pump up the volume

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Esta semana he recuperado el placer de tocar la guitarra. Aunque lamentablemente y como quien dice he tenido que hacerlo en la soledad de mi alcoba, ya que la gran mentira de las grabaciones para discos hace en la mayoría de los casos todos tengan que tocar todos los músicos por separado, la verdad es que he disfrutado como nunca (como siempre) con eso de subir el amplificador y notar la distorsión de las seis cuerdas pasando por todos mis poros. Es una sensación única e irrepetible y aunque soy consciente de que existen sucedáneos varios para intentar emularlo (el divertidísimo Guitar Hero es el último intento) lo cierto es que no hay ni siquiera parecido a la realidad. Es entonces también cuanto te das cuenta de que hay muchas veces en que la música es más divertido tocarla que escucharla.

Entre amplificadores, válvulas gastadas, decibelios y sonidos potentes me he dado cuenta también de lo mucho que echo de menos salir a tocar en directo y no me estoy refiriendo a lo que he estado haciendo últimamente de subirme con mi guitarra acústica a intentar defender las canciones simplemente con la lírica de las letras, mi voz y mi querida Martin (que debo reconocer también tiene su encanto) sino a dar un concierto de Rock & Roll con varios amplificadores atronando al fondo y los golpes de la batería rebotando en el esternón pasando por un entarimado tapizado de cables. Lo echo mucho de menos y no sé si podré volver a sentir esa estupenda sensación. Una de las grandes desventajas de ser un artista en solitario (detesto esa denominación) es precisamente la de no tener grupo y dadas las dotes sociales que me preceden (de momento sólo ha colaborado mínimamente un músico español en el disco y es JC Bermejo, excelso bajista de los Happy Losers) me temo que esa va ser una tarea más que complicada… Pero esa historia llegará cuando tenga que llegar así que esta semana lo que me ha apetecido era escuchar guitarras y power-pop y de ahí es de donde sacado mi selección.

La palma en cuanto a minutos de disfrute se la ha llevado sin duda la última entrega de Brendan Benson uno de tantos geniecillos del power-pop que pueblan la geografía estadounidense. A pesar de lo que mucho lumbrera recién llegado al mundo de la música vía redacción rabiosamente cool de algún periódico de tirada nacional pueda pensar (y piensa), el americano tiene un brillante y glorioso pasado previo a su participación en los radiadísimos (y para mi gusto sobrevalorados) Raconteurs de la mano del ilustre Jack White. Su carrera en solitario empezó bastante joven (creo que no tenía 30 años cuando saco su primer disco en solitario) llegando a un cima verdaderamente importante (más en calidad que en repercusión mediática) con ese magnífico disco llamado “Lapalco”. Su siguiente entrega “The Alternative to Love” era un artefacto sonoro de excelente factura al que es difícil encontrar una sola fisura pero que carecía del encanto y el talento compositivo de su predecesor y para mi supuso algo así como una decepción. Con su nueva entrega, “My old familiar friend”, Brendan Benson vuelve bastante más por sus fueros según mi humilde opinión. Sin llegar a la cotas antes mencionadas el álbum es un compacto saco de pildorazos de pop, power-pop o como se le quiera llamar al pop de guitarras, con un par de buenos hits (me gusta mucho “A whole lot better” pero sobre todo “You Make a Fool out of Me”) y bastantes ratos de buena música. Hacía mucho tiempo que no escuchaba un disco de estas características porque llegué a estar tremendamente saturado de Power-pop. Es un estilo que me encanta y que cuando está bien hecho me parece insuperable pero desgraciadamente es también muy agradecido para que propuestas mediocres o malas parezcan mejor que lo que son. Basta repetir determinados esquemas clásicos, un sonido resultón y durante un buen rato puede dar el pego. No es el caso de este disco, desde luego.

Estoy pasando una fase en la que cada vez me da más pereza meterme a conocer grupos nuevos de los que no tengo referencias y me da mucha rabia porque es una actividad que hasta hace poco me encantaba y que me ha dado muchas y muy buenas satisfacciones. Quizás sea que este año me he tragado muchos bodrios o que me ha costado más de lo normal encontrar cosas interesantes pero en cualquier caso espero que sea pasajero. Eso explica el que fuese unicamente la insistencia de un amigo con criterio lo que me hiciese hincar el diente al trabajo homónimo de un tipo llamado Eugene McGuinness. Un joven londinense que afirme ser poseedor de un variado y completo ramillete de influencias y que efectivamente es así a tenor de lo que aparece en este trabajo donde se pueden escuchar un montón de cosas de un montón de sitios diferente pero afortunadamente bien empastadas, creíbles y coherentes. La primera vez que lo puse (sobre todo cuando llegué a ese pildorazo titulado “Fonz”) pensé que estaba ante algo muy grande pero desgraciadamente la sensación decayó según avanzaba el disco. Aun así y aunque al final el conjunto me resulta algo irregular me parece un buen trabajo en general y muy interesante como para seguirle la pista en futuras entregas. Esa mezcla de Sondre Lerche, Sufjan Stevens, Talking Heads o Franz Ferdinand es cuando menos interesante.

Y para acabar otra de las recomendaciones de un amigo, otro de esos discos comprados a ciegas, que llevaba sonando en casa desde hace tiempo y que también tiene guitarras para dar y tomar pero siempre en un entorno sumamente pop que al fin y al cabo es lo que a mí me gusta. Se trata de un combo canadiense llamado The Golden Dogs que como tantos otros compatriotas suyos han salido a la superficie probablemente debido al efecto New Pornographers pero llevan tiempo haciendo música excelente desde aquella esquina del mundo. En concreto este “Big Eye Little Eye” es su segundo disco y está cargado de canciones cercanas al Power-pop pero más abiertas a todo tipo de influencias contemporáneas y no tan contemporáneas pues se pueden encontrar guiños a los movimientos indies americanos tipo Elephant 6 con la misma facilidad que a sonidos de los 70-80 del tipo B-52. Un disco agradable y divertido que cuyas canciones se defienden bien por si solas a pesar de que sin embargo se me quede algo cojo en conjunto.

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