La vuelta de vacaciones es un periodo crítico para el estado de humor de todo el mundo (grandes y pequeños) y yo no soy una excepción pero es cierto que la transición de este año me está costando algo más de lo normal. Mi mente racional piensa que la razón se fundamenta en que dejé sin resolver demasiadas nubes negras antes de irme de vacaciones y ahora todas ellas han vuelto exactamente igual que estaban. Puede ser, aunque no hay que fiarse mucho de mi mente racional.
Ciñéndome al guión y por tanto en lo que respecta a la faceta musical reconozco que las últimas semanas del periodo pre-estival fueron frustrantes y agotadoras. La siempre inminente (y nunca fehaciente) carrera meteórica de Lukah Boo se vio resentida en unos días demasiado serios en los que mi cabeza ponía en cuestión la viabilidad del disco que estoy grabando y lo que es peor: su sentido. Ahora mismo tengo ocho canciones grabadas (sólo cuatro mezcladas) y parecería absurdo no terminarlo a estas alturas pero todavía no he terminado de resolver lo de si tiene algún sentidoo no grabar y publicar un disco en solitario a estas alturas (y que está resultando ser incluso más solitario de lo que pensaba).
En esas diatribas anda mi cabeza estos días mientras busco voces inspiradoras, palmaditas en la espalda, amor desconsolado, píldoras de autoestima y otras drogas de diseño que no encuentro por ningún lado entre otras cosas porque no tengo dealer. También me dedico a bucear por mi colección de discos buscando inspiración pero lo que me encuentro sin quererlo son cosas tan buenas, tan coherentes, tan bien hechas que lo que consigo es justo el efecto contrario. ¿Para qué voy yo a poner otra carpeta en la librería? ¿Tiene sentido? ¿Alguien se dará cuenta? Esta semana en concreto he estado escuchando casi sin querer sólo discos de grupos españoles cantando en castellano que los hay y muy buenos. Creo que ya he perfilado por estas páginas (aunque a veces no recuerdo bien sobre lo que he hablado y sobre lo que no) mi opinión sobre ese invento llamado la “movida madrileña” y el daño infinito que ha hecho a la música Pop pero lo que no he dicho nunca es que creo que poco a poco nos estamos quitando los complejos y el polvo ocasionados por aquel accidente y se está empezando a ver lo que hay debajo...
Los catalanes Sidonie llevan ya los años suficientes dando conciertos y sacando buenos discos como para tener ahora que demostrar nada a nadie pero este bendito país de todos parece que lo único que no se perdona es hacer las cosas bien o tener éxito en cuyo caso todo hay que cuestionárselo. Me fastidia que se les critique o se les tache de comerciales (y juro que lo he escuchado y leído) por el simple hecho de sacar un disco de canciones directas y sencillas que encima hablan de amor cuando es algo que de hecho a mi me parece muy valiente, especialmente viniendo de donde vienen. Un disco de estas características puede ser una mierda o no. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Detesto ese tipo de prejuicios y aplaudo desde aquí el planteamiento de este “Incendio”, aunque mi aplauso se pierda en el infinito. Y el disco por cierto me gusta mucho. Me gustaba mucho también la antigua faceta psicodélica y stoniana de los primitivos Sidonie pero este disco me parece un gran acierto. Bonito, coherente, bien grabado, bien cantado y algunas canciones fabulosas. Es cierto que es directo y muchas veces evidente pero no creo que sea nada a criticar especialmente cuando es esa la declaración de intenciones desde el principio y no lo esconden. No creo que pensasen en hacer un disco “comercial” cuando se sentaron a escribirlo y si fue así prefiero no saberlo y creer que no. En cualquier caso me quedo con el disco por encima de sus circunstancias.
Pero hablando de personalidad y falta de complejos no puedo dejar de hablar del “grupo del momento” en el panorama indie: Vetusta Morla. La forma en la que llegué a su música es buena prueba de in imbéciles que somos a veces los músicos. Empecé a escuchar hablar de Vetusta Morla mucho tiempo antes de escuchar lo que hacían. Me encantaba el nombre (¿quién no adora a Michael Ende?) pero había escuchado tantos piropos en tantos sitios de los que tan poco me fío que no me entraron ningunas ganas de descubrir al grupo. Cuantos más premios y parabienes recibían menos ganas me entraban a mí de confirmarlos y más cerca estaban del injusto cajón de los grupos que no me interesan en absoluto. Hasta que un día me pasé por la sección de discos de la FNAC y pasaron varias cosas a la vez que no suelen pasar ni siquiera por separado. Uno, que estuviese sonando algo que me gustaba y me llamase la atención. Dos, que no tuviese ni idea de lo que estaba sonando. Tres, que me picase tanto la curiosidad como para preguntar a alguien de la tienda qué era aquello. Lo que estaba sonando aquella tarde en la FNAC fue primero “Sálvese quien pueda” y a renglón seguido “Un día en el mundo”, para mí las dos mejores canciones de su primer álbum “Un día en el mundo” y en cualquier caso dos temazos como la copa de un pino. Cuando el dependiente dijo Vetusta Morla lo tuve claro. A veces las cosas pasan porque tienen que pasar. El disco tiene canciones mejores que otras y hay facetas del grupo que me gustan más y otras menos pero lo que es indiscutible es la gran calidad del disco y de la banda, la brutal personalidad y grandes dosis de estilo impropias de un grupo nuevo y que sinceramente me da envidia. Me gustaría destacar además y al mismo nivel de cualquiera de las cosas buenas que puedan decir de ellos unas letras que me parecen geniales. De lo mejor que he escuchado nunca en castellano. Me alegra mucho ver que los grupos con éxito dentro del mal llamado mundo independiente sean buenos.
