Yo que he despotricado (y seguiré haciéndolo) de esa terrible enfermedad que asola el intelecto colectivo de este bendito país llamada “festival de música”, he vuelto a sucumbir al sensual pero engañoso poder que profesa. Si, sé que puedo intentar defenderme aduciendo que mí motivación no sólo es distinta sino mucho más noble al tratarse de un acto de generosidad para uno mismo al ser la única oportunidad que me deja el destino para rendir pleitesía a figuras que fueron importantes para servidor en el pasado. ¡Falacias!. ¿Cómo puedo tan siquiera tener la desfachatez de presumir de algo así si ayer estuve viendo (que no escuchando) a Bruce Springsteen en el Santiago Bernabeu?
Pero volvamos al principio. No viene a cuento explicar ahora en este pequeño rincón del ciberespacio mi manifiesta aversión por el concepto “festival de música” y más concretamente por el concepto “festival de música durante los últimos años en este país”. Dejémoslo en que cansado de tragar polvo, pasar calor, recibir empujones y sobre todo de sufrir las estupideces del habitante típico de estos festivales decidí no volver a pisar uno ellos en algún tiempo. Como ser humano que soy he tenido que tragarme mis palabras aunque en mi descarga pueda decir que la culpa la tienen nada menos que My Bloody Valentine y Morrisey.

La primera vez que escuché el disco pensé que mi reproductor de música estaba estropeado y que por eso sonaba mal. Hoy me parece una obra maestra. Un chico como yo, amante de la melodía Pop y cuya referencia musical eran los Beatles, no podía entender aquello. Craso error motivado una vez más por prejuicios dañinos ya que mirándolo con los ojos con los que hay que verlo resultó que ambas propuestas no estaban en el fondo tan alejadas. El disco son 11 cortes de preciosas melodías POP construidas sobre estructuras nada convencionales. Murallas de sonido donde no se distingue ningún instrumento, ruido perfectamente afinado (o perfectamente desafinado) y colocado en el lugar preciso. Ritmos cansinos, ambientes atmosféricos y una voz que podría ser cualquier otro instrumento. Ladrillos de sonido que se repiten de forma hipnótica pero que envuelven para siempre a cualquiera que se deje seducir. Algo que parece tan simple no lo es. Puedo dar fe de ello. La fórmula ha sido imitada posteriormente hasta la extenuación pero ya nunca podrá ser genuina. Ideal para identificarte con ambientes densos y opresivos no es raro de entender que la pequeña Coppola recurriese al genio de Kevin Shields (cerebro de My Bloody Valentine) para reflejar el sórdido ambiente de Tokyo. Yo he estado en esa ciudad alucinante y llevaba "Loveless" sonando en mis orejas cuando entraba a Tokyo montado en el Shinkansen que venía de Osaka. Jamás lo olvidaré. ¿Cómo podía perder la única oportunidad de verles en directo aun siendo en un festival?
Morrisey es otra cosa. Ídolo indiscutible para mucha gente con criterio musical reconozco que servidor sucumbió relativamente tarde a sus encantos. Los Smiths me parecían hace años un grupo simple y sin sustancia nacido en la penosa década de los 80 y que además estaba liderado por un papanatas. Hoy me tengo que comer todo aquello que pensaba. La verdad es que mi aversión venía motivada más que por la música por la imagen que me llegaba del tal Morrisey pero incluso en eso me tengo que comer mis palabras. Hoy, a pesar de haber rectificado, me arrepiento de haber sido tan estúpido de dejarme llevar por lo evidente o por terceras opiniones sin escarbar y toparme con la realidad yo mismo. Algo, por cierto, que siempre he criticado. La cosa empezó a cambiar el día que alguien me pasó en MP3 con un “grandes éxitos” de los Smiths. Cuando algo que crees malo resulta que simplemente escuchándolo y sin hacer ningún otro esfuerzo no lo es, termina transformándose irremediablemente en algo muy bueno. Los conversos suelen ser luego además los más talibanes.

Hace unos años tuve la oportunidad de ver a Morrisey en directo en Buenos Aires y resultó ser una especie de epifanía donde conseguí completar mi conversión a la religión morriseyniana. No podía dejar tampoco pasar la ocasión de verlo en Madrid.
Lo de Bruce Springsteen sin embargo necesita un análisis más profundo que ya he hecho en otro sitio (ver) así que no quiero estropear un post que me estaba quedando tan bonito. Decir tan solo que esta semana he estado escuchando su archifamoso “Live 1975-1985” porque ayer iba a ir a verlo en directo. El triple CD, aunque no quede nada cool decirlo, es muy bueno y le tengo especial cariño por razones sentimentales. Siendo un enano y sin poder ir a conciertos todavía escuchaba con la boca abierta las hazañas de un tal Bruce Springsteen por boca de mi tío que entre otras cosas se había ha ido a Montpellier para poder verlo ya que nunca tocaba en España. Ese triple vinilo fue lo primero que escuche de “el Boss”.


Alarm Clock – The Rumble Strips
(Girls and Weather – Universal/2007)
0 comentarios:
Publicar un comentario