Pocos días antes de mi viaje a Chicago me encontraba sólo en casa y sin nada urgente que hacer, lo que desgraciadamente es una situación bastante inusual para mí, así que sin saber muy bien la razón decidí ver un película de las muchas que tengo por casa. Como suponía que en cualquier momento podía venirse al traste ese dichoso momento de paz decidí elegir una película que ya hubiese visto en previsión de tener que dejarla de ver a la mitad así que pasando la vista por mi desordenada y mal apilada pila de DVDs vi el nombre de “High Fidelity” recordando al instante que esa película fue rodada precisamente en Chicago y decidí casi de forma natural ponerme a ello. La veneración que profeso por esa genial novela de Nick Hornby es enorme. A estas alturas Nick Hornby es un escritor superventas con todos sus títulos traducidos y publicados por grandes editoriales y que probablemente todo el mundo conozca pero cuando yo lo hice fue como encontrar un oasis en mitad del desierto y es que hay pocos libros con los que me sienta tan identificado como “Fever Pitch” o “High Fidelity”. La película no está del todo mal pero reconozco que supuso una enorme decepción para mí. Creo que se pierde la parte vulnerable del protagonista (demasiado encantador en la película) y no se explica con tanta profundidad la parte friki del amor a la música, los discos, los recopilatorios, la exclusividad, el sentirse diferente,... También supuso una gran decepción (enorme) que la trama se localizara en Chicago y no en Londres como en la novela puesto que creo que la parte inglesa es muy importante para entender el libro.
En cualquier caso el protagonista de la película sigue siendo dueño de una tienda cool de discos y en un momento dado dice una frase parecida a “una tienda de discos situada en un barrio donde los turistas no vienen a ver escaparates” que se me quedo grabada en el cerebro ya que es precisamente el tipo de barrio que me gusta visitar en mis viajes por el mundo. Me dio la sensación de que la gente que conoce Chicago sabía de qué barrio estaban hablando pero por entonces yo no lo conocía así que en una escena en la que John Cusack sale de la tienda y se queda en un cruce pude ver claramente los carteles que señalaban las intersecciones de las calles Honore y Milwaukee que también se me quedaron en la cabeza. Y allí que fui, nororeste, Wicker Park, a lo que resultó ser (estaba cantado) uno de los barrios cool de moda en la ciudad con un montón de restaurantes, pubs, tiendas de ropa vintage y por supuesto Wreckless Records, en el mismo sitio que en la película (aunque el interior no tuviese nada que ver). La tienda es de esas tiendas de discos como Dios manda de las que cada vez quedan menos incluso en Estados Unidos como me reconoció con más pena que gloria un de sus simpáticos dependientes, una mezcla entre el protagonista de El Mundo de Wayne y Leonard de Big Band Theory. Estos son algunos de los discos que allí me compré y he escuchado (porque otros ni siquiera están abiertos)
En cualquier caso el protagonista de la película sigue siendo dueño de una tienda cool de discos y en un momento dado dice una frase parecida a “una tienda de discos situada en un barrio donde los turistas no vienen a ver escaparates” que se me quedo grabada en el cerebro ya que es precisamente el tipo de barrio que me gusta visitar en mis viajes por el mundo. Me dio la sensación de que la gente que conoce Chicago sabía de qué barrio estaban hablando pero por entonces yo no lo conocía así que en una escena en la que John Cusack sale de la tienda y se queda en un cruce pude ver claramente los carteles que señalaban las intersecciones de las calles Honore y Milwaukee que también se me quedaron en la cabeza. Y allí que fui, nororeste, Wicker Park, a lo que resultó ser (estaba cantado) uno de los barrios cool de moda en la ciudad con un montón de restaurantes, pubs, tiendas de ropa vintage y por supuesto Wreckless Records, en el mismo sitio que en la película (aunque el interior no tuviese nada que ver). La tienda es de esas tiendas de discos como Dios manda de las que cada vez quedan menos incluso en Estados Unidos como me reconoció con más pena que gloria un de sus simpáticos dependientes, una mezcla entre el protagonista de El Mundo de Wayne y Leonard de Big Band Theory. Estos son algunos de los discos que allí me compré y he escuchado (porque otros ni siquiera están abiertos)



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