Largo y tortuoso

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Una de esas leyes para humanos que no está escrita en ninguna parte dice algo así como que las cosas que cuestan más son también las que más se disfrutan. Yo desde luego estoy de acuerdo. Los humanos, por mucho que actuemos de otra forma, somos seres imperfectos y como tales también egoístas, vagos, cobardes y vulnerables. Tendemos a despreciar lo que conseguimos sin esfuerzo a la vez que soñamos y sufrimos por lo que no tenemos, muchas veces sin pararnos a pensar que a lo mejor eso tan especial que añoramos es algo que ni siquiera queremos.

En este tiempo que nos ha tocado vivir donde somos capaces de medir a través del sistema métrico decimal cosas como la felicidad, el amor, la belleza o la estupidez se hace todavía más patente esto de lo que hablo. La música y todo lo que hay dentro (talento, esfuerzo, inspiración, arte,…) no vale demasiado hoy en día al estar simplemente a un clic gratuito de distancia. Un clic ilegal pero un clic al fin y al cabo. A la gente le duele pagar a 15 euros por un disco (y de hecho no lo hace) porque lo considera muy caro teniendo en cuenta lo poco que cuesta el plástico del que está hecho (dejando meridianamente claro lo que valora el interior que al fin y al cabo es lo que está pagando). Sin embargo no tiene ningún reparo moral a la hora de, por ejemplo, tomarse un café en un starbucks sabiendo que el precio de costo es probablemente 20 veces inferior y donde el valor añadido es evidente al ser inexistente. Supongo que intentar entender el valor añadido que hace que dentro de un trozo de policarbonato o de vinilo suene el álbum blanco de los Beatles es bastante más difícil que tomarte un café aguado en un sitio de apariencia fashion que siempre está a mano. No se quien ha decidido que lo uno es un robo y lo otro es cool pero es así.

Esta semana me ha dado por pensar sobre todo esto y me he enfadado. Por eso en un arrebato de micro rebeldía he decidido zambullirme en discos de apariencia difícil para intentar salir algo más rico al final del túnel. “Out of the Shadow” fue el disco de debut de la banda americana Rogue Wave que en realidad era la fachada tras la que se escondía Zach Rogue, uno de esos personajes que pueblan la serie B musical americana tan raros y cargados de talento como faltos de reconocimiento público. El disco supuso para mí (y para muchos) una bocanada de aire fresco dentro del viciado mundo del rock alternativo norteamericano. Estaba cimentado en un pop casi naive rodeado de instrumentos clásicos colocados de una forma entre minimalista y de vanguardia. Estructuras extrañas, letras hipnóticas, ruidos, silencios, sonidos vintage,… pero magníficas canciones pop. La continuación “Descended like cultures” seguía la misma línea pero mientras el primer disco había sido prácticamente un trabajo en solitario en el segundo se apreciaba una labor de la banda más presente, especialmente la de su batería, Pat Spurgeon, que para mi es uno de los mejores baterías de la escena sino el mejor. No en el sentido de técnica, que también, sino en el de participar con su instrumento en la creación de una canción. Imaginativo, original y muy creativo. Merece la pena verlo en directo, algo de lo que puedo dar fe.

El último trabajo de la banda “Asleep at heaven’s gate” sin perder la fuerte personalidad de sus autores es sin embargo otra cosa al tratarse de un disco mucho más ambicioso. Oscuro, denso, muy largo, lleno de canciones muy largas, cambios de escenario, tonalidades opacas, gusto árido por momentos, desarrollo complicado en muchas fases pero sencillo poco después,… Un disco tremendamente difícil, que no por ello malo. Ni mucho menos. Es de esos discos que necesitan muchas escuchas concentrado para poderlo entender. Al menos es lo que me ocurre a mí. No resulta útil como música de fondo porque acaba pareciendo histriónico y pesado. Hay que sentarse y escuchar y entonces aparecen las mismas buenas canciones de los discos anteriores pero vestidas esta vez de forma adulta como si quisieran salir a pelearse con el mundo hostil ocultas tras una coraza de aluminio. A mi me costó varias escuchas dejar de pensar que no suponía un patinazo en su carrera pero he conseguido no pensarlo. Es más, hoy me parece un ambicioso y arriesgado salto hacia delante, dado con talento y mucha dignidad.

De la misma forma y tras varias escuchas he llegado a una conclusión similar respecto del último disco de los archiconocidos Coldplay. Mi acercamiento y huida del mundo Coldplay tuvo lugar hace años cuando se publico su famoso "Parachutes". Sin ser uno de mis discos de referencia si me pareció, y me parece ,un buen disco cargado de buenas canciones, con estilo propio y personalidad. Reniego por principio de los grupos que salen en la portada del Melody Maker sin tener publicado todavía un sólo disco (y este fue el caso) pero lo escuché y me gustó.

Eso si, ahí termino todo. Su siguiente trabajo “A Rush of blood to the head” me pareció una mala y exagerada imitación de si mismos y el siguiente “X&Y” más de lo mismo pero encima con pretenciones indie. Todo ello hacía que fuera reticente a degustar su nueva entrega, ese disco de portada patriótica y título con homenaje a nuestro idioma que se llama: “Viva la vida (or death and all his friends)”. Craso error. Creo que merece el intento. El disco no es desde luego tan radiable como los anteriores pero me parece más honesto, ambicioso y trabajado. En tan sólo 8 cortes encontramos la columna vertebral de lo que es Coldplay pero esta vez se sueltan el pelo hacia propuestas ligeramente más arriesgadas sin perder el norte (como ocurría en X&Y). Ahora podemos ver con más nitidez esas referencias al post-punk de los 80, al indie británico con raíces en Radiohead o a My bloody Valentine. Referencias que aparentemente siempre estaban según sus autores pero que quedaban ocultas tras la obsesión FM y la megalomanía de estadio. Requiere un poco más de esfuerzo pero merece la pena su escucha.

Y bueno, entre tanto disco difícil decidí intercalar algo más digerible sin esfuerzo aunque ni mucho menos de complejidad inferior. Decir Antonio Carlos Jobim es no descubrir nada. Para algunos el padre de la bosanova, para todos un genio. Sus canciones son mundialmente famosas pero sus discos me temo que no tanto. De hecho poca gente conoce que algunos de los discos más reputados del brasileño son estrictamente instrumentales. Uno de mis favoritos es “wave” publicado en 1967 y que ha sido con el que he apaciguado mis momentos-tormenta de la semana.

Sonando ahora mismo en mi ipod:
City Girl – Kevin Shields
(Lost in tralation OST – Emperor Norton/2003)

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