Y me alegro mucho también poder escribir aquí sobre amigos sin tener que engañar o utilizar eufemismos. Conocí a Nagasaki (antes tenían otro nombre y después tuvieron otros) hace ya bastantes años por el amigo común que es Patacho Recio (Glutamato ye-ye) y en una fiesta músico-etílica de muy grato recuerdo para el que escribe (¡¡voy por la vereda tropicaaaaal!!) pero por esa estúpida cosa que tenemos los españolitos de valorar menos lo que tienes cerca que lo que tienes lejos, por la simple razón de tenerlo accesible, reconozco que siempre miré a Pedro y Álvaro más como dos compis de gremio, simpáticos y encantadores, que como dos grandes músicos de talento. Y me jode reconocerlo (porque sé que es algo que hacen conmigo constantemente) pero lo reconozco y fundamentalmente lo hago porque ese es el primer paso para poder cambiarlo. Tenía este “Nagasaqui” (su álbum de debut con este nombre) desde hace tiempo (que encima fui tan capullo que me lo dejaron en lugar de comprármelo, que es lo que tenía que haber hecho) pero hasta que por casualidad no les escuché en MySpace no reparé en el. Hice mal porque porque por ejemplo “copas rojas” es una de mis canciones favoritas del año y el resto del disco merece también mucho la pena. Sin recursos, sin apoyos y desde el ostracismo se han marcado un álbum lleno de ingenio y buenas canciones que recoge todo lo bueno de la tradición ochentera (siendo inteligentes además de no aceptar nada de lo malo) y extrapola junto con su propia cosecha a un sonido contemporáneo y una producción arriesgada y moderna que resulta natural, creíble y nada histriónica. Cualquier pedazo de suerte que tenga será mucho menos de lo que se merecen. Espero y deseo que esto no sea más que el principio de una carrera triunfante.
En esas diatribas anda mi cabeza estos días mientras busco voces inspiradoras, palmaditas en la espalda, amor desconsolado, píldoras de autoestima y otras drogas de diseño que no encuentro por ningún lado entre otras cosas porque no tengo dealer. También me dedico a bucear por mi colección de discos buscando inspiración pero lo que me encuentro sin quererlo son cosas tan buenas, tan coherentes, tan bien hechas que lo que consigo es justo el efecto contrario. ¿Para qué voy yo a poner otra carpeta en la librería? ¿Tiene sentido? ¿Alguien se dará cuenta? Esta semana en concreto he estado escuchando casi sin querer sólo discos de grupos españoles cantando en castellano que los hay y muy buenos. Creo que ya he perfilado por estas páginas (aunque a veces no recuerdo bien sobre lo que he hablado y sobre lo que no) mi opinión sobre ese invento llamado la “movida madrileña” y el daño infinito que ha hecho a la música Pop pero lo que no he dicho nunca es que creo que poco a poco nos estamos quitando los complejos y el polvo ocasionados por aquel accidente y se está empezando a ver lo que hay debajo...
Los catalanes Sidonie llevan ya los años suficientes dando conciertos y sacando buenos discos como para tener ahora que demostrar nada a nadie pero este bendito país de todos parece que lo único que no se perdona es hacer las cosas bien o tener éxito en cuyo caso todo hay que cuestionárselo. Me fastidia que se les critique o se les tache de comerciales (y juro que lo he escuchado y leído) por el simple hecho de sacar un disco de canciones directas y sencillas que encima hablan de amor cuando es algo que de hecho a mi me parece muy valiente, especialmente viniendo de donde vienen. Un disco de estas características puede ser una mierda o no. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Detesto ese tipo de prejuicios y aplaudo desde aquí el planteamiento de este “Incendio”, aunque mi aplauso se pierda en el infinito. Y el disco por cierto me gusta mucho. Me gustaba mucho también la antigua faceta psicodélica y stoniana de los primitivos Sidonie pero este disco me parece un gran acierto. Bonito, coherente, bien grabado, bien cantado y algunas canciones fabulosas. Es cierto que es directo y muchas veces evidente pero no creo que sea nada a criticar especialmente cuando es esa la declaración de intenciones desde el principio y no lo esconden. No creo que pensasen en hacer un disco “comercial” cuando se sentaron a escribirlo y si fue así prefiero no saberlo y creer que no. En cualquier caso me quedo con el disco por encima de sus circunstancias.
