasar en solitario la sensación es algo más complicada. El caso es que ando estancado en el segundo lote de cuatro canciones que no tengo muy claro cuando podré terminar. La idea era tener acabado todo (todas las canciones, estas y las siguientes) antes de agosto pero estoy empezando a pensar que es misión imposible. En fin, para no seguir con este espeso circunloquio decir que lo que he hecho esta semana en cuanto a lo musical es buscar inspiración en artistas que salen a la luz en solitario lo cual no me ha servido para nada excepto para tener claro los discos que escuchar.

Y el mejor, sin ningún genero de dudas, ha sido el primer trabajo en solitario de uno de esos tipos que marcan tendencia con una facilidad pasmosa (aunque ocurriese hace cuarenta años). Estoy hablando de Scott Walker, enígmático artista que lleva varias décadas dejando talento en forma de discos y mítico miembro de los lo no menos míticos Walker Brothers británicos (aunque Scott nació en los Estados Unidos). Conocía más o menos la carrera de los supuestos hermanos Walker, que no lo eran, pero durante un tiempo fui reacio a meterme en la carrera en solitario de este tipo, reconozco que influido por sus últimos trabajos (algunos más difíciles que otros después de escucharlos detenidamente). Lo cierto es que ha posteriori puedo decir que no tenía ninguna razón para ello porque sus primeros trabajos en solitario lo que hacen es seguir con criterio y coherencia la estela de los últimos trabajos de su anterior banda. En concreto está semana me he dado una buena sobredosis de “Scott” el primer disco de su carrera como solista y también el primero de una serie de álbumes con el mismo nombre (scott2, scott3 y scott4) que marcan de forma definitiva la cerrara del artista. Orch-Pop de grandilocuencia, pomposidad y mucha clase. Una mezcla perfecta de espíritu crooner, la mejor tradición melódica de los años sesenta y mucho estilo. Un sello característico que ha dejado encandilado a tanta gente, entre ellos y por razones evidentes a Neil Hannon, líder carismático de mis admirados Divine Comedy. Uno de esos discos que hay que tener en la discografía.

También me he ido a buscar consuelo e inspiración en otro personaje mítico, considerado un genio de la música para un buen puñado de aficionados con criterio. Estoy hablando de Elvis Costello y la última entrega de este inagotable, carismático y camaleónico artista. Elvis Costello es un icono para muchas de las personas que son algo mayores que yo y que conocieron, siguieron y aprehendieron la carrera del inglés a la vez que esta nacía. Me refiero a toda esa generación que tuvo la suerte de vivir la llamada new-wave en primera persona y para los que cualquier cosa que firme el señor Costello está consagrada por la mano de Dios (por decirlo de alguna forma). No es mi caso. Yo llegué al talento de esté gran músico a posteriori, de rebote y conociendo de golpe lo bueno y lo malo. Por eso entiendo que me es más fácil poner distancia respecto de algunos escarceos que hace y ha hecho el otro Elvis por los recovecos de la música, no todos ellos precisamente afortunados. El último trabajo, “Secret, Profane & Sugarcane”, trata de ser un homenaje o intento de recuperar la música tradicional americana desde el punto de vista más clásico y purista. El disco está bien, suena genial, lo consigue desde un punto de vista técnico y es francamente disfrutable pero le ocurre algo que sólo le pasa a los grandes artistas y es que Elvis Costello haga lo que haga seguirá siempre sonando a Elvis Costello. Esto en si es un verdadero piropo que ojalá me hiciesen a mi pero es difícil de compatibilizar con un álbum que pretende ser de genero. En cualquier caso sin matarme de emoción ha sido un disco que he escuchado bastante esta semana y que he disfrutado bastante.

Cosa que no puedo decir del último trabajo del australiano Ben Lee, “The rebirth of Venus”, con el que no he podido empatizar en ningún momento. Reconozco que también llegué tarde al fenómeno Ben Lee con su pegadiza y genial “Catch my disease” así que tenía ganas de escuchar con calma un disco entero de este tipo pero me ha dejado frío. Se trata de un supuesto homenaje a la mujer o el lado femenino lo cual como idea esta bien pero el resultado se me queda flojo y monocorde. Me gustan mucho canciones como “Yoko ono” pero son raras de encontrar entre cortes planos sobreproducidos sin necesidad. Me temo que no es el mejor disco para adentrarse en su discografía así que probaré con otros anteriores.

Sonando ahora mismo en mi ipod: “Eu e a brisa” - Jhonny Alf (Olhos Negros)

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