Fin de año

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Hace ya unos cuantos años, cuando era pequeño, me planteaba como los adultos eran tan torpes de poner el final de año en el mes de Diciembre cuando todo el mundo era consciente de que a todos los efectos el año termina en pleno Agosto. En aquellos felices años de la infancia las vacaciones de verano eran vacaciones de verano como Dios manda. Tres meses de piscina, libertad salvaje y sol. Durante ese periodo se paraba todo, los amigos nos despedíamos hasta septiembre para escaparnos a los brazos de los otros amigos (los del verano), las series de televisión terminaban, no había estrenos nuevos en el cine, no había liga, los periódicos reducían sus páginas y sobre todo el curso escolar se terminaba para que en septiembre volviese a empezar todo de nuevo. La maquinaria se volvía a poner en marcha y nosotros, cargados de fuerzas y buenos propósitos, nos disponíamos a iniciar la nueva temporada. ¿El nuevo año?

Si bien es verdad que con la edad adulta y sobre todo, en mi caso, con los trabajos de mierda en proyectos internacionales, ese parón estival se redujo de forma dramática hasta cotas ridículas, reconozco que no he podido abandonar la sensación de que el mundo se para en el mes de Agosto y que todos damos por concluido aquello que estemos haciendo, esperando mejorar la vida al principio del siguiente curso, en Septiembre.

Este año, por primera vez en 10 años, voy a tener 3 semanas de vacaciones en el mes de Agosto lo cual está haciendo que esa sensación infantil tenga mucha más presencia. Este “año” (este curso me refiero) ha sido muy complicado en lo personal en muchos aspectos que no creo le interesen al atribulado lector. Dejémoslo en que las ganas de vacaciones que tengo son tantas que están teniendo el efecto negativo de alimentar mi ansiedad incipiente. Se me está haciendo eterna la llegada de ese 1 de Agosto al que espero como el paraíso. Esa ansiedad enmascarada ha afectado incluso a mi relación con la música de tal modo que no he sido incapaz de escuchar con atención ninguna de las nuevas propuestas que tenía previstas para esta semana. Lo he intentado de veras con algunos discos de indie-Pop que me habían recomendado fervientemente como el último disco de El Perro del Mar ("From the Valley to the stars") o un disco que parecía interesante de unos tal Headlights ("Some Racing, some Stopping") pero nada, ha sido imposible. No sé si por ellos o por mí pero lo cierto es que no me entraban.

Así que he decidido relajarme y poner mis oídos y mis ojos en otras propuestas más seguras que ya venía escuchando. Una de ellas, bastante recomendable por cierto, es el álbum de debut (creo que es el álbum de debut) de una banda americana llamada The Botticellis. Llevaba mucho tiempo detrás de este grupo desde que leí sobre ellos por casualidad en internet. Es de esas veces que sin escuchar la música de un grupo eres capaz de reconocer algo que casi con toda seguridad te va a interesar simplemente leyendo a los autores, la forma en la que entienden la música o sus influencias vitales. Este era el caso y no me equivoque. Los Botticellis hacen un pop refinado, calmado y cálido que beben de las fuentes de eso que muchos llaman pop californiano, west coast o Sunshine-Pop aunque no se quedan ahí. Abandonan ligeramente, pero con criterio, la ortodoxia y se adentran un poco más en otra opción algo más alternativa que supongo les hará interesante a oídos de otros públicos, por lo general reacios a todo lo que huela a clasicismo.

Entre unos High Llamas más centrados y unos Beulah menos vanguardistas los Botticellis hacen una disco compacto y coherente pero sobre todo bonito. Plagado de medios tiempos orgánicos, melodías 60’s y mucha orquestación empastada. Otro de esos grupos que beben de las enseñanzas del genio de Brian Wilson pero que a diferencia de otros tantos intentan dotarlo de su propia personalidad. Un disco muy interesante para los amantes del Orch-Pop y de los sonidos más pop que llegan del norte de California.

Otra historia que no tiene nada que ver pero es igual de recomendable (o más) es un magnífico recopilatorio ("In the pocket with Eddie Bo") que ha sacado Vampisoul de la algo desconocida pero presente figura de la música negra de las últimas décadas llamada Eddie Bo. El Soul es de esos tipos de música a los que siempre puedes recurrir porque nunca te decepciona. Reconozco que aunque me gusta (mucho) no soy un erudito en la materia, sobre todo si me comparo con alguno de mis amigos mods o demás amantes de la música negra en todas sus vertientes, pero al menos creo ser lo suficientemente buen aficionado como para distinguir paja de grano. Este disco es muy bueno tanto por su calidad musical como por su valor fetichista (el libreto interior, esa especie en extinción, es muy interesante) e histórico puesto que supone un recorrido desde los tiempos del R&B más puro de principios de la década de los 60’s hasta el Funky-Soul más discotequero del final de su carrera.

El volumen recoge una selección de la producción de Eddie Bo en todas sus facetas de musico, escritor y productor pero a mí personalmente me gusta mucho más la primera mitad del disco (¡en total son 28 canciones!) porque es ahí donde se concentran los temas más Soul. La segunda parte entronca más con la rama Funkie que personalmente no es de las cosas que más me gusta en esta vida (probablemente porque nunca me he preocupado lo suficiente de descubrirlo). Un buen disco para escuchar en el coche a todo volumen con las ventanillas bajadas en una mañana de verano.

Y otra rara avis entre tanto pop independiente ha sido un nuevo disco del amigo Cal Tjader, esta vez el titulado “Along Comes Cal”. Sin ser especialmente diferente de sus otras referencias (al menos las que yo conozco a día de hoy) en este trabajo su elegante Jazz se adentra en otros estilos de la música latina como el Mambo o el Bolero pero sin que todo tenga ese color tan característico y particular de Cal Tjader donde se mezcla el Latin-Jazz, la bosanova, el toque Loungue y la sofisticación. Un disco muy agradable que se degusta sin querer, especialmente en estas tardes estivales si eres capaz de estar en una habitación refrigerada y con una bebida fría en la mano.

Sonando ahora mismo en mi ipod:

Score from Augusta – Beulah
(When your Heartstring breaks – Sugar Free/1998)

2 comentarios:

Astro dijo...

Dos descubrimientos: uno, este blog; dos, The Botticellis. Me encantan las dos canciones que has metido. Enhorabuena!

Pd: Al final me hice con el Panic at the Disco y me encantó!

lukah boo dijo...

Me alegro mucho de que te gustara y me enorgullece lo que dices. Es más me hace sentir que esta rutina de describir sobre los discos que escucho que me he auto impuesto (y de la que, para ser sincero, disfruto mucho) sirve para algo.

Gracias a ti y bienvenido.

Abrazos,

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