Pero hablando de personalidad y falta de complejos no puedo dejar de hablar del “grupo del momento” en el panorama indie: Vetusta Morla. La forma en la que llegué a su música es buena prueba de in imbéciles que somos a veces los músicos. Empecé a escuchar hablar de Vetusta Morla mucho tiempo antes de escuchar lo que hacían. Me encantaba el nombre (¿quién no adora a Michael Ende?) pero había escuchado tantos piropos en tantos sitios de los que tan poco me fío que no me entraron ningunas ganas de descubrir al grupo. Cuantos más premios y parabienes recibían menos ganas me entraban a mí de confirmarlos y más cerca estaban del injusto cajón de los grupos que no me interesan en absoluto. Hasta que un día me pasé por la sección de discos de la FNAC y pasaron varias cosas a la vez que no suelen pasar ni siquiera por separado. Uno, que estuviese sonando algo que me gustaba y me llamase la atención. Dos, que no tuviese ni idea de lo que estaba sonando. Tres, que me picase tanto la curiosidad como para preguntar a alguien de la tienda qué era aquello. Lo que estaba sonando aquella tarde en la FNAC fue primero “Sálvese quien pueda” y a renglón seguido “Un día en el mundo”, para mí las dos mejores canciones de su primer álbum “Un día en el mundo” y en cualquier caso dos temazos como la copa de un pino. Cuando el dependiente dijo Vetusta Morla lo tuve claro. A veces las cosas pasan porque tienen que pasar. El disco tiene canciones mejores que otras y hay facetas del grupo que me gustan más y otras menos pero lo que es indiscutible es la gran calidad del disco y de la banda, la brutal personalidad y grandes dosis de estilo impropias de un grupo nuevo y que sinceramente me da envidia. Me gustaría destacar además y al mismo nivel de cualquiera de las cosas buenas que puedan decir de ellos unas letras que me parecen geniales. De lo mejor que he escuchado nunca en castellano. Me alegra mucho ver que los grupos con éxito dentro del mal llamado mundo independiente sean buenos.
Y me alegro mucho también poder escribir aquí sobre amigos sin tener que engañar o utilizar eufemismos. Conocí a Nagasaki (antes tenían otro nombre y después tuvieron otros) hace ya bastantes años por el amigo común que es Patacho Recio (Glutamato ye-ye) y en una fiesta músico-etílica de muy grato recuerdo para el que escribe (¡¡voy por la vereda tropicaaaaal!!) pero por esa estúpida cosa que tenemos los españolitos de valorar menos lo que tienes cerca que lo que tienes lejos, por la simple razón de tenerlo accesible, reconozco que siempre miré a Pedro y Álvaro más como dos compis de gremio, simpáticos y encantadores, que como dos grandes músicos de talento. Y me jode reconocerlo (porque sé que es algo que hacen conmigo constantemente) pero lo reconozco y fundamentalmente lo hago porque ese es el primer paso para poder cambiarlo. Tenía este “Nagasaqui” (su álbum de debut con este nombre) desde hace tiempo (que encima fui tan capullo que me lo dejaron en lugar de comprármelo, que es lo que tenía que haber hecho) pero hasta que por casualidad no les escuché en MySpace no reparé en el. Hice mal porque porque por ejemplo “copas rojas” es una de mis canciones favoritas del año y el resto del disco merece también mucho la pena. Sin recursos, sin apoyos y desde el ostracismo se han marcado un álbum lleno de ingenio y buenas canciones que recoge todo lo bueno de la tradición ochentera (siendo inteligentes además de no aceptar nada de lo malo) y extrapola junto con su propia cosecha a un sonido contemporáneo y una producción arriesgada y moderna que resulta natural, creíble y nada histriónica. Cualquier pedazo de suerte que tenga será mucho menos de lo que se merecen. Espero y deseo que esto no sea más que el principio de una carrera triunfante.
1 comentarios:
De vuelta también de vacaciones, no puedo estar más de acuerdo con su artículo o, como se dice ahora, con su post. A Nagasaqui los vi este verano en el Sonorama, en el escenario pequeño, y me encantaron. Estaba tocando con ellos la guitarrista de Autonautas. Así que si el disco está bien, a por él que iré.
Otro apuntado en la lista es el último de Sidonie, que si sigue la línea de "Fascinado" y "Costa azul" no puede ser más que bueno. Estos dos discos que encantan, sobre todo el segundo.
Y de Vetusta... qué decir a estas alturas. El tópico ese de "yo iba a sus conciertos cuando éramos cuatro en la sala". Es un tópico (si fuera verdad, estos chicos habrían sido famosos mucho antes) pero juro que en mi caso es cierto. En el Sonorama, los verdaderos cabezas de cartel fueron ellos. Durante su actuación todo el mundo los estaba viendo, lo que propició que unos pocos disfrutáramos sin agobios de la actuación de First Aid Kit (a los que desde aquí recomiendo) en el escenario pequeño. Vetusta son grandes, pero ya los tengo un poco vistos.
Bueno, y si necesitas un poco de ánimo para acabar tu disco, te mando una palmadita, un abrazo y lo que haga falta.
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